NUEVO ISIDRO TOMO 2.indd - La Revolución Neogranadina

todos los males juntos. Pero no obstante esto, voy
para vuestro consuelo a manifestaros ya, que la
obediencia por el contrario es hija de su amor que nos
asegura del perdón, y de todo género de felicidades
y bendiciones.
SEGUNDA PARTE
Es la obediencia aquella virtud divina, por la que se
hace el hombre digno de las bendiciones eternas, y
acreedor a todos los bienes posibles,(34) de tal manera
que el alma fiel, y obediente debe considerarse como
el Trono de la gracia, y asiento de las virtudes, como
el Cielo hermoso, cuya luz nos descubre el camino
de la bienaventuranza, y como el Paraíso celestial en
donde habita Dios como en su propia morada y lugar
de sus delicias.
Aún la fe misma que profesamos, y con cuyo
auxilio se elevan nuestras almas al conocimiento de
Dios, y de sus eternas verdades, sin la obediencia
nada vale, ni de nada sirve, según el testimonio del
Apóstol Santiago,(u) porque la fe sin las obras es
una fe muerta, esto es, la fe sin la obediencia, la cual
es únicamente la que promueve, y pone en ejercicio
las obras buenas, para conservar la vida de la fe;
pues las obras malas por el contrario, como que se
apartan de la obediencia, nos quitan la vida de la fe,
dejándola como muerta. Por esto también nos dice
San Pablo (x) que Jesucristo se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte, por lo cual lo
exaltó su Eterno Padre, y le dio un nombre sobre
todo nombre,(y) para que lo adorasen postrados los
Angeles en el Cielo, los hombres en la tierra, y los
Demonios en el Infierno.
Esto supuesto, ya se deja entender cuán útil, y
necesaria sea la virtud de la obediencia, la cual, ahora
más que nunca, debemos religiosamente observar a
vista de los infinitos males que por su inobservancia
Colección Bicentenario 277