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programas de animación sociocultural - EDUCACIÓN SOCIAL ...

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1.1. Hacia una evaluación con sentido: la evaluación humanista<br />

La acción <strong>de</strong> valorar -evaluar- es consustancial al ser humano. El proceso <strong>de</strong> asignar<br />

valor a nuestras acciones nos permite ubicarlas y -en el mismo proceso- ubicarnos en el tiempo.<br />

Una acción no evaluada o bien se torna intemporal o se ancla en un presente <strong>de</strong>snudo, sin<br />

referentes ni significado.'Sin la mirada que valora, nuestras realizaciones carecerían <strong>de</strong> sentido y<br />

<strong>de</strong> continuidad y estaríamos con<strong>de</strong>nados a repetirlas ciega y constantemente. Evaluar las<br />

acciones realizadas no tiene porqué resultar esencial para la producción <strong>de</strong> cambios en nosotros<br />

mismos o en el entorno pero, sin hacerlo, es imposible tener conciencia <strong>de</strong> que esos cambios se<br />

han producido. Y, lo que es más importante, no hay forma <strong>de</strong> precisar el sentido y la dirección<br />

<strong>de</strong> los mismos; el significado específico que tienen para nuestra vida. La conciencia <strong>de</strong> mejora,<br />

<strong>de</strong> avance o <strong>de</strong> progreso es siempre el resultado <strong>de</strong> una evaluación consciente o<br />

inconscientemente realizada.<br />

Asignar valor a las acciones que realizamos es una manera <strong>de</strong> dotarlas <strong>de</strong> significado<br />

dado que la evaluación tiene que ver con la comprensión profunda <strong>de</strong> aquello que se evalúa.<br />

Asignando valores a lo hecho la evaluación orienta la acción; posibilita y favorece la toma <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>cisiones. Los procesos evaluadores se manifiestan como un medio para generar cambios<br />

dirigidos y conscientes; para construir y reconstruir continuamente nuestras i<strong>de</strong>ntida<strong>de</strong>s. El<br />

proceso <strong>de</strong> asignar valor a una acción concreta es también un proceso <strong>de</strong> creación, dado que al<br />

valorarla <strong>de</strong>scubrimos nuevas perspectivas <strong>de</strong> la misma. Caracterizar la evaluación, como un<br />

proceso <strong>de</strong> creación <strong>de</strong> nuevas realida<strong>de</strong>s y como un medio para construir, supone relacionarla<br />

<strong>de</strong> forma inmediata con los procesos <strong>de</strong> aprendizaje. La evaluación es, antes que nada, un<br />

camino y una posibilidad para apren<strong>de</strong>r sobre nosotros mismos y sobre nuestras acciones. La<br />

mirada que valora es una mirada que relaciona, que contrasta, que mi<strong>de</strong>, que interpreta y que<br />

analiza; por eso produce cambios en el agente y le hace sujeto <strong>de</strong> los aprendizajes consiguientes.<br />

Todas estas potencialida<strong>de</strong>s son directamente transferibles a los procesos <strong>de</strong> evaluación<br />

<strong>de</strong>sarrollados colectivamente. De hecho, la perspectiva grupal hace algo más que enriquecer la<br />

evaluación; se convierte en un elemento esencial e indispensable en su aplicación. La<br />

evaluación, afirma Mateo, inci<strong>de</strong> en el aprendizaje social <strong>de</strong> valores (interiorización), en la<br />

conformación cultural y su puesta en marcha correspon<strong>de</strong> a todos los integrantes sociales<br />

(1996, p. l l). El proceso evaluador se dota así <strong>de</strong> una nueva potencialidad: es un medio <strong>de</strong><br />

comunicación y, como tal, posibilita contactos, mediaciones y compromisos entre los<br />

participantes. Es en este sentido, también, que se pue<strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> la evaluación como <strong>de</strong> un<br />

proceso emergente, en tanto que genera visiones colectivas compartidas sobre los objetos, las<br />

situaciones o los procesos evaluados, que no resultan directamente <strong>de</strong>rivables <strong>de</strong> las diferentes y<br />

particulares visiones previas.<br />

La mirada colectiva que evalúa reconoce el diálogo, la diferencia, la discrepancia, el<br />

compromiso, la cooperación y el conflicto creativo, dado que sin ellos la colectividad no existe<br />

como tal. Todos ellos se constituyen, así mismo, en actitu<strong>de</strong>s y procedimientos claves en el<br />

diseño y <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> procesos <strong>de</strong> evaluación. Todos ellos son, por último, elementos que<br />

configuran las i<strong>de</strong>ntida<strong>de</strong>s colectivas. La evaluación pue<strong>de</strong> ser también un medio para el<br />

autoconocimiento, la reconstrucción o la mejora <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>ntida<strong>de</strong>s colectivas.<br />

Toda evaluación es algo más que una mera <strong>de</strong>scripción o análisis. Es, en esencia, una<br />

comparación entre lo que hay y lo que creemos que <strong>de</strong>bería haber. El creemos y el <strong>de</strong>bería<br />

remiten necesariamente a una axiología que será, al mismo tiempo, causa y consecuencia <strong>de</strong> la<br />

i<strong>de</strong>ología <strong>de</strong> todos los implicados en el proceso evaluador. No hay evaluación neutra; siempre<br />

obe<strong>de</strong>ce, tanto en lo que se refiere al diseño como a los instrumentos, al planteamiento<br />

i<strong>de</strong>ológico <strong>de</strong> los evaluadores. La evaluación tiene un porqué y un para qué que contextualizan<br />

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