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Los disidentes del universo - Biblioteca Mexiquense del Bicentenario

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encuentre una salida al intrincado encierro que ella misma se<br />

ha fabricado no hay palanca ni escalera que valga. El paréntesis<br />

se extendió sólo cuarenta minutos, y hay que decir que tuvo un<br />

efecto benéfico: Tal volvió a la realidad con la cabeza despejada,<br />

y de un vistazo se decidió por hacer caso a la intuición y no al<br />

cálculo. “Hay tres tipos de sacrificios: los correctos, los incorrectos y<br />

los míos”, gustaba de señalar Tal, y aquel caviloso día de 1964 el<br />

sacrificio de caballo, no sin cierto dramatismo funambulesco de<br />

quien improvisa el número de apoyarse únicamente en un dedo,<br />

le redituaría una celebrada victoria.<br />

Si hoy estas excursiones a los abismos cenagosos <strong>del</strong> tablero se<br />

presentan como una fatalidad aquí y allá, cuando el reloj se ha<br />

convertido en el más fiero antagonista <strong>del</strong> ajedrez (un antagonista<br />

que obliga a que cada jugador se enfrente en primer<br />

lugar contra sí mismo, contra su propia dispersión e inconstancia),<br />

en las épocas en que todavía no se instituían límites<br />

para la reflexión había partidas que llegaban a extenderse hasta<br />

lo inimaginable, y después de varias eras geológicas en que se<br />

diría que el mundo había quedado en suspenso, no era raro<br />

que los contrincantes fueran confundidos con figuras de cera.<br />

Sin la presión <strong>del</strong> tiempo que introdujo la invención <strong>del</strong> reloj<br />

mecánico de ajedrez, los movimientos dependían <strong>del</strong> sentido<br />

<strong>del</strong> decoro de cada jugador, sentido que parece estar muy mal<br />

repartido entre los hombres. Se cuenta que en 1851 el historiador<br />

británico Henry Thomas Buckle redactó dos capítulos de su<br />

History of Civilization in England mientras su rival reflexionaba<br />

una sola jugada, y hubo partidas memorables, como la decisiva<br />

entre Anderssen y Staunton, que para apenas 29 movimientos<br />

requirieron cerca de nueve horas.<br />

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