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Los disidentes del universo - Biblioteca Mexiquense del Bicentenario

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eal y verdadero, y en especial si lo puede tocar, concede por<br />

un tiempo y no lo descarta de inmediato. Este rasgo era quizá<br />

el que mayormente concernía a García Saldaña: la voluntad de<br />

creer, la predisposición humana a aceptar como posible, incluso<br />

lo más disparatado y espeluznante, ese mecanismo de la mente<br />

a través <strong>del</strong> cual el asentimiento o la aceptación doblegan y se<br />

sobreponen a la perplejidad. Cuando concluyó la elaboración <strong>del</strong><br />

monstruo que más estimaba entre todos los de su bestiario: el<br />

arcanodonte (una criatura con pezuñas de chivo, torso de simio<br />

y rostro de jabalí o de hombre, bajo cuyos brazos se adivinaba un<br />

cartílago peludo semejante al de los murciélagos, y cuya cola era<br />

un remedo, sólo que diez veces más voluminoso, <strong>del</strong> apéndice<br />

lampiño y repugnante de los tlacuaches), no resistió la tentación<br />

de averiguar si sus contemporáneos darían crédito a esa<br />

figura <strong>del</strong>iberadamente diabólica, que había sido elaborada con<br />

la misma intención de los acertijos: importunar la molicie mental<br />

de los hombres mediante la provocación y el desafío.<br />

Antes de abandonar su puesto de preservador de animales disecados<br />

y desaparecer para siempre, García Saldaña se dio el gusto<br />

de introducir, ya fuera por venganza o por simple travesura, el<br />

arcanodonte en una vitrina <strong>del</strong> Museo Nacional de Historia<br />

Natural, transformando el Palacio de Cristal de Santa María la<br />

Ribera en un repentino Bomarzo. El acarnodonte, flanqueado al<br />

parecer por un oso hormiguero que le servía de contrapunto o<br />

de mascota, permaneció en exhibición por espacio de tres meses,<br />

horrorizando a los visitantes, poniendo a prueba su credulidad,<br />

corroyendo los límites de su escepticismo, pero sin que las<br />

autoridades <strong>del</strong> museo estuvieran al tanto de nada. <strong>Los</strong> niños lo<br />

señalaban con el dedo aun cuando no podían contemplarlo a los<br />

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