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LA IMPOSIBLE VOZ - Roderic - Universitat de València

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II. MEMORIA DE LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN EN CHILE<br />

203<br />

a un goce que coagula en el rego<strong>de</strong>o imaginario en las escenas <strong>de</strong><br />

tortura, absolutamente fantasmatizadas. La <strong>de</strong>scripción pormenorizada<br />

<strong>de</strong> las formas <strong>de</strong> la tortura ejercida sobre el cuerpo <strong>de</strong>l sujeto<br />

que relata su propia experiencia es terreno abonado para que<br />

esa fascinación (que produce una peligrosa indiferencia moral ante<br />

lo representado) se instale en la relación entre el lector y la escena<br />

<strong>de</strong> la que el texto da cuenta. Sobre todo si <strong>de</strong> cada testimonio se<br />

<strong>de</strong>scontextualizan las escenas más impactantes, las que apuntan<br />

directamente al suplicio <strong>de</strong> los cuerpos, y se yuxtaponen en el informe<br />

al margen <strong>de</strong>l relato en la que originalmente aparecían como<br />

un elemento cuyo sentido sólo surge en la relación que mantiene<br />

con los otros elementos narrativos. Esa sucesión <strong>de</strong> imágenes impactantes<br />

no sólo pue<strong>de</strong> convocar el goce sádico <strong>de</strong>l lector, sino<br />

generar una paralización (en términos políticos y morales) en él,<br />

como efecto <strong>de</strong>l shock que la acumulación <strong>de</strong> escenas espantosas<br />

pue<strong>de</strong> producir en un lector no avisado o que precisamente busque<br />

esa experiencia en el texto 15 . A eso apunta la cita <strong>de</strong> Alfredo<br />

Jocelyn-Holt anteriormente expuesta, cuando al hablar <strong>de</strong> la memoria<br />

social <strong>de</strong> la dictadura planteaba que “los trastornos traumatizantes<br />

que han rondado fantasmalmente estos últimos veinte y<br />

cinco años han sido relatados y reiterados con toda suerte <strong>de</strong> <strong>de</strong>talle<br />

escabroso” (1999: 31).<br />

15 Una cierta tradición <strong>de</strong>l cine <strong>de</strong> terror, el llamado gore, basa la fascinación<br />

<strong>de</strong>l espectador en una sucesión similar <strong>de</strong> escenas terribles en las<br />

que los cuerpos sufren toda suerte <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedazamientos y en las que el<br />

goce <strong>de</strong>l espectador coagula en torno a representaciones fantasmatizadas<br />

<strong>de</strong> la corporalidad disgregada. No es difícil imaginar a un sujeto<br />

que busque ese tipo <strong>de</strong> goce en el Nunca Más: si la lectura suspen<strong>de</strong> las<br />

implicaciones históricas, políticas y morales frente a las escenas representadas<br />

–algo, hay que <strong>de</strong>cirlo, que no se halla exento <strong>de</strong> dificulta<strong>de</strong>s<br />

y que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el propio texto se trata, explícitamente, <strong>de</strong> evitar–, el resultado<br />

no es <strong>de</strong>masiado diferente a, por ejemplo, una novela como<br />

American Psycho.

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