GANADORES CONCURSO DE CUENTO CORTO Segundo lugar ...

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Segundo lugar: GANADORES CONCURSO DE CUENTO CORTO por Carlos Fabián Hernández CARTA A UNA ABERRACIÓN FANÁTICA Ahora por fin duermo tranquilo señor juez, me levanto con la mente en blanco despejada y lista para abordar nuevos temas, mi cuerpo completamente recuperado se desliza por la sala mientras contemplo mis tesoros, aniquilando por lo menos por un tiempo, el sonido que me perseguía y ahora atrapado en un cubo de cristal, inmóvil reposa para aliviar el peso de mi aberración fanática. Si he de admitir mi obsesión cuando ese particular sonido producido por los seres bípedos se apodera de mi mente ese toc toc señor juez, suele ocurrir a menudo y se hace más intensa mi obsesión cuando esos seres bípedos están dispuestos y extasiados ya que el sonido agudiza sin dejarme controlar, yo actuando por instinto lo atrapo y obtengo paz a cambio de su eterno silencio. Algunos hombres bípedos pensarán que es grotesca y horrorosa mi forma de proceder, se preguntarán y por qué un hombre escribe de cómo se deshacer de aquellos creer amar, pero qué más da, tal vez tengo que sacármelo de encima, escupirlo, librarme un poco del peso de los hechos. Llevaba más de un mes observándola, paseando de lejos y ya sabía que escondía algo, lo noté en su forma de sonreír, era constante, deliberada y fresca, anormal a las sonrisas de los hombres bípedos cargadas siempre de un profundo horror, concluí definitivamente que la causa de su felicidad se hallaba en lo que escuchaba. Esa forma de estirar sus carnosos labios con esos profundos hoyuelos que se abrían en sus rosadas mejillas y producir una cierta armonía natural por donde cruzaba. Era ya insoportable para mí, también me preguntaba ¿Qué pensará sobre los anónimos mensajes que le he empezado a dejar por la universidad? Pero la cabeza se me hinchaba cuando la observaba pasearse tan sobresaltada, tan voluptuosa en la bicicleta por la universidad. ¡Ah! Ya sabía que estudiaba enfermería pues al seguirla la veía entrar a clases sin que se percatara de mi presencia, tal vez desagradable, tal vez grotesca, si

<strong>Segundo</strong> <strong>lugar</strong>:<br />

<strong>GANADORES</strong> <strong>CONCURSO</strong> <strong>DE</strong> <strong>CUENTO</strong> <strong>CORTO</strong><br />

por Carlos Fabián Hernández<br />

CARTA A UNA ABERRACIÓN FANÁTICA<br />

Ahora por fin duermo tranquilo señor juez, me levanto con la mente en blanco<br />

despejada y lista para abordar nuevos temas, mi cuerpo completamente<br />

recuperado se desliza por la sala mientras contemplo mis tesoros, aniquilando<br />

por lo menos por un tiempo, el sonido que me perseguía y ahora atrapado en<br />

un cubo de cristal, inmóvil reposa para aliviar el peso de mi aberración fanática.<br />

Si he de admitir mi obsesión cuando ese particular sonido producido por los<br />

seres bípedos se apodera de mi mente ese toc toc señor juez, suele ocurrir a<br />

menudo y se hace más intensa mi obsesión cuando esos seres bípedos están<br />

dispuestos y extasiados ya que el sonido agudiza sin dejarme controlar, yo<br />

actuando por instinto lo atrapo y obtengo paz a cambio de su eterno silencio.<br />

Algunos hombres bípedos pensarán que es grotesca y horrorosa mi forma de<br />

proceder, se preguntarán y por qué un hombre escribe de cómo se deshacer<br />

de aquellos creer amar, pero qué más da, tal vez tengo que sacármelo de<br />

encima, escupirlo, librarme un poco del peso de los hechos.<br />

Llevaba más de un mes observándola, paseando de lejos y ya sabía que<br />

escondía algo, lo noté en su forma de sonreír, era constante, deliberada y<br />

fresca, anormal a las sonrisas de los hombres bípedos cargadas siempre de un<br />

profundo horror, concluí definitivamente que la causa de su felicidad se hallaba<br />

en lo que escuchaba. Esa forma de estirar sus carnosos labios con esos<br />

profundos hoyuelos que se abrían en sus rosadas mejillas y producir una cierta<br />

armonía natural por donde cruzaba. Era ya insoportable para mí, también me<br />

preguntaba ¿Qué pensará sobre los anónimos mensajes que le he empezado a<br />

dejar por la universidad? Pero la cabeza se me hinchaba cuando la observaba<br />

pasearse tan sobresaltada, tan voluptuosa en la bicicleta por la universidad.<br />

¡Ah! Ya sabía que estudiaba enfermería pues al seguirla la veía entrar a clases<br />

sin que se percatara de mi presencia, tal vez desagradable, tal vez grotesca, si


he de admitir que un día incluso llegué a pensar en acercarme y preguntarle de<br />

una buena vez qué es lo que escucha que la hacía tan feliz ¡Que ya no<br />

soportaba su perturbadora felicidad en mi presencia! ¿Por qué un ser bípedo<br />

ha de ser tan feliz en este mundo? Pero nunca lo hice, mi voluntad era<br />

apaciguada por el tiempo y yo seguía ahí, observándola pasear, pregunté un<br />

par de veces por ella en la torre de enfermería, ¡Alguien que me dijera cómo<br />

era, qué le gustaba hacer además de pasearse en su bicicleta escuchando yo<br />

no sé qué que la hacía tan feliz! Pero nada, a lo sumo me decían que la habían<br />

visto con un fulanito o sutanito lleno de granos y cuando trataba de localizarlos<br />

me decían que no los habían vuelto a ver jamás, que se enamoraron y<br />

decidieron salirse de la universidad que ahora se dedican a las pepas y a darse<br />

contra las paredes. Las noches se empezaban a ser insoportables, la luz de<br />

luna penetraba la alcoba y resplandecía en mi insomnio, el sonido empezaba a<br />

sonar ya poco a poco lánguidamente en mi cerebro, ese sonido se me había ya<br />

metido en la cabeza para siempre, provocándome un sopor insoportable, un<br />

ansia por algo de belleza en ese cuerpo miserable y débil, me retorcía como un<br />

gusano por toda la cama tratando de escapar, de callar ese sonido y ansiaba<br />

rápidamente el alba cuando ya sudaba frío para levantarme y verla pasear<br />

fogosa en su bicicleta por la universidad. Sentí una profunda e inesperada<br />

aprensión cuando la vi allí parada tan solitaria y frágil pero poderosa frente al<br />

cartel pegado en su bicicleta con letras rojas chillonas que decía “SOY QUEIN<br />

TE ESPERA EN TU ANSIEDAD”, pero mas que letreros eran pistas, pistas<br />

para llegar hacia mí su inesperado encuentro, de lejitos descubrí una cierta<br />

simpatía, una sonrisita a carcajadas que se trataban de tragar mientras<br />

despejaba el cartel de su bicicleta y guardaba su pedacito de infierno en su<br />

chaqueta.<br />

Un día la seguí hasta su oficina en la universidad señor juez, trabajaba en el<br />

centro de investigaciones que quedaba en un rincón oscuro de techo bajo y<br />

poca luz donde no cortaban la maleza y allí la vi bajando de su bicicleta yo<br />

enardecido, embriagado por atraparla, de una buena vez me zambullía en mi<br />

impotencia que se apaciguaba con un poco de licor, borracho mientras la<br />

observaba con firme determinación de ponerle fin a mi destino que esperaba<br />

tras su palpitar.<br />

Ya en las noches a causa de mi ya adquirido insomnio planeaba mi discursos<br />

señor juez, experimentaba con frases y estructuras en las oraciones para no<br />

fallar en mi intento tal vez único y determinante “NI QUE FUERAS MI<br />

ALEGRÍA” “SÓLO POR UN POCO <strong>DE</strong> TI” “ERES EL ACTO <strong>DE</strong> LAS<br />

TINIEBLAS” eran algunas frases que experimentaba, pero en la cama era<br />

insoportable como su sonido me perseguía, tenía que pararlo, ¡Y espero que<br />

no me mire con esos ojos, que aún falta la mejor parte señor juez!<br />

Otro día espié en su oficina, sabía que no se encontraría allí ya que la había


visto salir en su bicicleta, al dar algunos pasos me percaté de un penetrante<br />

olor, un olor a papel envejecido, había algo de pesadumbre en esa habitación<br />

como si la peste estuviera rodando por ahí, al hallarme en medio de la<br />

habitación algo me horrorizó, casi pierdo la razón al ver su oficina<br />

completamente llena de cartas y avisos pegados en las paredes de las puertas<br />

y ventanas, cartas que como las mías pertenecieron a otros hombres que le<br />

había escrito para poderla conquistar, di unos cuantos pasos hacia atrás para<br />

girar y salir corriendo en medio de la oscura habitación pero sobre una mesa<br />

larga de madera observé su walkman, al lado una pila larga de casetes<br />

estratégicamente ubicados me sorprendió la manera de ubicarlos como en<br />

orden de importancia, tomé el primero y lo puse en la casetera, sentía una<br />

aprensión en mi interior, por fin escucharía aquello que la hacían tan feliz<br />

podría tal vez compartir su felicidad. Al apretar el botón no reconocía bien los<br />

sonidos que escuchaba al comienzo de la grabación, parecía como si alguien<br />

estuviese arreglado algo, luego gritos desesperados de compasión de un<br />

hombre implorando vida ante su tortura, reconocí la voz de la mujer, era<br />

escabrosa la forma en que decidía hostigar, de maldecir mientras el hombre<br />

empezaba a sucumbir, pasé rápidamente a un segundo casete sin seguir el<br />

orden, otro hombre imploraba vida, otro tipo de suerte le esperara, sutilmente<br />

sentí cómo una mano se posaba sobre mi hombro, era delicada, frágil, ya sabía<br />

quien era, al girar la cabeza la vi, sonreía tenue mientras en la otra mano<br />

sostenía uno de los letreros que le había dejado en el camino en letra grande<br />

mayúscula “SÓLO POR UN POCO MÁS <strong>DE</strong> TI”, me quité los audífonos y<br />

escuche su sonido tan cerca, tan vivo, el sonido aceleraba su intensidad, ya<br />

sabía lo que a continuación debía pasar, se acercó y sentí su aroma, alía a<br />

manzana, me besó lentamente los labios, luego los acercó hasta mi oreja y<br />

pronunció algunas palabras en las que sintetizaba su secreto y cómo ahora<br />

debía proceder conmigo, entonces no pude soportar ya más ese sonido suyo y<br />

apreté el cuchillo y se lo hundí profundo en el pecho, su sonido empezó a<br />

desvanecer poco a poco mientras yo pegaba mi oído en su pecho para<br />

recordarlo al irse.<br />

Al llegar a casa señor juez, dejé mi nuevo corazón reposar en la estantería<br />

junto con los demás, ya llevo más de doce, ahora si duermo sin que ningún<br />

sonido altere mi bienestar señor juez, aunque sé que pronto encontraré a algún<br />

ser bípedo más.<br />

Fabián Hernández

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