Los disidentes del universo - Biblioteca Mexiquense del Bicentenario
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ecomendaciones rozan francamente el absurdo, se reduce a un<br />
capítulo menor de la ociosidad humana cuando la enfrentamos<br />
a lo que bien podría catalogarse como la reducción al absurdo de<br />
un absurdo (¿una genialidad?): la historia de un jubilado inglés<br />
que supo elevar la cola a la condición de placer perverso. Lo que<br />
todo hombre ansioso evita como si efectivamente se tratara <strong>del</strong><br />
apéndice trasero <strong>del</strong> diablo, John Connish lo procuraba de buena<br />
gana, pues había encontrado el secreto para extraer de esa conducta<br />
mecánica algo parecido a una emoción estética.<br />
Según su propio relato, la afición comenzó a gestarse durante<br />
la Segunda Guerra Mundial, en Gran Bretaña, cuando el racionamiento<br />
engendró colas inusualmente lánguidas, en las que<br />
con dificultad se discernía si el mayor reclamo provenía de los<br />
jugos gástricos o si los hombres habían comenzado a comunicarse<br />
en una forma extrañamente parecida a los borborigmos. Aunque<br />
las horas de espera bajo la llovizna rara vez se veían recompensadas<br />
con algo distinto de la avena y de un saco de papas, Connish advirtió<br />
con el paso de los días que en su boca no quedaba el sabor amargo<br />
de quien ha sido obligado a una tarea que raya en el sinsentido.<br />
Una mañana particularmente gris y tormentosa, no apta para los<br />
paraguas, que se arrastraban por las calles de Londres como pájaros<br />
de alas rotas o quedaban reducidos a hilachas y varillas en las<br />
manos de los resignados transeúntes, Connish se encontró con<br />
el panorama increíble de una cola minúscula e inquieta, que si<br />
aún merecía el nombre de cola sería sólo por consideración a los<br />
conejos. Empapado, castañeando los dientes, regresó a casa con<br />
una dotación doble de alimento, presa de una melancolía que<br />
entonces adjudicó al mal tiempo, a su estado chorreante, a su<br />
pulmonía futura, pero que conforme avanzaba por los callejones<br />
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