Los disidentes del universo - Biblioteca Mexiquense del Bicentenario
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trágico de la Generación Perdida, ya había probado todos los<br />
licores legales e ilegales que se expendían en Norteamérica, se<br />
había enlistado en el ejército y renunciado a la universidad, se<br />
había casado y tenido una hija, había viajado a París y escrito un<br />
par de obras maestras, había derrochado el dinero en toda clase<br />
de fiestas, lujos y tonterías al lado de su esposa Zelda (quien no<br />
tardaría en ser internada en una clínica psiquiátrica), sin mencionar<br />
su aventura en Hollywood como guionista fracasado, en<br />
donde, al igual que muchos de los protagonistas de sus novelas,<br />
conoció la decadencia económica y moral, y por ende los despeñaderos<br />
<strong>del</strong> desprestigio y la burla, tanto más dolorosos dado su<br />
resplandor pretérito y la altura desde la que hubo de desplomarse.<br />
Como si habitara en las antípodas y en otro siglo, y no a pocos<br />
kilómetros de distancia, Roy Robert Smith se antoja el reverso de<br />
Scott Fitzgerald y de otros hombres de su tiempo que eran intrépidos,<br />
apuestos y se atropellaban educadamente entre sí para<br />
situarse por más tiempo en la cresta de la ola. En contra <strong>del</strong> afán<br />
de probarlo todo, de propiciar la aventura y exponerse a toda clase<br />
de riesgos desacostumbrados (entre los que se cuentan la cacería,<br />
la guerra y las corridas de toros); en contra <strong>del</strong> ideal de vida de<br />
aquellos equilibristas audaces que luchaban por mantenerse sobre<br />
la cuerda floja de la gloria, Smith, lo mismo que las sombras que<br />
habitan una dimensión más humilde y carecen de profundidad y<br />
de relieve, no parecía ser afectado por los acontecimientos circundantes<br />
—ni por los neones y su promesa de fasto y animación, ni<br />
por el logro más bien modesto de tomarse un tarro de cerveza en<br />
el bar de la esquina—, al grado de que si de golpe el paraíso terrenal<br />
hubiera abierto una rendija frente a sus narices, él sencillamente<br />
habría pasado de largo sin darse por aludido.<br />
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