Los disidentes del universo - Biblioteca Mexiquense del Bicentenario
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que ensamblaba y hacía convivir bajo la pelambre prestada de<br />
varios bisontes, si bien no contaba con la garantía de que las partes<br />
terminarían embonadas de un modo armónico o cuando menos<br />
creíble; al parecer el resultado fue notable, y la criatura, suspendida<br />
por capricho <strong>del</strong> artista en un instante de furia eterna, inspiraba<br />
respeto antes que admiración. Tal vez no calculó que la farsa de<br />
un mastodonte disecado difícilmente tendría cabida en la sala<br />
de estar de sus compradores, ni siquiera en la de los más acaudalados<br />
y excéntricos, y en parte porque terminó aficionándose a ese<br />
gigante fabuloso, en parte porque servía de atractivo para futuros<br />
clientes, no lo ofreció a ningún museo y prefirió mantenerlo en un<br />
rincón de su taller de trabajo, tan amplio como un hangar.<br />
Pero una vez descubierta esa veta hacia el pasado, hacia la resurrección<br />
de un cuerpo de entre las cenizas <strong>del</strong> olvido, era difícil que<br />
se detuviera. Entre otros animales fabricó un tigre dientes de<br />
sable, una pareja de tretretretres o lémures gigantes, una cantidad<br />
indeterminada de pájaros dodos (el velador aseguraba que<br />
se había inspirado en el dibujo de un libro, me atrevo a pensar<br />
que en el de John Tenniel de Alicia en el país de las maravillas),<br />
varios gliptodontes de Norteamérica, un perezoso gigante y<br />
un león americano o de las cavernas. Acaso porque es más desafiante<br />
sacar de la nada un animal que carece de pelo sin que lo<br />
<strong>del</strong>aten las costuras y los pegotes, no hay noticia de que probara<br />
suerte con los dinosaurios.<br />
Es difícil saber si el taxidermista se fastidió paulatinamente<br />
de su trabajo de copista de la realidad, siempre supeditado<br />
a sus contornos y a su geometría, o si en un rapto de liberación<br />
o quizá de locura decidió darle la espalda al mundo a fin<br />
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