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Los disidentes del universo - Biblioteca Mexiquense del Bicentenario

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alojaba en su taller se cuenta la <strong>del</strong> así llamado Perico Anarquista, un<br />

perico disecado que su dueño original jamás recogió y en cuyo pecho<br />

García Saldaña adaptó una bocina rudimentaria que cuando estaba<br />

encendida repetía sin descanso: “¡Destrucción y desenfreno! ¡Priiirrt!<br />

¡Fuego a las barbas <strong>del</strong> catrín que vive <strong>del</strong> trabajo ajeno! ¡Priiiiirrt!” y<br />

otras proclamas no menos incendiarias y estrambóticas.)<br />

El oficio de taxidermista tiene algo de paradójico. Todos los días debe<br />

librar una batalla contra lo artificial, contra la evidencia <strong>del</strong> simulacro,<br />

y para ello debe valerse de toda clase de artilugios y parches<br />

improvisados que rayan a veces en lo burdo, es decir en lo artificial, y<br />

que sin las necesarias habilidades en materia de ilusionismo es muy<br />

posible que tarde o temprano lo <strong>del</strong>aten. Las partes de los animales<br />

que es imposible conservar por medios químicos, como la lengua,<br />

los ojos y la nariz, y que son cruciales para que el cuerpo una vez<br />

disecado no carezca de expresividad y luzca como si nunca hubiera<br />

muerto, las mo<strong>del</strong>aba en barro y luego las pintaba con pigmentos<br />

naturales como el hollín o la grana cochinilla de Oaxaca. La prueba<br />

de fuego de su oficio, la simulación de la mirada, lo obsesionaba a<br />

tal punto que no pasaba un día sin que ensayara con alguna nueva<br />

canica, con cuentas de vidrio, pelotas de ping pong y hasta escamas<br />

de pescado y serpiente. En su espacioso taller <strong>del</strong> barrio de Tacubaya,<br />

que el velador me aseguró había conocido de niño, se amontonaban<br />

cajones repletos de uñas postizas, lenguas falsas, narices ligeramente<br />

húmedas, ojos que miraban fijamente desde cualquier rincón y parecían<br />

escrutar al visitante. Las paredes se encontraban tapizadas de<br />

pieles y melenas, algunas desteñidas, otras asediadas por pasadores<br />

para el pelo, alguna que estaba sometida a estudio pues había sido<br />

trabajada con keroseno y no con arsénico ni ácido clorhídrico. En<br />

los bordes de los muebles, pendiendo de clavos como los ribetes de<br />

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