Junio de 2012 - El Pitic

La Casa Hogar La ProvidenCia
feLizmente está CeLebrando su
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Año X Número 133 Junio 2012 Edición Mensual Hermosillo del Pitic, Sonora. Antes Villa del Pitic
HOTEL SUITES KINO
La historia de un hotel... PÁG. 9, 12, 13
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2 Hermosillo, Son., junio de 2012
DIRECTORIO
El hombre joven no tiene memoria
Más tarde, goza al recordar
vivencias pasadas.
Y mucho más tarde, vive de ellas.
Fundador
Arnoldo Salazar Woolfolk+
Director
Fernando Andrade Domínguez
H. Rangel Lugo No. 139
esq. 5 de Febrero.
Barrio La 5 de Mayo.
Tel. 217-28-04, 215-34-56 y
(6621) 73-81-22
andrade_nando@yahoo.com.mx
Distribución
Diego Redo Hoeffer
Lic. Armando Gastélum Alcaraz
Impreso en los talleres de
Editorial El Auténtico, S.A. de C.V.
Reg. en Trámite
En el pasado mes de Mayo,
celebramos el Día de las Madres
y el Día del Maestro, dos fechas
en las que de alguna manera los
humanos tenemos la oportunidad
de mostrar a esos dos personajes
todo el agradecimiento de que
somos capaces y cuando menos
en esos días, tratar de hacerles
sentir todo el cariño y con mucha
dulzura reconocer y retribuir en
mínima parte toda la gratitud de
que somos capaces, considerando
el enorme sacrificio que hicieron
para conducirnos en la parte
medular del inicio de nuestra
aventura por esta vida.
Jamás dejarán de ser la parte
más importante de nuestra
educación, apoyando el viejo
adagio que dice que la educación
“se mama”, originalmente
en el hogar y posteriormente
en el interior de las aulas, en
que la formación del humano
toma la forma y el sendero que
lo conducirá hacia el triunfo,
mediante los conocimientos
que nos proporcionan nuestros
queridos “MAESTROS”, así, con
mayúsculas.
Cuando acudimos a nuestros
recuerdos, siempre y sin duda
acude a nuestra memoria el
recuerdo imperecedero de
un Maestro o Maestra que
nos marcaron y que en algún
momento superaron el cariño que
sentimos por nuestros padres,
dicho así, suena hasta un poquito
exagerado, pero no es más que
la legítima verdad, una verdad
de a kilo que nos hace evocar de
inmediato la mano bienhechora
que nos recibió cuando por
primera vez arribamos a la
Escuela y que sin conocerla y sin
saber jamás de su existencia, de
inmediato la convertimos en la
efigie que venía a tomar forma
como nuestra “hada protectora”,
en la figura materna con la que
pasábamos el mayor tiempo de
nuestros infantiles días.
MADRES del universo,
E d i t o r i a l
MAESTROS y MAESTRAS del
mundo, nunca la humanidad
tendrá una deuda más grande
y que jamás pagaremos, todos
los días debemos recordarlas
y estarles eternamente
agradecidos.
VALE
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4 Hermosillo, Son., junio de 2012
a ojos de teCoLote...
cuando los salineros, que así se llamaban a los Seris de la costa cercana,
invadían la aldea para llevar a cabo sus matanzas y pillerías.
Pasada la embestida regresaban, y curiosamente aliados poco a poco con
miembros de otras tribus pacificadas que llegaban a guarecerse; unidos
por su pacifismo y por el evangelio que les habían traído los padrecitos,
crecía un núcleo abigarrado, que buscaba la manera de prepararse para
repeler una nueva intrusión y no verse obligados a alejarse de un lugar de
promisión donde practicaban la agricultura y la cría de algunos animales.
Una de esas veces, como en las fábulas humanas, acertó a pasar por el
lugar un séquito en estos tiempos incomprensible, una veintena de
hombres: soldados y misioneros.
Avistados al norte, desde muy lejos, por los correos que dieron noticia a los
caciques de la aldea, tuvieron un singular y afectuoso recibimiento, buen
refrigerio y la comodidad de un alojamiento hasta donde las condiciones
lo permitían, en chozas de carrizo y lodo, ambos de la Ciénega cercana.
Despunta el alba al día siguiente. La gente se ha levantado muy temprano.
Crece la columnilla de humo que anuncia el perol del rico desayuno que
han de servir las mujeres mayores.
A media mañana, ya lavados en el lago, se ofreció una misa en el lugar.
A falta de capilla, se aprovechó una choza amplia que se destinaba a las
reuniones de los indios, preparada para el efecto, completándose el techo
y adornada con algunas flores que crecían en los márgenes de la laguna
y en la pradera cercana.
El oficio que resultó solemne por la entregada participación de todos
los misioneros, por la reverencia y el respeto de los oyentes y por lo
extraordinario de la ocasión, lo encabezó el misionero Jesuita itinerante de
la Orden, que iba al mando del grupo y evangelizaba el territorio y quien
inspirado por las condiciones en que se encontraban, pronunció un cálido
sermón, agradeciendo a Dios la pródiga naturaleza del lugar, invitando a
la paz, la unidad y al trabajo, para el crecimiento en el evangelio de Cristo.
De tal manera ardiente fue la homilía, que hasta los que no le entendieron
se sintieron conmovidos y creyentes.
Resultaba curioso ver aquel grupo, disímbolo y extraño; indios y
peninsulares; el clérigos y soldados; conquistadores y conquistados,
unidos por su visible fe.
Terminado el ritual, el militar en jefe, que en aquel entonces recorría las
llanuras en avanzadas punitivas contra los indios rebeldes y hoy protegía
el peregrinaje de la misión religiosa; auxiliado en la propia autoridad del
misionero, cautivado por el promisorio y bello entorno del paisaje, que
era además a sus ojos de militar un sitio estratégico, y entusiasmado
por la aparente reciedumbre de sus habitantes dirigió a los nativos un
alentador mensaje, ofreciéndoles cuidados y respaldos.
Les ordenó que nunca más dejaran de habitar ese lugar, y obteniendo
juramento de ellos, les hizo solemne promesa de que en adelante sería
reconocido y protegido por el Rey de España, procediendo enseguida a
darle nombre cristiano al poblado, fundando así, lo que acordó junto con
los misioneros en llamar La Santísima Trinidad del Pitiquín.
Así de sencillo nació el Pitic, justo al lado del río que le dio la vida así
como su nombre. El recuerdo de estos ojos y el reporte escrito que hizo
el militar del hecho, y que después de siglos rescató hace poco para estas
tierras Don Juan Antonio Ruibal Corella, ilustre varón, gran historiador y
perdido enamorado de Sonora, son lo único que existe; lo demás es sólo
ilusión.
La mañana del suceso era tranquila. El sol brillante irradiaba un calor
que anunciaba con claridad la inclemencia del verano que se avecinaba.
Yo en aquel entonces empezaba a adquirir la costumbre de observar a
los hombres y pude advertir el temple estoico del barbado militar, que
proyectaba en sus ojos claros, ventanas de un rostro curtido y la certeza
de estar cumpliendo con una misión para la que había sido elegido por
el cielo.
(Continuará en el próximo número)
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Hermosillo, Son., junio de 2012
EXPERIENCIAS IMBORRABLES DE LA NIÑEZ
Faltaban más de 10 días para dar inicio a nuestras vacaciones grandes en la escuela y ya
desde entonces nos reuníamos a planear lo que íbamos a hacer durante los días que desde
hacía rato esperábamos. En la tapiecita chapita de la casa del Cabezón Martínez haciendo un
semicírculo, encaramados en un montón de arena, nos encontrábamos una chamuchina de
plebes del barrio: El Gortárez, El “Lichón” Duarte, Pepe el “Sahuarón” López, Roberto “El
Negro” Félix, Manuel “Colorado” Ruiz, Astolfo “Mocho” Morales, Luis “Rábano” Pérez,
“El Pelucas” Moreno, Alberto “Rabietas” Palacios, Luis “Pecoso” Vega, Gustavo “Tobozo”
Ruelas, Roberto “Tatete” Villa, Marco Antonio Alvarado, Pedro “Bizarro” López, Luis
“Huilochi” Rodríguez, y un montón más de los que casi ya no me acuerdo y que como no
eran muy, muy de la plebe, se me olvidaron.
Para empezar, lo primero que haríamos sería ir de cacería con hules hacia los cerritos atrás
de la Colonia Pitic, y el que matara más cachoras, huicos, porogüis, chananitas, cachorones,
perritas, salamanquesas, se ganaba el derecho de dirigir la próxima cacería hacia el arroyo
pegado al cerco de la Aviación, allá rumbo al norte, donde había conejos y liebres. Para
tumbar liebres y conejos teníamos que habilitarnos de plomitos que únicamente allá por
los terrenos de la cementera conseguíamos de a montón. Lo anterior implicaba que primero
iríamos para el rumbo de la Sauceda donde se localizaba la Cementera; así que adelantamos
los planes y así lo hicimos, el segundo día de las vacaciones sería para allegarnos “parque”,
la piedra común no les hacia nada a los conejos, salvo que le diéramos en la frente (nunca
cazamos algún ejemplar). Lo más grande y peligroso que capturamos fue una víbora de
cascabel que cayó víctima de más de 40 “piedrazos” que le atinamos a la cabeza.
Total, empezaron las vacaciones y por “angas o mangas” algunos de nosotros no logramos
escapar a la vigilancia materna y el primer día nos lo pasamos comiendo naranjas agrias
cortadas en la Colonia Pitic, en donde abundaban. Nos sentábamos al pie de una barda de
adobe muy gruesa y le seguíamos la rotación al sol, moviéndonos poco a poco, siguiendo
Fernando Andrade Domínguez
la sombrita.
Por fin se hizo la excursión, (vagancia neta) hacia los confines de la Presa Abelardo L. Rodríguez,
por lo que nos surtimos de cuerdas y anzuelitos, y algunos muy optimistas opinaron
que no deberíamos llevar “lonchi” ya que los pescados que sacáramos los asaríamos a la
orilla de las aguas (que entonces sí había) de la Presa. Pero se impuso el pesimismo de los
que opinaron que teníamos que llevar algo para comer, porque si nos fallaba la pesca ¿qué
íbamos a comer? Total que nos compramos tres sardinas ovaladas, un poco de queso, cebolla
y unos chilitos jalapeños, dos paquetes de galletas saladas y ahí te vamos, atravesando los
cerros del “Cerotal” al final de la calle Nuevo León, atrás de la 5 de Mayo y cayendo al
Ranchito para enseguida subir el bordo de la Presa y desesperados por ser los primeros que
pescáramos algo, lanzamos la cuerda y los anzuelos al agua; las inclemencias del sol canicular
nos hacía lo que el viento a Juárez, renegridos y sudorosos sin cachuchas ni sombreros
que nos protegieran un poco, pero eso nos valía gorro, felices vivíamos la gran aventura de
pescar.
Allá por las tres o cuatro de la tarde el hambre nos hizo voltear insistentemente hacia la
provisión que llevábamos y nomás alguien dijo que tenía hambre, y en friega a “preparar”las
sardinas que acompañadas de las escasas galletas, nos sabían a gloria y con gran satisfacción
engullíamos de prisa antes que nos ganaran los demás.
No faltó el grito de “al agua patos” de uno de los chavalos, que despojándose de la ropa, se
lanzó a las turbias aguas de la Presa y frenéticamente empezó a nadar (dar de manotazos)
a diestra y siniestra. Pocos sabían nadar salvo los que tenían orígenes allá de por rumbos
de la sierra y que forzosamente aprendieron a nadar en las aguas de los ríos y arroyos que
abundaban.
Al poco rato de estar chapoteando en el agua, nos dimos cuenta que el “Nolo” se hundió y
no había salido, por lo que la alarma rápidamente cundió y en friega nos pusimos a rastrearlo
sin éxito; habían transcurrido sólo 2 ó 3 minutos cuando alguien lo pepenó de los cabellos
y con la ayuda de otros dos más lo sacaron a la orilla. El “Nolo” no daba trazas de poder
respirar y faltos del aprendizaje en proporcionar respiración artificial, le aplastábamos el
estómago, con lo que logramos que expulsara un poco del agua que se había tragado y así
que casi a rastras lo subimos al bordo de la presa, pidiendo auxilio, un auxilio que tardó
mucho en llegar en la presencia de una “charanguita” de un señor carpintero del barrio del
Ranchito, el Sr, Cuevas, que nos pidió que lo subiéramos a su “automóvil” y rápidamente
a la vertiginosa velocidad de 30 Km. por hora, atravesamos la ciudad, pero no llegamos al
Hospital con nuestro amigo vivo, por los trabajos del Blvd. Rodríguez, en ésa época en construcción,
tuvimos una detención de más de 20 minutos, fatales quizá, porque fue allí cuando
nos dimos cuenta que “El Nolo” ya no vivía.
También en nuestra niñez vivimos experiencias que nos marcaron para siempre, la muerte
del “Nolo” jamás será borrada de nuestras memorias y fue una de las primeras vivencias que
forjaron poco a poco la madurez necesaria para pasar de la irresponsable niñez a la gama de
sucesos que nos cincelan el carácter y nos preparan para la lucha diaria en el futuro.
Aquella noche del día que el “Nolo” falleció, víctima, según los médicos que dieron fe de
su muerte, de una congestión alimenticia por el hecho de lanzarse al agua recién comido,
pero yo creo más que se enredó en algún matorral del fondo de la presa, o quién sabe, pero
lo real es que un amigo se nos fue producto de la vagancia y sed de aventura de unos niños,
que necesitábamos vivir una experiencia para normar nuestro deambular por esta vida. No
digo con esto que ya no volvimos a “vagar”, pero siempre nos acompañaba el fatal suceso
del “Nolo”.
En casa del “Nolo”, su familia no alcanzaba consuelo, su madre se aferraba al cajón que
contenía los restos de su hijo, maldiciendo en todas direcciones y principalmente a la bola
de “vagos” que lo habían sacado del trabajo para llevarlo a la vagancia y a su muerte; sus
palabras nos caían como hierro fundido y nos hacían sentirnos culpables de la muerte del
compañero, que efectivamente a su escasa edad, como había aprendido inglés haciendo
labores de “caddy” en el campo de golf, trabajaba en el motel que estaba a la orilla de la
carretera Internacional y hasta allí fuimos a sonsacarlo, por lo que nosotros en cierta forma
nos sentíamos culpables de que el “Nolo“, ese día aciago, nos acompañara en nuestra loca
aventura.
Por lo general los recuerdos siempre son dulces, sobre todo los que corresponden a nuestra
niñez, pero en el caso de la plebe del barrio, hasta la fecha y transcurridos más de 50 años,
aún retumban en los oídos de los que aún vivimos los gritos acusatorios de Doña María,
que con su índice nos señalaba, culpándonos de la muerte de su hijo.
Junio de 1993…
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6 Hermosillo, Son., junio de 2012
En el diario de
Agustín de Iturbide
hay una nota
fechada el 14 de
junio dirigida a don
Anastasio Brizuela,
donde se asienta:
“Hermosillo,
asiento Ramblés 400
hombres, 150 armas
largas”.
La visita prometida
por don José María
Liceaga desde 1812,
en la que les exigía
a sus subalternos
poner orden entre sus tropas, seguramente se efectuó en 1814,
porque el 6 de julio de 1814 don José María González Hermosillo,
brigadier de los Ejércitos Americanos y comandante general de la
Provincia de la Nueva Galicia, dictó un Bando sobre Pasaportes,
Indultos y Penas a los infractores, que a la letra dice:
Don José María González Hermosillo, Brigadier de Ejércitos
Americanos y Comandante General de la Provincia de la Nueva
Galicia por su majestad el Supremo Congreso Nacional etcétera.
Como el hombre nada puede, atenido sólo a sus débiles fuerzas,
necesita que el Señor le dispense su protección; en todos casos,
la causa común, la causa de la nación americana, la causa santa,
razonable en sus principios, buena en sus fines, fundada toda en
poderosísimas razones de religión, de naturaleza y de política de
Estado; y que con tan debida justicia sostienen nuestras armas, no
prevalecerá sin que el Omnipotente extienda sobre nosotros sus
influjos y con su brazo fuerte, nos proteja, lo hará este Señor pero
GONZALEZ HERMOSILLO VIII
ignaCio Lagarda Lagarda
es necesario merecerlo. Los medios deben ser lícitos, cuando los
fines son justos. Defender la religión, y atentarla, cometiendo
excesos criminales es contradicción manifiesta. Clamar por la
libertad civil, y oprimir al inocente, se compadecerá mal querer
hacer bajar del trono, los tiranos que con despotismo gobiernan,
y no obedecer los legítimos superiores, que con justicia y
moderación rigen el Estado; en un grosero atrevimiento. Como
morada del Eterno, debe venerarse; los ministros del altar
deben respetarse; las autoridades legítimamente constituidas,
deben obedecerse, y deben ampararse los hijos de la patria, aún
aquellos que habiendo servido para su destrucción militando
bajo las tiranas banderas del déspota, desengañados de su
error, o cansados de sufrir el despotismo se desertan, y vienen
a ampararse de nosotros; principios son ciertos y muy ciertos
que nadie los ignora, pero que a pesar de este convencimiento,
muchos no lo ejecutan.
Escandalosamente abusando de algún puesto honroso que sus
superiores les han conferido, y ha pretexto de militares (sin
acordarse de que son los que principalmente están constituidos
para la conservación del buen orden) se burlan de las órdenes
de los jefes, dañan los infelices indefensos hasta el extremo
de atropellar cuando cometen sus atentados, documentos de
seguridad, que los que gobiernan han dado a algunos buenos
ciudadanos, en desprecio manifiesto de la justicia y de las
potestades, para corregir pues tamañas y tan escandalosas
infracciones, de las leyes que por las continuas quejas, no pueden
ya disimularse, y en cumplimiento de las repetidas órdenes
superiores determinadas sobre la materia, he acordado mandar
se observen inviolablemente los artículos siguientes:
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Hermosillo, Son., junio de 2012
LA FIESTA
Fernando Andrade Domínguez
Desde muchos días antes del cumpleaños del chamaco, en la familia se comentaba casi a
diario la fiesta que le estaban preparando y a la que se esperaba que asistiera toda la familia.
La tía “Chabela” le había prometido a la mamá del “buqui” que ella le iba regalar
el “keki” (pastel), con todo y sus velitas de aniversario. Doña “Mariquita” la vecina de
enseguida le estaba fabricando una “piñata”, con una olla de barro y adornada formando
un caballito. El tío Pedro ya le tenía un par de pistolas de “triquis” (petardos), con
todo y su funda; en fin ya todo estaba listo.
El día de la fiesta, toda la “bucada” de la familia y la del barrio, pasó lista de presente y
todos y cada uno de ellos le dieron de palos a la piñata que terminó hecha trizas y jaloneada,
en la pelea franca por los muchos dulces que contenía; además de juguetitos de
“sololoy” (celuloide); serpentinas, confeti, chiflos, espantasuegras y algunas pelotitas
de goma.
Aquellas “piñatas” de los cuarentas, en que nos atiborrábamos de keki y refrescos de
“chía”, “pamita”, “cebada”, “horchata” o “Jamaica”, y a veces una sodita de crema
de las de Carreón, además de la consabida bolsa de dulces de papelito o corrientes,
mazapanes, cacahuates, naranjas, y a veces hasta cañutos de caña y tejocotes; en mis recuerdos
“las piñatas” ocupan un lugar muy especial, además de que fueron las mejores
demostraciones de afecto que recibimos de nuestros mayores , (cuando menos yo); y
hoy a la distancia que nos marca el tiempo son parte primordial de la cauda de buenos
momentos que me tocaron vivir y disfrutar, ignorando los sinsabores que afortunadamente
no marcaban huella.
Todos esperábamos las piñatas de los Rendón, una familia que nos llegó de Nogales y
que vino a cambiar las celebraciones de mi barrio, los cumpleaños de la “chavalada”
antes de los Rendón, pasaban desapercibidos y únicamente recibíamos agasajos cuando
hacíamos la Primera Comunión, que el Padre de la Iglesia se encargaba de festejarnos
con una rebanada de keki y chocolate calientito. Con el paso del tiempo el ejemplo cundió
y las mamás del rumbo iniciaron una franca competencia para hacerle su fiesta al
chamaco y a cual más, se lucián y nosotros fuimos los gananciosos.
Nuestra niñez, fue demasiado tranquila en festividades y salvo la llegada de Santaclós,
no había más fiestas para los niños, no se celebraba el Día del Niño, mucho menos “Los
Santos Reyes”, costumbre del Sur que todavía no nos alcanzaba. En Navidad las niñas
recibían sus juegos de trastecitos, su monito de “sololoy”, sus juegos de “pin-yecs” y su
cuerda para saltar y párale de contar. Nosotros cuando bien nos iba: un carrito de lámina
pintado con colores brillantes, una pelota de esponja, un trompo pico de garza, muy
“carrascaloso” y por supuesto una corneta de lámina.
Que sencillos nuestros satisfactores para divertirnos, simples y económicos, la época
de la guerra y la postguerra nos trajo una escasez galopante y nosotros los niños “sufrimos”
por tan magros recursos de nuestros padres. Crecimos en una barriada muy
pobre, pero eso nos valía lo que se le “unta al queso”, vista a la distancia esta situa-
ción nos hacía lo que el “viento a Juárez”, simple y
sencillamente ignorábamos que éramos pobres; no
conocíamos de beneficios favorables, placenteros o
comodidades modernas.
Seguido mis hijos curiosos me preguntan cómo
fue posible que sobreviviéramos a esas épocas tan
difíciles, fácil y sencillo, ignorábamos que existieran
comodidades como las que en la actualidad
gozan, y no nomás en estos tiempos, a partir de
los años cincuentas se inició el cambio radical que
significan: la estufa de gas, el refrigerador, el aire
acondicionado, el teléfono, la televisión y la cauda
de inventos que han traído a la juventud, además
de la agradable estancia, muchas cosas negativas:
gordura y sus derivados, mala alimentación, falta de sociabilidad (los vecinos no se conocen,
se encierran), poco a poco la niñez dejó de correr, jugar al aire libre y andar descalzos
en comunión directa con la naturaleza, subiendo a los árboles y mojándonos con la lluvia,
comiendo frutas naturales (péchitas, guamúchiles, naranjas agrias, limones, verdolagas,
quelites, berros, etc. etc.), creando anticuerpos, además de que comíamos poca carne, muy
“de vez en cuando”, menos productos enlatados y mucho menos refrescos embotellados
que son el flagelo de la niñez, sobre todo las “colas”.
Se asombran al saber que nos tocó ir a la escuela con la “pata a raiz”, descalzos, en tiempo
de frío y de calor, sobre todo en tiempo de calor en que no era muy usual cubrirse la cabeza
con una gorra, ahora hay para golf, beis, futbol de los dos soccer y americano, pocos tenían
bicicleta, no nos llevaban a la escuela en carro, hacíamos el recorrido a pata y no nos sucedía
nada, nos juntábamos en bola los que vivíamos para el mismo rumbo y entre juego y juego,
broma y broma, felices retornábamos a la casa, listos para volver por la tarde y también los
sábados.
Los fines de semana se deslizaban con una calma y tranquilidad sin mucha variantes, excepto
que el sábado teníamos que asistir a la doctrina, el domingo a misa y ya más grandecitos
al esperado Matineé, al Noriega o después al Sonora. Ya empezaba la edad de la
“punzada” y las niñas superaban la etapa de “feas y repugnantes” por la de “angelicales y
hermosas”, se transformaban y pasaban a ser la inspiración de cartitas llenas de caramelo
de bolita y melosas frases de amor, llenando páginas y páginas de los cuadernos con sus
iniciales y pensamientos dedicados a la chica de los sueños que invariablemente a cada
semana se cambiaba, ya que cambiar de novia era como cambiar de camisa, aun cuando
cambiar de camisa no fuera tan frecuente.
“Sin zafo ni zarafo, ni pa´rriba ni´pá´bajo”, créanme que jamás cambiaría mi niñez por la de
un niño de estos tiempos, fui dolorosamente feliz y agradablemente niño, puedo decir con
satisfacción que pertenezco a la clase privilegiada de los nacidos en los treintas y que afortunadamente
todavía sobrevive y que doblemente gozo, ya que viví una hermosa época y
digo doblemente, porque al recordarla, de alguna manera vuelvo a vivirla. ¡¡Salud!! sesentones
y setentones, son ustedes una especie en vías de desaparición que necesitamos seguir
recordando, porque es el alimento que nos mantiene activos y productivos, aun cuando
nuestras fuerzas mermen y seamos eternos clientes de las farmacias y mantengamos la
economía de los médicos y hospitales. G r a c i a s…
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8 Hermosillo, Son., junio de 2012
PADRES Y MAESTROS
Fernando Andrade Domínguez
En el mes que transcurre, hemos homenajeado y recordado a las MADRES y a los
MAESTROS, y jamás podremos pagar la enorme deuda que hemos contraído con
estos dos personajes, que desde los inicios de la humanidad tomaron carta de naturalización
en nuestras vidas.
Comúnmente se dice que la “educación se mama”, efectivamente, es en el hogar
en donde adquirimos el modelo a seguir en nuestro comportamiento para enfrentar
los vaivenes de la vida, son nuestras madres quienes nos forman el carácter y nos
preparan para la brega diaria; son desvelos, dedicación de horas y horas y que sin
escatimar ningún tipo de recursos nos dedican, desde el día que somos concebidos
hasta el final de nuestra existencia.
La labor de nuestras madres en cierta forma opaca la tarea que desempeña el PA-
DRE y no se trata de comparar de ninguna manera, ni polemizar la importancia de
las tareas que desempeña cada uno de estos personajes, la educación nos la otorgan
y se comparten ambos en el desempeño de labor tan extenuante, pero que con el
paso del tiempo es a la MADRE a quien le otorgamos un poquito más de reconocimiento
en sus labores de educación, principalmente en nuestra fase de niños.
Posteriormente los MAESTROS toman la estafeta y continúan con las labores educativas
y de formación de los infantes, posteriormente puertos y finalmente adultos;
son quienes se encargan de prolongar la necesaria preparación para poder realizarnos
en lo futuro y también de formarnos un carácter. Muy usual en las primarias
el que nuestros maestros se encargaran de cultivar el cariño por nuestras madres,
tal vez, primeros en reconocer la enorme labor desarrollada por esos seres, que sin
pensarlo serían capaces de dar la vida por sus hijos.
Con mucho agrado y con un dejo de nostalgia, me remonto a esos días anteriores al
día de las MADRES, todos los días le dedicábamos horas a elaborar los “trabajos
manuales” con que íbamos a obsequiar en su día a nuestras mamacitas: Cortineros,
portarretratos, pensamientos enmarcados, tablas para picar verdura, percheros, recogedores
de basura, figuras elaboradas con “abatelenguas”, con semillas de maíz,
frijol o pastas de harina, que complementábamos con juegos de picheles y vasos,
dulceras, termos para el café, juegos de vajillas de peltre, ollas, utensilios varios
de cocina y en fin, una serie de artefactos que en realidad sólo servían como satisfactores
en las labores propias del hogar en que las MADRES eran duchas y que
únicamente servían para que ellas llevaran a cabo las tareas propias de la casa. No
sé por qué razón no le dábamos importancia a otro tipo de satisfactores: un perfume,
ropa, dinero, zapatos; no, puras cosas que utilizaban en sus trabajos en la
casa, ah y además ese día se juntaba toda la “chamuchina”, la casa se convertía en
una romería a la que acudían: hijos, esposas de los hijos, nietos, hermanos y toda
la parentela de la madre y del padre, hasta los parientes políticos hacían acto de
presencia para disfrutar el Día de la Madre, quien para el caso había cocinado para
su “agasajo” y que al final del día extenuada, de cocinar y servir a todos y cada uno
de los comensales, todavía tenía que “lidiar” con el marido, a quien se le habían
pasado las “cucharadas” y se resistía a acostarse; pero también, lavar y secar toda la
vajilla utilizada, ollas, platos, cucharas, tazas, vasos,etc., y además barrer y trapear
la casa, que había sido objeto del desordenado uso de la “tropa de ocupación”, que
cariñosamente se había dado cita para “celebrar” el Día de la Madre.
Cualquier parecido con la realidad es solamente una coincidencia, porque no creo
que todavía se dé el caso (añil); y con certidumbre pronunciar el “Madre, sólo hay
una”, sí porque una segunda no aguantaría.
Actualmente celebramos el Día del MAESTRO, manifestándole nuestro agradecimiento
con una cordial y sincera felicitación y por supuesto recordándoles por “sécula
seculorum”, pero difícilmente se lo demostramos cuando acudimos en calidad
de alumnos, en esa fase y en muchas ocasiones sentíamos al MAESTRO como el
ogro que nos exigía y a diario nos obligaba a la tarea, en esos momentos no teníamos la
capacidad de poder entender la enorme labor que tenían en sus espaldas, la encomiable
responsabilidad de entregar ciudadanos útiles y capaces de poder subsistir a través de
la vida que nos esperaba.
Yo también formé parte de las tropas de ocupación en mi casa y también odié en algunos
casos a mis maestros, pero hoy al final de la carretera que me lleva a mi destino, hago
un alto y mirando el espejo retrovisor de mi vida, hago un acto de contrición, pero no me
deslindo de la responsabilidad de que en su momento fui actor. Hago votos porque las generaciones
presentes y las futuras también, entiendan y comprendan las labores que les tocó
desempeñar a las MADRES y a los MAESTROS de todo el mundo y corrijamos el rumbo,
reconociendo en vida a esos personajes que con el tiempo les rendimos pleitesía cuando
fatalmente ya no están presentes en este mundo. G R A C I A S.-
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Hermosillo, Son., junio de 2012
HISTORIA DE UN HOTEL
Tiene una mirada bondadosa y una sonrisa que refleja el alma. Es una dama hermosillense
que ha sido testigo del transcurrir de más de nueve décadas. El solo hecho de
pronunciar su nombre acarrea un torrente de simpatías. Ella es doña TERESA NORIEGA
GARCIA VDA. DE ARIAS.
Doña “Tere” como cariñosamente se le conoce en Hermosillo, es descendiente de la pareja
conformada por Don Alfredo G. Noriega y doña Elvira García de Noriega. Sus hermanos
fueron Alfredo, María y Elvira.
La madre de doña Tere, doña Elvira, fue una mujer dinámica y emprendedora, cualidades
extraordinariamente adelantadas para su época. A principios del siglo XX no era común
que una mujer interviniera en los negocios: terrenos reservados exclusivamente a los
varones. Doña Elvira García de Noriega, adquirió en 1922 el Hotel Cohen, propiedad
que recibió “como pago de una deuda”. La misma hospedería que rentó y administró de
1891 a 1922, don Marcos Marck Cohen. Para entender plenamente lo que hay detrás del
hotel, hay que recurrir a la tradición oral de la familia Noriega García, como la cuenta su
propia hija, doña Tere.
En la sala con doña Tere
Sentada en un mullido sillón, en su espacio, en la sala de su bella casa, doña Tere nos
cuenta que su padre, Alfredo G. Noriega fue dueño de uno de los campos pioneros de la
costa de Hermosillo a finales del XIX. En el campo San Fernando se cultivaba con éxito
el trigo, la cebada, el frijol y el algodón. Debemos recordar que por aquellos años México
era considerado como el “Cuerno de la Abundancia”.
Con cientos de peones, San Fernando era autosuficiente, como lo eran muchos de los
campos agrícolas y haciendas en México. Doña Tere afirma: “allí se ordeñaba leche, con
la que se hacían unos quesos muy sabrosos, había también una bien montada curtiduría,
en donde a los trabajadores se les hacían sus ”tehuas”. En el campo había alimentos para
todos, esa era la orden de mi padre. San Fernando contaba con todos los servicios de una
comunidad. Para llegar al campo, ubicado a 65 kilómetros de Hermosillo, había que salir
de madrugada y llegar al crepúsculo.
Aunque San Fernando es el nombre oficial del campo agrícola, todos en la Costa de Hermosillo
lo conocen como Campo “La Máquina”, pues cuenta doña Tere que había una
colosal máquina, parecida en dimensiones a una locomotora -que extraía agua de su pozo-
. El monumental aparato hacía tal “estruendo” que era imposible ignorarlo: la máquina
se escuchaba día y noche a una legua de distancia. Según recuerda Gerardo Dyck Feher,
vecino del campo “El Kilowatt”, aquel aparato era un Fairbancks Morse de 3 pistones
cuyas dimensiones de cada uno, eran las de un motor de Volkswagen.
Es de justicia mencionar que el agua del pozo “La Máquina” irrigó por primera vez los
fecundos sembradíos de la costa hermosillense.
El Ataque de los Yaquis a La Máquina
Trotaba con algunos tropiezos el año de 1916. Eran tiempos violentos en nuestro país,
en que Sonora no era la excepción. La tribu Yaqui que había sido cruelmente hostigada
durante el porfiriato, asolaba las poblaciones sonorenses y sus campos agrícolas... Los
periódicos de la época destacaban la siguiente noticia: “Las tropas federales, destaca
mentadas en Víchame, ametrallan a un grupo de pascolas, matando a 60 yaquis, hombres,
mujeres y niños, provocando una nueva rebelión indígena”.
El campo “La Máquina” fue presa de la furia de la tribu. La actitud de doña Tere adquiere
un matiz de tristeza: “Durante el ataque, mi padre se atrincheró en la casa grande. Los
Yaquis capturaron al mayordomo y amenazado de muerte, lo orillaron a la traición”:
“Ábrame don Alfredo, soy yo”. Al abrir la puerta, el dueño de La Máquina cayó abatido
por las balas. El Gral. de Brigada, Eduardo García Carmelo, hermano de doña Elvira,
tuvo información previa del amago de los Yaquis y envió a un piquete de soldados a defender
La Máquina. Desafortunadamente, el joven oficial al mando, atemorizado por la
fiereza de los Yaquis, ordenó a sus soldados guarecerse en el campo vecino a La Máquina:
el Campo San Carlos, propiedad de don Jesús Huerta. En el cruento asalto murieron don
Alfredo G. Noriega y ocho de sus trabajadores. Ante el desacato, el cobarde militar fue
pasado por las armas. La memoria de las familias sonorenses registra cruentos ataques de
los Yaquis como el que sufrió la familia Torres en su rancho ganadero “Las Calaveras”, o
el que la tribu perpetró en la hacienda “El Molino de Camou”.
Doña Elvira, que en el momento del ataque se encontraba con sus hijos en la Capital de
Por: FRANCO BECERRA B. Y G.
LOS RECUERDOS DE UNA DAMA HERMOSILLENSE
Sonora, con gran entereza ordenó que su marido y sus trabajadores fueran velados, todos
juntos, en la sala de su residencia de Hermosillo. Ante ese hecho inusitado que extrañó a
sus allegados, doña Elvira sentenció: “Si en vida estuvieron con él, en la muerte también”.
Doña Elvira García de Noriega al enviudar, decidió partir en tren rumbo a Nogales y de
ahí a Los Ángeles, California, donde sus hijos estudiaron el idioma inglés en una estancia
de tres años. Doña Tere, entonces una niña de tiernos cuatro años activa el recuerdo:
“Nogales era ya una ciudad hecha y derecha, mientras que Tucson era apenas una Villa.”
Álvaro Obregón visita a doña Elvira
La familia Noriega regresó a Hermosillo en 1919; Aún la efervescencia de la Revolución
Mexicana bullía por doquier. El Hotel Cohen, años antes ya había sido la sede de
reuniones militares encabezadas por el entonces Coronel Álvaro Obregón Salido, cuya
foto tenemos como testimonio en este libro. Durante la estancia de la familia Noriega
en los Estados Unidos, doña Elvira autorizó que su casa fuera ocupada algunos días por
Obregón. Debemos apuntar que la familia Noriega, como muchas otras a lo largo del
país, fue afectada en su economía por las diferentes facciones revolucionarias en pugna.
La familia recibió bilimbiques como pago a diversas transacciones comerciales. Como
ustedes saben y si no, para eso estamos, para contárselo, los bilimbiques eran papel moneda
que emitían las fuerzas militares durante la revolución, moneda que únicamente valía
mientras su emisor ejercía el poder y la autoridad en una región.
Una mañana de verano hermosillense, doña Tere recuerda que vio llegar a su casa al General
invicto de la Revolución; su porte gallardo la impresionó. El General Obregón fue
recibido en la sala donde se le sirvió una refrescante limonada. Doña Elvira le preguntó
con la gentileza propia del anfitrión: Sr. General ¿A qué debemos el honor de su visita?”.
“Primero que nada, doña Elvira, para agradecerle su hospitalidad, pasé unos días muy
confortables en ésta su bella casa. Al lado de la frondosa bugambilia que tiene usted en el
corral, pasé agradables momentos leyendo”.
Elocuente como era Obregón, no dio tiempo más que para que Doña Elvira asintiera y
continuó: “Por otro lado, sabemos que su familia fue afectada por la Revolución; tengo
información que usted recibió bilimbiques por una cantidad considerable” “Así es, General,
así es”. El militar le dió un profundo trago a su limonada y prosiguió: “Pues bien,
mi estimada señora, tengo la autorización del señor presidente don Venustiano Carranza,
para reintegrar a su familia la cantidad afectada”. Obregón, orgulloso se atusó el bigote.
Doña Elvira, que se abanicaba suavemente respondió con diplomacia: “General, le agradezco
a usted y al presidente Carranza esta deferencia mostrada para mi familia, pero
mire, afortunadamente, yo no sufrí el dolor de perder un hijo en la Revolución, como muchas
madres mexicanas. Por ello, considere usted “aquel asunto” saldado y, tómelo como
una modesta aportación de mi familia a la Revolución”. ¿Desea usted otro vaso de limonada…
General?”. “Nos la tomamos doña Elvira, nos la tomamos. No faltaba más”.
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10 Hermosillo, Son., junio de 2012
DISTINGUIDAS PERSONALIDA
D I R E C T O R I O
S O N O R A ( 1 9 5 7 )
A NUESTROS LECTORES:
Desde hace algún tiempo, hemos tenido la idea de que un Directorio
Anual de las diversas actividades de nuestro Estado, puede ser muy
útil, a todos los que intervienen en la marcha de su vida.
El presente número, no es más que un principio, naturalmente
descordinado, incompleto y plagado de errores, pero de todas
maneras es la base, para perfeccionarlo y enriquecerlo cada año
hasta lograr el objetivo, de que el DIRECTORIO “SONORA”, DE
VALORES HUMANOS, CIVICOS Y MATERIALES, llegue a ser un
escaparate de nuestra entidad.¨Presentamos nuestro respeto y nuestro
reconocimiento tanto a las Autoridades, como a organizaciones,
empresas y personas, que con su patrocinio, están haciendo posible
nuestro propósito.
EL DIRECTOR
JOSE ABRAHAM MENDIVIL
GARMENDIA 22 NORTE APARTADO 388
HERMOSILLO, SONORA, MEXICO
Agustín F. Morales Estrella
Hermosillo, Sonora.- Nació en Ures,
Sonora, el 16 de septiembre de 1899.
En el mismo lugar hizo sus estudios y
su primer trabajo lo desempeñó en los
Estados Unidos, regresándose a los 17
años a Ures, para hacerse cargo de su
familia, por haber fallecido su señor
padre.
En 1924 contrajo nupcias con Laura
Morales, y del matrimonio han nacido
María del Carmen (fallecida), Alberto
y Agustín.
Fue secretario particular del general
Miguel Piña, cuando éste fue subsecretario
de Guerra y Marina. En
1935, en compañía de sus hermanos,
compraron “El Mercado Alemán”,
convirtiéndose posteriormente en la firma MORALES HERMANOS,
negocio que hasta la fecha tiene, y también se dedica a negocios de
agricultura y ganadería.
Es miembro de la Cámara de Comercio, de la Unión Ganadera Regional
de Sonora y del Casino de Hermosillo. En la vida cívica fue
electo Diputado y representó al Distrito de Ures en el Congreso local,
de 1949 a 1952.
Juan Pedro Camou
Benito Quintana-Hermosillo, Sonora.
Nació en Hermosillo, Sonora, el día 3
de Junio de 1899. Hizo sus estudios primarios
en Hermosillo, continuándolos
en México y posteriormente en Los
Angeles California. Siendo ganadero
de abolengo, ha dedicado a esa industria
toda su vida y en la actualidad su
rancho denominado EL CARRIZO es
uno de los mejor atendidos y en donde
se ha logrado la mejor superación
en la cría de ganado principalmente de
la raza Hereford de registro pues han
competido con los mejores del país.
Fue socio fundador y miembro del
Consejo de la Cámara Ganadera, que
fue el pie veterano de la actual Unión
Ganadera Regional de Sonora, institución
de la que también es socio fundador y fue Presidente. Es vocal
del Banco Ganadero. Fue Presidente de Crédito Ganadero y Agrícola
y fue fundador de la importante firma comercial Super Autos, que ya
de hecho les pasó a sus hijos.
Alejandro Romo S.
Hermosillo, Sonora, en el año de 1913.
Hizo sus estudios en Hermosillo, en la escuela del Profr. Heriberto
Aja. Al terminar sus estudios empezó a trabajar como empleado
de la firma Tapia Hermanos.
Posteriormente fue empleado de la
Administración de Correos de Hermosillo,
pasando de allí a trabajar
como empleado de Morales Hermanos,
S.A.
En 1934 se independizó, instalando
el negocio CASA ROMO que ocupa
el flamante edificio que hace esquina
en Matamoros y Plutarco Elías
Calles, cuyo comercio se ha visto
aumentado en papelería, joyería,
artículos eléctricos y de regalos;
que sigue manejando personalmente
con una decisión que lo ha conducido
el éxito.
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Hermosillo, Son., Junio de 2012
DES DE LA VIDA SONORENSE
Lic. Elías Salazar Maldonado
Obregón 135, Hermosillo, Sonora.
Nació en Hermosillo, Sonora, el 27 de
noviembre de 1935. Parte de sus estudios
de primaria, los hizo en San Pablo
de Aconchi, terminándolos en Cumpas
donde también inició la Secundaria,
que luego continuó en la Universidad
de Sonora y en la Autónoma de
México, hasta titularse como abogado
el 27 de noviembre de 1961. Al recibirse
se vino a Hermosillo instalando su
bufete, que actualmente atiende en el
número 136 de la calle Obregón, despachos
6, 7 y 8.
Desde el 19 de agosto de 1967 es Notario
Público Número 46. Es miembro de la Barra Sonorense de Abogados.
Del Colegio de Notarios Locales, del Casino de Hermosillo.
Desde que era estudiante es miembro del PRI, en cuyo seno ha desempeñado
entre otras las siguientes comisiones: Representante personal
del Dip. Guillermo Molina Reyes; Delegado General en el Estado.
Presidente del Comité Seccional Núm. 37, Jefe de Relaciones Públicas
en el Comité Pro Faustino Félix y actualmente es Diputado Suplente
por el Distrito de Arizpe. También es miembro de la Unión Ganadera
Regional de Sonora.
Mayor Francisco Luken Aguilar
Dr. Paliza y Marsella-Hermosillo, Sonora.
Nació en Nogales, el 18 de febrero de 1916. En la escuela Comercial
del Profr. Heriberto Aja, en Hermosillo, Sonora, hizo sus estudios.
Posteriormente ingresó al Colegio Militar, de donde salió con el grado
de Sub-Teniente y durante doce años estuvo en filas en algunos lugares
de la República, entre otros Puebla, Oaxaca, Veracruz y Sonora.
Fue Jefe de Ayudantes del Gobernador sonorense don Abelardo L.
Rodríguez y después por algún tiempo
trabajó con él, como encargado
de algunos de sus negocios. Después
seguidamente, fue Jefe de la Policía
Municipal en Mexicali, en Tijuana y
en Hermosillo, respectivamente. En
el actual gobierno del Estado ha prestado
sus servicios, primero como jefe
de la Sección Administrativa en la
Dirección de Obras Públicas, siendo
posteriormente nombrado por el C.
Gobernador, Jefe de la Policía Judicial
del Estado, puesto que actualmente
desempeña.
Jesús Rojo Padilla
Hermosillo, Sonora.- Nació en Hermosillo,
Sonora, en el año de 1914.
Sus estudios los hizo en la Escuela
No. 3 del mismo lugar donde terminó
primaria; y los de Comercial en la
Escuela particular del Profr. Heriberto
Aja.
Su primer trabajo fue en la construcción
de la carretera, desempeñando
el puesto de sobre-estante en el año
de 1934.
Después se dedicó al comercio en el
ramo de Abarrotes y actualmente es
propietario del puesto de mariscos
ubicado en el costado Sur del Mercado
Municipal de Hermosillo y que se
denomina El Puerto de Guaymas.
Rojo fue de los primeros introductores de mariscos del puerto de
Kino a esta ciudad, por allá en el año de 1935, en que todavía no había
carretera.
Héctor Molina Padilla
Pitic 905 Hermosillo, Sonora.
Nació en Huépac, Sonora, el 21 de febrero de 1934. Estudió parte de la
primaria en el mismo lugar, y la concluyó en Hermosillo y en la Uni-Son,
cursó la Preparatoria, Comercio y Administración y Derecho. Desde los
14 años empezó a trabajar en la Agencia RCA Víctor, como Encargado
del Aseo, y en la misma empresa fue ascendido mientras estudiaba. Debido
a su esfuerzo y empeño, actualmente es Gerente General de VAL-
CO, S.A. con sucursales en Ciudad Obregón y Culiacán. Desde que se
inició en la vida política ha pertenecido al PRI, y fue ferviente partidario
durante la campaña que llevó a la gubernatura del Estado al Lic. Luis
Encinas. Es activo militante de la CNOP, a través de la Unión de Propietarios
de Sinfonolas, donde es Secretario
General Interino. De 1964-67 fue Diputado
Suplente por Arizpe. Es miembro
de la Junta para el Progreso y Bienestar
del Municipio de Huépac, y siempre ha
estado ligado a los pueblos de esa región.
En viaje de estudios comisionado
por Telefunken, visitó Alemania, Suiza
y Francia, en 1966. Es miembro de la
Cámara de Comercio y del Casino de
Hermosillo. En calidad de invitado ha
estado en el Club de Leones. Ha formado
parte de un grupo de visionarios jóvenes
empresarios que tienen un campo
de experimentación con un acuario.
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12 Hermosillo, Son., junio de 2012
HOTEL SUITES KINO
Fernando Andrade Domínguez
En el año de 1824 se inició la prosperidad para Guaymas, fue habilitado como
Puerto de Altura, siendo incluido en su ruta por las embarcaciones que hacían
ruta comercial, donde llegaban a hacer el cambio de efectos comerciales por el
valioso polvo en oro que desde el lejano Durango y Alamos comercializaban los
viejos mineros. Tal prosperidad obligó a nuestras autoridades a mejorar las comunicaciones
terrestres, sobre todo el camino de Guaymas al Presidio de El Pitic,
inexplicablemente designado en 1828 con el nombre de Hermosillo.
La distancia de 38 leguas de un desierto ardiente y estéril, terreno a veces poblado
por algunos arbustos secos y característicos de la región, se cubría en 36 a
40 horas, en que se recorría el camino real de Guaymas al antiguo Presidio de El
Pitic, una real aventura en la que a veces se corría el riesgo de encontrarse con
una partida de Seris. El camino era áspero y difícil y los trenes de carretones,
arrieros y las caballerías transitaban por una brecha con mil disgustos y penalidades,
pero necesarísimo por el movimiento marítimo de Guaymas, que cada
día florecía más, haciéndose necesaria la tan importante ruta.
Las distancias que recorrían las diligencias y los lugares en que se encontraban
los puestos de reabastecimiento, descanso y la remuda de bestias, se repartía en
6 puntos, a saber:
Guaymas a Noche Buena 9 leguas,
Noche Buena a La Cieneguita 8 leguas,
La Cieneguita a El Pocito 5 leguas,
El Pocito a La Palma 3 leguas,
La Palma a La Poza 7 leguas y de
La Poza a Hermosillo 6 leguas.
Con las mejoras a este camino se obtuvieron beneficios de mucha importancia,
sobre todo en la región agrícola de Hermosillo; los agricultores y productores
de harina de Guaymas y Hermosillo estuvieron en posibilidades de colocar sus
productos, mediante la exportación hacia puertos del Pacífico Norte, alcanzando
en algunas ocasiones el puerto de San Francisco.
Todo lo anterior obligó al gobierno a dar órdenes para que se realizaran mejoras
a las vías de comunicación en sus respectivos distritos, como lo revela una circular
enviada a dichas autoridades en donde se manifiesta claramente el objetivo a
lograr con tales obras:
“Siendo las vías de tránsito uno de los principales elementos de prosperidad
pública por que facilitan no sólo las transacciones mercantiles sino las exportaciones
de un punto a otro de los productos agrícolas e industriales, el gobierno
recomienda a Ustedes se tome el mayor empeño en que todos los caminos
que crucen el Distrito de su mando, queden compuestos en el menor tiempo
posible”.
Ciertamente el ejemplo fue seguido en otras poblaciones, como en la Villa de
Rayón, donde los vecinos, con ayuda del gobierno, arreglaron el camino hacia
Magdalena, facilitando la venta de sus cosechas en el vecino Arizona.
Con las mejoras a las vías de comunicación, no solo los agricultores se beneficiaron,
también los comerciantes se vieron altamente favorecidos y para
tener una idea, el Puerto tenía tres mil trescientos sesenta y dos habitantes, de
los cuales ciento seis se dedicaban al comercio. Embarcaciones de todo tipo
atracaban en la bahía, acelerando el movimiento comercial que obligaron a
los comerciantes de Guaymas a convertirse en los principales promotores de
las primeras líneas de diligencias. El Sr. José U. Sandoval cubría la ruta de
Guaymas a Hermosillo y solicitó al gobierno central una extensión hasta la
población de Ures y la exclusividad en su explotación. Posteriormente otro
comerciante porteño, Don Francisco Aguilar, organizó una nueva empresa de
diligencias para cubrir la ruta de Guaymas a Ures pasando por Hermosillo,
con la diligencia llamada “La Guaymeña”, todos los lunes salía del puerto
a las cuatro de la mañana de la fonda “El Aguila Roja”, despachada por don
Luis Campuzano. Después de un viaje de treinta y seis a cuarenta horas, llegaba
a Hermosillo al tendajón “El Siglo XIX”, continuando el miércoles rumbo a
Ures, donde llegaba el mismo día.
Cuando mencionamos el tendajón “Siglo XIX” nos estamos refiriendo precisamente
al negocio que fundó el Sr. Carlos E. Hale, quien fungía como Cónsul
estadounidense y que también se desenvolvía en el negocio de los transportes
con carrozas en diferentes rutas y mesones en los que alojaba a las personas
que viajaban, que en Diciembre de 1862 solicitó al Honorable Ayuntamiento el
permiso necesario para dar principio a la construcción, permiso que curiosamente
fue firmado por el Sr: Juan de Dios Castro y por el Sr. Francisco García
Noriega, bisabuelo del Sr. Armando Benard Noriega, actual propietario del
inmueble y que en ese tiempo no tenia nada que ver con el negocio de hoteles,
sólo firma como funcionario del Ayuntamiento permiso para la construcción
del edificio que actualmente conocemos como Hotel Kino, uno de los edificios
que forman parte de la parte bella que aún nos queda del Hermosillo que ha
ido desapareciendo.
En el mes de Septiembre, precisamente el día 5 del año de 1861, Don Facundo
González vendió al Sr. Manuel Ïñigo un terreno al pie del Cerro de la Campana,
situado en la Calle Hidalgo 22, terreno que al año siguiente, o sea en 1862,
vendió al Sr. Carlos E. Hale, que mediante permiso del Honorable Ayuntamiento
dio principio a la construcción.
El Sr. Hale explotó el giro de tendajón en general denominado “Siglo XIX”
hasta el año de 1891 en que vendió el 4 de Noviembre de 1891 la finca a Napoleón
Graff que a los dos días, o sea el 20 de Noviembre del mismo año vendió
al Sr. Bernardo H. Lacarra.
El Sr. Bernardo Lacarra al siguiente mes también vendió al Sr. Antonio García,
quien a su vez rentó al Sr. Don Marcos Marck Cohen, convirtiéndose en Administrador
del GRAN HOTEL y HOTEL COHEN, giro y nombre que sostuvo
hasta 1922 en que vendió el edificio a Elvira García Vda. De Noriega, aun
cuando el Sr. Cohen siguió administrando.
Para el año de 1930 el edificio propiedad de Doña Elvira G. de Noriega fue rentado
al matrimonio de Don Felipe León y Doña María León, quienes durante
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Hermosillo, Son., junio de 2012
HOTEL kinO...
nueve años manejaron el giro de hotel, bajo el nombre de HOTEL MODERNO.
Doña Elvira G. Vda. De Noriega vende a Elvira Noriega de Benard y el 9 de
Enero de 1939 nace con el nombre de HOTEL KINO.-
EL MESON “EL SIGLO XIX” 1863 A 1891
GRAN HOTEL 1891 A 1900
HOTEL COHEN 1900 A 1922
HOTEL MODERNO 1923 A 1939
HOTEL KINO 1939 A 1994
HOTEL SUITES KINO 1994 A ………
A grandes rasgos esta es una cronología muy particular de uno de los negocios
más antiguos de nuestra ciudad y cuando afirmo uno de los más antiguos, me
estoy refiriendo precisamente al más antiguo, sobre todo en la rama de la hospedería
y que a través de los años se ha mantenido otorgando un servicio inmejorable,
en que se ha cuidado al máximo todo tipo de detalles, que hacen la estancia
de sus clientes sentirse aún mejor que en su casa y en algunos casos en sus
habitaciones encuentran las comodidades propias de una casa familiar, así como
una oficina en donde se ha procurado facilitar al usuario hasta las instalaciones
apropiadas para discapacitados.
En la actualidad el hotel está pasando por un periodo de remozamiento general
de manos de un Arquitecto, que de acuerdo con la idea del Ing. Armando Benard
Noriega e hijo Armando Benard Jiménez, está llevando a cabo un cambio de
imagen en donde se combinará lo colonial antiguo con lo moderno y funcional.
El cliente repetitivo jamás encontrará lo mismo, siempre a la vanguardia en la
industria hotelera Don Armando Benard ha convertido el hotel en un edificio en
donde se pueden apreciar piezas dignas de museo, su afición de coleccionista lo
ha llevado a erigir nichos en donde se pueden apreciar piezas con una antigüedad
de más de 200 y 300 años, allí se encuentran lo mismo máquinas de escribir,
bombillas eléctricas en perfecto estado, plumas, utensilios varios, reproductores
de discos, teléfonos, radios, y un etcétera muy largo que ameritan una visita.
Su afición a la música le da el merecido titulo de melómano y el mayor coleccionista
de la ciudad de equipos reproductores de sonido, que van desde la pianola
manual de rollos hasta los modernísimos reproductores de CD y DVD. Sus discos
abarcan anaqueles interminables en donde se localiza música de orquestas,
grupos, cantantes en todos los géneros musicales, que han convertido su casa
hogar en un lugar para sibaritas de la música, con una puerta amplia, grande y
siempre abierta para los degustantes del canto y la música en general.
El edificio del Hotel Suites Kino ha sido objeto de remodelaciones, respetando
siempre el acabado original, cambios que le han costado a su propietario infinidad
de dificultades para llevarlas a cabo, el escollo burocrático le ha frenado en
todas las ocasiones en que desea llevar a cabo algún cambio. Está rodeado por
viejas edificaciones en que poco a poco se ha ido perdiendo el entorno, se están
cayendo víctimas de la indolencia, son edificaciones que podían ser rescatadas y
convertirlas en espacios útiles y si no existieran gentes preocupadas por conservar
la esencia del viejo Hermosillo, como la familia Benard, tarde que temprano
serán contados con los dedos de la mano las huellas del pueblo chiquito y sencillo
que nos heredaron nuestros antepasados.
En el Hotel Suites Kino con sólo traspasar su moderna puerta, se siente y se respira
la cómoda elegancia de lo Colonial, en una rara combinación con lo moderno,
que hacen que surja a nuestra vista y sobre todo a nuestro pensamiento la magia
de lo eterno y lo elegante, con un gusto muy especial, en que nos trasportamos
de inmediato a esas épocas ya pasadas que nos siguen embriagando con su sabor
especial y único. Gracias.
Fernando Andrade Domínguez
H. Rangel Lugo #139 esq. con 5 de Febrero,
Barrio 5 de Mayo.- Tel. 2-172804, 2-156460, (21)738122
HERMOSILLO DEL PITIC, SONORA, MEXICO.
andrade_nando@yahoo.com
Galería de fotos antiguas
bombera de 1948.
señoritas HermosiLLenses Posando en eL Cerro de La CamPana a fines deL sigLo
XiX o PrinCiPios deL sigLo XX.
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14 Hermosillo, Son., junio de 2012
CRÓNICA DE LA COLONIA VILLA
SAN IGNACIO EN LA COSTA DE HERMOSILLO
Primero conquistaron las entrañas de la tierra, luego dominaron el desierto
Martín Durazo Rivera
Primero conquistaron
las
entrañas de la
tierra, luego
dominaron el
desierto. Siempre
hemos oído
hablar de los
“agrotitanes”
de la Costa,
en referencia a
aquellos hombres
que con
tenacidad y esfuerzoconquistaron
el desierto del poniente de Hermosillo, convirtiéndolo en uno de los
emporios agrícolas más importantes de México, no sólo por su producción
agrícola, sino
también por las aportaciones que han hecho en sus investigaciones e
innovaciones para el combate de la hambruna mundial, a través de
organismos como el Centro de Investigaciones Agrícolas del Noroeste
(CIANO), que logró el mejoramiento de las semillas y el aumento de la
producción agrícola y alimentaria.
A las nuevas generaciones
nos resulta familiar
ver esos extensos campos
cubiertos de trigo,
frijol, algodón, naranja,
nuez, maíz, garbanzo,
ajonjolí y hortalizas
diversas, pero pocos
fuimos testigos del desarrollo
de esa gran
bendición nacional que
ha sido hasta la fecha la
región agrícola Costa
de Hermosillo, y en especial
el área conocida
como “Colonia Mineros
de Pilares”.
ORÍGENES DE LA RE-
GIÓN AGRÍCOLA DE
LA COSTA DE HER-
MOSILLO
Los señores Ignacio
María Encinas y Pascual
Encinas, originarios
del Valle de Tacupeto,
de Sahuaripa, se trasladaron
de este pueblo
a la región desértica
en territorio seri, al
oeste de la ciudad de Hermosillo,
en la denominada selva virgen de
Kess-quenex (lugar de tésotas), y fundaron
en 1844 la primera hacienda agrícola y ganadera
de la Costa de Hermosillo, a la que
llamaron San Francisco de la Costa Rica.
Cuenta don Roberto Thompson, yerno de
don Pascual Encinas, que su suegro le dijo
que cuando llegaron al punto de asentamiento,
él declaró: “Aquí es donde, y con
el favor de Dios, formaremos la hacienda
que un día se convertirá en el centro
de una región agrícola próspera y de renombre;
a nosotros nos toco dar el primer
pujido ...pongámonos en obra.” Y allí empezaron
la excavación del primer pozo de
la Costa. En batalla constante contra la belicosa
tribu seri y las adversas condiciones
de la zona, convirtieron aquella hacienda
en una de las más ricas y avanzadas de la
región, llegando a ser de los principales exportadores de algodón, frijol, harina
de trigo, maíz y otros productos agrícolas, además de ganado a los Esta-
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Hermosillo, Son., junio de 2012
crónicA DE LA cOLOniA viLLA DE SAn ignAciO...
dos Unidos. Don Pascual formó una
cadena de ranchos en toda la región
y abrió más tierras al cultivo. Allí se
criaban miles de becerros y
muchos potrillos. Construyó un
molino de harina movido por agua,
y le aumentaba la potencia con un
avanzado motor a vapor. Explotó
caleras en el desierto, y los indios
fabricaban cal y se la vendían
a él mismo. También salinas junto al
mar. Recolectaban jojoba e higuerilla,
cultivaba tabaco y curtía pieles
para los diferentes implementos de
las labores de la hacienda y los ranchos.
Incluso 1
experimentó con el cultivo de un arbusto
que producía granos de café.
Tenía un tren de carretas tirado por
caballos en los que transportaba sus
productos a Tucson, Arizona. Don
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15
Pascual nació en 1796, vivió todo el siglo
XIX y murió en 1903. Le tocó vivir en tres
siglos iferentes. Vaya longevidad de este
hombre. Todo esto sucedía a mediados del
siglo XIX, y se prolongó hasta entrado el
siglo XX. Hoy las ruinas de esta hacienda,
así como el pozo original, todavía se pueden
apreciar
por los rumbos de la Calle 0 Norte.
Poco después llegaron más tenaces agricultores
a trabajar las tierras de lo que con
el tiempo se convertiría en el Distrito de
Riego no. 51 de la Costa de Hermosillo. Al
igual que don Pascual Encinas, un grupo
de agricultores de origen italiano inició labores
pioneras en otras partes de la Costa,
abriendo nuevas tierras al cultivo, y exhibiendo extraordinarias oportunidades
de aprovechamiento agrícola. Alrededor de marzo de 1945 iniciaron
las perforaciones del primer pozo con bomba para extracción de agua del
manto acuífero subterráneo de la Costa. Ellos fueron los señores Herminio
Ciscomani, Tomás Ciscomani, Valentín Cecco y Alberto Giotonini.
Pero aún quedaba un área sin explotar en la región más cercana a la costa,
rumbo a Bahía Kino. Un área desértica semejante a la que encontró don Pascual,
y en la que se hallaba uno que otro rancho en las partes más remotas.
Pasaron 100 años desde la llegada de los primeros pioneros a la Costa para
que una nueva generación de agricultores hiciera su arribo a esa zona. Todo
ello producto de especiales circunstancias que derivaron en la apertura de
nuevas tierras al cultivo, y la formación de una especial casta de colonos
agrícolas: Los ex-mineros de Pilares.
“PARÓ PILARES”
La conclusión de la Segunda Guerra Mundial había provocado el desplome
de los precios del cobre y otros metales, por lo cual la mina de Pilares de
Nacozari de la Moctezuma Copper Company cerró sus operaciones. Para los
pilareños la expresión común para esto es “paró Pilares”. El gobierno se vio
en la necesidad de atender el masivo y repentino desempleo, y aprovechó
la oportunidad para colonizar el área despoblada de Hermosillo cercana al
mar. Había algunos campos agrícolas en esa zona, pero no en todas partes
se podían abrir nuevas tierras al cultivo. Esto porque la Ley de Colonización
de 1947 era tajante en el sentido de que se debían respetar las propiedades
reexistentes en un Distrito de Colonización de nueva creación, que en este
caso era la zona más fértil y rica en agua de la Costa, la cual permaneció en
manos de grandes agricultores privados. Para 1949 se había autorizado la

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perforación y equipamiento de unos 500 pozos profundos. La autorización
ya estaba, ahora faltaban los recursos para iniciar operaciones.
DESMONTE Y COLONIZACIÓN DE LA ZONA “MINEROS DE PILARES”
A finales de 1948, alrededor de 170 ex-mineros de Pilares obtuvieron la posesión
de 5000 hectáreas remotas y completamente enmontadas al poniente
de lo que hoy es la Calle 28 Sur, a unos cuantos kilómetros de la carretera a
Bahía Kino. El área estaba llena de mezquite, palo fierro, sahuaro, biznaga,
palo verde, y toda clase de planta típica del desierto sonorense. Allí iniciaron
la Colonia Mineros de Pilares (la Pilares) como centro de operaciones y
colonización del área. Muchos de estos ex-mineros habían estado trabajando
en Hermosillo emporalmente, así que no se asentaron todos a la vez. Entre
los trabajos en que participaron en Hermosillo está la construcción del Blvd.
Rodríguez, incluyendo la plantación de los yucatecos que hoy sombrean dicho
boulevard, así como el excavado y embovedado del canal de riego para
el Parque Madero. Algunos venían con mentalidad de clase alta de Pilares,
y el agreste terreno aunado a la soledad y a la distancia de Hermosillo, los
hicieron desistir y retornaron a la vida urbana; así que solos o con familia,
unos cuantos tenaces y esforzados colonos se establecieron allí. Construyeron
casas a base de horcones y varas de ocotillo, en virtud de que planeaban
permanecer allí por poco tiempo. Otros llegaron y se cobijaron en gallineros,
adaptándolos para una estancia breve en ese lugar en lo que les asignaban
su terreno. Entre ellos venían don Vicente Durazo Ríos e Ignacia Llánez
Ruiz, abuelos de quien esto escribe y padres de don Quirino Durazo Llánez,
quien es el último sobreviviente de los colonos que fundaron la Colonia Villa
San Ignacio, y expositor de la mayoría de los hechos que narramos a continuación.
Dice don Quirino Durazo que paulatinamente comenzaron a establecerse
más colonos en la Pilares, y conforme se formaban grupos de 12, se entregaban
recursos crediticios para la perforación y equipamiento del pozo a
perforar, y a la colonia le iban asignando el nombre por orden numérico; así
surgió el 1, el 2, el 3 y el 4. Para que la máquina llegara al lugar de perforación
en cada pozo, ellos tenían que abrir brecha a punta de hacha y machete
por en medio del monte; no había maquinaria ni tampoco recursos para rentarla,
menos para comprarla.
En 1951, una vez establecidos estos campos, el presidente Miguel Alemán
autorizó recursos para más pozos y se abrió brecha en el monte hasta el área
donde estaría el siguiente campo a colonizar.
Ya no se le asignó número sino que se decidió llamarlo Colonia Villa San
Ignacio en honor al patrono de Óputo, pero algunos decían que en reali-
dad había sido propuesto por don Vicente Durazo en honor a mi magrande
(abuela) Nacha, su esposa, ya que la amaba muchísimo. ¡Ése sí es amor!
Miren que dedicarle todo un campo a su esposa.
Los colonos vivían en la Pilares o el campo 4, y diariamente se trasladaban al
área de 300 hectáreas asignadas para desmontarlas en lo que sería San Ignacio.
Aunque estaban en medio de la nada, existían tres ranchos que servían
como refugio en caso de emergencia; uno era el ranchito Bella Vista, otro
San Nicolás y otro El Abanico, los cuales tenían ya varios años en funcionamiento
en estas aisladas regiones. En El Abanico se había construido una
casa de madera estilo americano por un buscador de tesoros que provenía
de ese país. Nunca encontró el tesoro, pero la casa sigue en pie hasta hoy, y
ese campo sigue en operaciones. Años después uno de los trabajadores de
El Abanico desapareció del lugar, y al tiempo reapareció con carro del año
y residencia en la colonia Pitic de Hermosillo. Se rumoraba que encontró el
tesoro, lo cual él mismo afirmó posteriormente.
Mi pagrande (abuelo) Vicente Durazo era el velador de los terrenos que se
estaban desmontando y vivía en una ramada de horcones con paredes de
ocotillo. Colonos e hijos que podían hacerlo se presentaban cada día con
hacha, palas, picos y machetes al desmonte. Los colonos no tenían ingresos
para su sustento, así que conforme iban desmontando, juntaban la leña y
la entregaban a los leñeros a cambio de alimento; no querían dinero. Pero
como para tratar con los leñeros tenían que esperar a que éstos vinieran a
Hermosillo y vendieran la leña, unas 20 horas de ida y vuelta porque no
había carretera sino terracería y brechas, los colonos solicitaron al presidente
Miguel Alemán que les ayudara para ser ellos los propios transportistas y
vendedores de la leña que recolectaban. El presidente de la República les
proporcionó un troque para ello, y entonces sí agilizaron el transporte y venta
de la leña producto del desmonte. Esto les permitió tener recursos para
sostener a sus familias en lo que desmontaban palmo a palmo las hectáreas
que les correspondían.
Las labores de desmonte continuaban a mano, sin maquinaria alguna, pero
el entusiasmo por lo que iban a obtener era tan grande que no se cansaban, y
cuando por las tardes volvían al Campo 4 ó a la Pilares, agarraban los guantes
de beisbol y seguían jugando hasta que el cuerpo aguantara.
Cuando hacían el desmonte apartaban la leña para venta, y dejaban las ramas
amontonadas, y cuando derribaban un sahuaro, quedaban las varas regadas
en el sitio; todo esto con el fin de quemarlas posteriormente. Luego
se hacían las fogatas, y la lepada hacía garrochas de raíz de mezquite, y
saltaban sobre la fogata. Si no lograban cruzar, caían en las brasas o en las
espinas. Uno de ellos no alcanzó a cruzar, y se le llenó ya se imagina donde
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de espinas. Sus papás lo embicharon, y lo comenzaron a desespinar delante
de los demás, mientras él lanzaba aullidos de dolor.
Los colonos originales de la Colonia Villa San Ignacio fueron don Vicente
Durazo, Ignacio Bennett, José Amor Bartolini, Manuel Garfel, Eduardo Grijalva,
Lino Jáuregui, Timoteo Moreno, Vicente Urías, Santiago Durazo, Raúl
González, Guillermo González y Rafael Martínez. Unos procedían de Óputo
(Villa Hidalgo), otros de Cumpas, otros de Granados y otros de Nacozari.
Pero por razones económicas habían coincidido en el mineral de Pilares. Así
que todos ellos consideran a “La Pilareña” de don Silvestre Rodríguez, una
especie de himno nacional. Cuando “paró Pilares” se establecieron en Villa
San Ignacio. Esto provocó a su vez que familiares de los socios se trasladaran
después de sus distintos pueblos de origen a este campo. Bennett y Martínez
sólo duraron unos años en la Colonia, y luego traspasaron sus derechos de
pozo. Ignacio Bennett vendió su derecho a la Sociedad, y Rafael Martínez a
Ramón Ángel Bennett, quien posteriormente vendió su derecho a Apolonio
Jáuregui. Ignacio Bennett radicó en Hermosillo, y se constituyó en uno de
los pioneros del servicio de transporte público de la ciudad, junto con sus
hijos Ramón Ángel, Julián, Lupita y María Jesús. Iniciaron con la “pericas”,
y luego pasaron a los “ruleteros”.
¿QUIÉN FUNDÓ EL POBLADO MIGUEL ALEMÁN (LA “12”)?
Entre paréntesis señalamos que un hermano de don Ignacio, Francisco Bennett
y su esposa Guadalupe Durazo, hermana de don Vicente, originarios
de Óputo, fueron de los fundadores de lo que hoy es el Poblado Miguel
Alemán, junto con el sr. Oloño, “el Sordo” Arroyo, y Cipriano y Magdalena
Murrieta. Mi tío Francisco y su familia vivían y trabajaban en la Colonia Villa
San Ignacio, y después de laborar en otros campos agrícolas, alrededor de
1961 decidieron trasladarse y probar fortuna en la confluencia de la Calle
12 y carretera a Kino, con un comedor en el que atendían a los trabajadores
de la despepitadora Volkart, la “petroquímica”, donde surtían amoníaco y
fertilizantes, y una gasolinera. El comedor de láminas de cartón estaba en la
cuneta de la carretera a Kino, y ellos vivían contiguamente. La hija mayor de
mis tíos, María Jesús Bennett Durazo, se encargaba de la venta de chuchulucos
en la obra de construcción de lo que sería la clínica del IMSS. Aparte
de estas 4 ó 5 familias, nadie más vivía allí, ya que los trabajadores de las
empresas de este crucero iban y venían diariamente a sus campos. En el
restaurant “Los Arbolitos” y “OK” mpezaron a atender a los troqueros que
venían de los distintos rincones de la Costa hacia Hermosillo, así como a los
albañiles de la clínica del IMSS y a los trabajadores de la despepitadora, de
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la petroquímica y de la gasolinera que se acababan de instalar también allí.
El señor Oloño atendía el restaurant “OK” y mis tíos “Los Arbolitos”. Nunca
se imaginaron en lo que se convertiría esos humildes puestos de alimentos
a más de 50 años de distancia. Hoy es una comunidad con más de treinta
mil habitantes llamada Poblado Miguel Alemán, fundado oficialmente en
1964, con humildes orígenes en mis tíos y sus 4 vecinos en 1962. Para los
que vivíamos en la Costa sigue siendo “la 12”. Estos pilareños eran tenaces y
pioneros, y merecen un reconocimiento a su esfuerzo y tenacidad.
POBLACIÓN DE VILLA SAN IGNACIO
Volviendo a Villa San Ignacio, mientras la perforadora trabajaba para sacar
muestras para los químicos y geólogos del terreno donde se ubicaría el
pozo, los colonos continuaban su labor de desmonte. Cuando se perforó el
pozo se reunieron los colonos con sus familias alrededor de la perforadora
para ver qué sucedería. Se llenaron de asombro cuando de repente surgió
por primera vez de las entrañas de la tierra el chorro de agua que daba inicio
a las operaciones agrícolas en San Ignacio. Los primeros días salían chorros
de lodo, pero luego el agua salió clara y limpia. Era todo un espectáculo ver
cómo se elevaba aquel poderoso chorro hasta unos 15 ó 20 metros sobre el
suelo. Los operadores de la perforadora no hallaban la manera de alejar a la
gente del pozo y de la maquinaria por el regocijo que sentían estas familias
de ver realizados uno de sus más añorados sueños. Los colonos había excavado
a pico y pala los canales y acequias que conducirían a los diferentes
cuadros de siembra el preciado líquido, y ahora el agua podía fluir libremente
a través de unos 15 km de canales.
Una vez confirmada la existencia de mantos freáticos susceptibles de extracción
de agua a gran escala, inició la instalación de la bomba extractora
de pozo profundo. Este primer pozo funcionaba con un motor diesel. Dio
inicio también la construcción de casas en esta Colonia. En los campos que
les precedieron, los trazos del área poblacional eran irregulares, quedando
las casas donde mejor convenía a los colonos; pero en Villa San Ignacio decidieron
trazar una calle y poner las casas una frente a la otra, en terrenos de
unos 1000 m2, en los cuales cada colono construyó inicialmente su ramada
con horcones y paredes de ocotillo. Iban por el ocotillo hasta cerca de Kino,
donde abundaba, y lo usaban para las paredes de las ramadas y para los
cercos divisorios del terreno. Era tan fértil el suelo virgen, que el ocotillo de
los cercos reverdecía y floreaba, dándoles un aspecto alegre y vivo. Después
construyeron casas con paredes de adobes y techos de lámina o petates recubiertos
con “tierra muerta”; forestaron sus lotes con pinos, eucaliptos, sau-

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ces y árboles frutales de limón, naranja, mora, toronja, guayaba, uva, higo,
mandarina, granada, nopal y huerto familiar. Aún no había suministro de
energía eléctrica, por lo cual la iluminación era con cachimbas de carburo y
lámparas de destilado.
Conforme crecía la colonia, construyeron casas para los trabajadores, y poco
después tramitaron la construcción de la Escuela Rudimental Mixta Profra.
Concepción Bórquez, en la cual dieron clases los profesores Antonio Hentchel
y Francisco Tánori Durazo; Tánori llegó a ser diputado en el Congreso
local, además de diversas funciones en los gobiernos estatal y municipal.
La escuela comenzó en unos cuartos de adobe, pero después, bajo la administración
del gobernardor Álvaro Obregón Tapia, se construyó una con láminas
de asbesto, y se le añadió una muy moderna de bloque de cemento y
ventanales verdes de fibra de vidrio con motivos educativos de flora, fauna,
geografía, historia y anatomía. Posteriormente se hizo una cancha, la cual
tenía canastas para basquetbol, ya que los pilareños presumen de que en
Pilares fue donde se jugó por primera vez este deporte en México, por lo que
eran muy aficionados a él. San Ignacio contaba con su propio tanichi (tienda
de abarrotes) y, por supuesto, la cantina, atendida por don Gonzalo González.
El tanichi era propiedad de mi padre Quirino Durazo, quien procuraba
mantenerlo surtido regularmente, y era atendido por mi madre María Luisa
Rivera, al mismo tiempo que lidiaba a los seis hijos que tenían.
Acostumbrados estos colonos a las comodidades de Pilares, pronto construyeron
una pila elevada para suministro de agua por tubería a las casas del
triglicéridos
campo. El agua abundaba y ellos pensaban que sería para siempre; ésta se
distribuía originalmente por medio de acequias hasta cada cuadro de siembra,
y cuando ya se cumplía el tiempo de riego, se abría cada cuadro para
que se rodara a las cunetas y bajíos. Era un despilfarro del recurso, por lo
que el consejo de algunos viejos del lugar era: “cuiden el agua, muchachos,
después la van a desear”.
Al abrir las últimas tierras de las 5000 hectáreas concedidas por el decreto
presidencial, Luis Quiroz, propietario privado del vecino campo San Nicolás,
se anexó una franja de tierra contigua a la Colonia Villa San Ignacio. El
terreno quedaba dentro de los límites de la “Mineros de Pilares”, pero el señor
Quiroz se negaba a entregarlo. Las sociedades que integraban la Pilares,
ya con ciertos recursos económicos a su disposición, acordaron presentar
demanda ante las autoridades para la recuperación de ese terreno. Don Luis
Quiroz se defendió legalmente, y como estaba relacionado con Emilio Portes
Gil, nada menos que el presidente de la República, pues adivinen a quién
favoreció la sentencia. Así es, a don Luis Quiroz. Contra eso nada más se podía
hacer, pero en el ínterin del pleito, hubo fuertes roces y hasta balaceras,
a grado tal que mi pa’grande Vicente Durazo y don Raúl González fueron
apresados y recluidos, acusados de disparar contra maquinaria de don Luis.
Esto sí sucedió, pero no lo habían hecho ellos sino un certero tirador llamado
don Félix, quien le voló el escape a un tractor como a trescientos metros
de distancia, lo cual asustó mucho a los trabajadores, quienes fueron con el
reporte. Poco después los liberaron por falta de pruebas, pero ellos nunca
echaron de cabeza a don Félix a pesar del riesgo que corrieron. Después de
estos sucesos, el ejército tuvo que resguardar el área para evitar mayores
enfrentamientos.
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Paralelamente al establecimiento del área de población, los recursos crediticios
para siembra comenzaron a llegar. La mayoría de estos ex-mineros
habían sido también rancheros y campesinos en sus pueblos de origen, así
que no los tomó por sorpresa la labor agrícola. Tenían asesores de parte del
Banco de Crédito Agrícola, pero éstos no estaban muy capacitados para ello,
por lo cual recurrieron a su creatividad para sacar adelante las siembras y
las cosechas. Los recursos disponibles para maquinaria y transporte se les
liberaron, y compraron su primer tractor, un Oliver, una trilladora Massey
Harris, y un troque Chevrolet para el transporte de las cosechas. No había
carreteras, así que trasladaban sus cosechas a los almacenes y despepitadoras
en Hermosillo a través de las brechas y caminos existentes, y si se
encontraban un arroyo crecido, hasta allí llegaban, hasta que menguaba para
poder continuar.
Al principio de las operaciones agrícolas, los colonos y sus hijos eran los que
llevaban a cabo todas las actividades. Pero con la liquidación de las primeras
cosechas comenzaron a hacerse de más y mejor maquinaria, y además
comenzaron a contratar campesinos para las distintas labores del campo.
Uno de los primeros en incorporarse como trabajador fue don Mariano Ríos
Durazo; también Antonio y Felipe Jáuregui, don Rafael Moreno y sus hijos
el “Mácachi” y el “Pachuli” Moreno, don Modesto y Felícitas Tanóri y sus
hijos, Manuel “el Tanino” Tánori, etc. Eran pocos trabajadores porque la ley
federal tenía extrañas restricciones en cuanto a los Distritos de Colonización.
La Ley de Crédito Agrícola de 1942 establecía que “los beneficiarios del
crédito oficial debían de trabajar la tierra personalmente, y que no podían
tener mas de cinco trabajadores asalariados permanentes.” Pero había incongruencias
entre las diferentes leyes y reglamentos agrícolas. Por ejemplo, la
ley de 1955, que abrogaba la de 1942, añadía a esto la exigencia de que los
colonos debían de trabajar la tierra en común. Para los colonos de la Costa,
esto significaba que ellos debían de vivir cerca de sus cosechas, construir un
poblado y atender sus campos desde ahí.
Por otro lado, la reglamentación de la Ley de Colonización de 1947 prohibía
la construcción de viviendas en tierras destinadas al cultivo. Aquello era una
capirotada. La legislación federal era imprecisa en cuanto a la creación de
poblados en los Distritos de Colonización. Esta misma Ley para nada menciona
el acomodo de campesinos sin tierra en los distritos de colonización.
En cambio, el Acuerdo Presidencial del 30 de julio de 1948, que reservaba
para fines de colonización los terrenos de la Costa de Hermosillo, mencionaba
en su “Considerando Segundo” que “podían establecerse un gran número
de campesinos carentes de tierras y que desearan dedicarse a las labores
del campo”. ¿A quién hacerle caso?
Para mediados de la década de 1950, ya la comunidad de la Colonia Villa San
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Ignacio estaba establecida, y se iniciaba una época de bonanza económica.
Los colonos residentes en el Campo 4 y la Pilares empezaron a trasladarse a
San Ignacio. Algunos se trasladaban a pie con sus pocos bienes a cuestas, y
otros, cuando ya tuvieron el primer tractor Oliver, le colocaban un tablón en
el jalón y allí se subían las familias y sus bienes. Se las ingeniaban para todo.
LOS “BELLAVISTAS”
Iniciaba labores también la Colonia Bella Vista a dos kilómetros al poniente.
La distancia no era casual, sino porque la reglamentación exigía un mínimo
de dos kilómetros entre pozo y pozo, esto para evitar el abatimiento prematuro
de los mantos freáticos. En esta Colonia se establecieron otro grupo de
socios pilareños como Isidro Durazo, hermano de Santiago y Quirino, hijo
también de don Vicente Durazo, “el Güero” y “el Zurdo” Ortega, el Beto y el
Heri Velázquez, Santiago Ríos, Benjamín Navarro, Manuel Moreno y otros.
Aquí “recaló” el “Kachi” Rivera, un trabajador que inició en las labores de
riego y terminó como mayordomo del campo. Él era una persona muy querida
por los “bellavistas” (Éstos eran los gentilicios que usaban para identificar
a los habitantes de los distintos campos: “sanignacios”, “abanicos”,
“aconchis”, “sanalfonsos”; no se quebraban mucho la cabeza con eso). “El
Kachi” se distinguía por su siempre franca, alegre y muy amplia sonrisa,
actitud servicial y como empleado responsable. Ya en funciones de mayordomo
tenía que vigilar las siembras en las 300 hectáreas en los distintos cuadros,
y a fin de agilizar el paso por los canales construían puentes sobre éstos
cada kilómetro aproximadamente. Pero no era suficiente para el “Kachi”,
aun así estaban muy retirado el cruce; entonces ponía el pickup perpendicular
al canal y agarraba aviada, y lo saltaba al terreno que quería llegar. Esto
hacía que se dañaran las bisagras de las puertas, aparte de otras cosas, y
para solucionar lo de las puertas, recurría primero al tradicional gancho de
varilla, pero si se seguían abriendo con los brincos, simplemente soldaba las
puertas.
Punto. Yo creo que de aquí sacaron sus peripecias los “Duke’s de Hazard” y
“McGiver”, los del programa de TV. Cosas curiosas que hacían.
En los 50’s surgió la idea de una unión de sociedades, la cual se concretó
con la creación de la Unión de Colonos Agrícolas de la Costa de Hermosillo,
que llegó ser uno de los emporios agrícolas más poderosos de México. Esta
unión servía para la adquisición de avíos para la siembra así como para la
obtención de créditos con los bancos para la compra de maquinaria y otros
implementos agrícolas. Como Unión de Colonos pronto prosperaron y empezaron
a adquirir o construir sus propios almacenes, despepitadoras de algodón,
camiones para el transporte de granos, y “batangas” para transporte
(Continuará)

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