doctrina social cristiana - Ordo Socialis
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§ 2. Séptuple sentido del trabajo y de la profesión 1. El trabajo como necesidad. Por su cuerpo, el ser humano pertenece a la economía de la naturaleza. Su típica inserción en el entorno de las cosas, plantas y animales lo obliga a trabajar. "De sentidos pobres, desarmado, desnudo, embrionario en todos sus hábitos, inseguro en sus instintos, el ser humano es un ser existencialmente forzado a la acción”.150. Sin trabajo no es posible la conservación del individuo, ni la conservación de la especie, ni el desarrollo de una vida cultural. La Escritura dice: "Todavía os exhortamos, hermanos, a progresar más y a que os esforcéis por llevar una vida quieta, laboriosa, en vuestros negocios, y trabajando con vuestras manos como os lo hemos recomendado, a fin de que viváis honradamente a los ojos de los extraños y no padezcáis necesidad" (1 Thes 4, 10-12). 2. El trabajo como camino para el desarrollo de la persona. Aunque el trabajo está orientado a los objetos externos, se manifiesta como revelación de la vida de la persona. En el trabajo, ésta se desarrolla desde sí misma. Se hace más “persona” (LE 9). Dios es la plenitud de la vida, actividad infinita. Como imagen de Dios, también el ser humano está destinado a ser activo. Dios no crea todas las cosas solo; deja también lugar a las causas segundas, sobre todo a las personas, a quienes ha dado las facultades del conocimiento, de la voluntad y de la conformación creadora. Tomás de Aquino rechaza por "imposible" la idea de que las fuerzas concedidas a las criaturas no puedan hacer nada, "de que, por ejemplo, el fuego no caliente, sino Dios en el fuego", pues entonces no sólo las causas eficientes creadas, sino las criaturas mismas serían en el fondo "superfluas"151. Santo Tomás cuenta a la perezosa molicie que repugna toda acción, entre los siete pecados capitales152. El ser humano "teje su historia" (Pablo VI). "Le has colocado tan sólo un poco por debajo de los seres celestiales. Le has coronado de gloria y dignidad y hecho señor de las obras de tus manos. Todo se lo has puesto a sus pies" ( Ps 8, 6-7 ). 3. El trabajo como conformación y dominio del mundo. Dios no ha dado únicamente al ser humano múltiples capacidades de ejercer su actividad, sino que además le ha dejado espacio para actuar en el cosmos: "Henchid la tierra y sometedla" (Gen 1. 28). Cuando la persona "impone orden" en las cosas, ejerce en cierto modo una "providencia inferior" y se convierte en "compañero de Dios"153. Según la doctrina cristiana la persona posee dominium naturale sobre toda la creación material y, según una acertada formulación de Domingo de Soto, de 1556, no lo tiene únicamente sobre los bienes de la tierra (fructus terrae), sino también sobre el microcosmos de los elementa y sobre el macrocosmos del universo (orbes caelestes)154. Cierto que se dice no pocas veces que la representación que de Dios tiene el Cristianismo ha estorbado el progreso de las ciencias naturales y de la técnica. Las tendencias de la historia de las ideas apuntan, en cambio, en otra dirección. ¿No es extraño que ciertos planteamientos técnicos y científicos de la Antigüedad, por ejemplo, en la filosofía natural presocrática o en la arquitectura de Babilonia o Egipto, no se impusieran y no condujeran a la dominación científico-técnica del mundo? Los motivos podrían estar en cuatro concepciones del pensamiento precristiano: especulaciones sublimes, enemigas de la materia, hacen sospechoso 150 A. Gehlen, Die Seele im technischen Zeitalter. Hamburgo, 1957, 8. 151 Tomás de Aquino,S Th I, 105, 5. 152 Tomás de Aquino, S Th II-II, 35, 1. 153 Tomás de Aquino, Summa contra Gentiles, III, 21, 64, 113. 154 Domingo de Soto, De Justitia et de Jure. Venetiis 1608, Lib. IV, qu. 2. art.1. 74
al mundo material como algo malo y antidivino. Se vio además el cosmos como "acabado", de forma que el ser humano sólo podía intentar considerarlo en contemplación pasiva; la intervención transformadora equivalía a destrucción y no a perfeccionamiento del cosmos. Tuvo que influir como freno, en tercer lugar, la concepción de que el cosmos está habitado de demonios y dioses celosos que prohíben cualquier aproximación a su misterio. Prometeo fue encadenado por Zeus a las rocas a causa de su delito creador, e Ícaro se precipitó en su intento de conquistar el aire, y ello por envidia de los dioses. A lo que se añade, finalmente, que el trabajo corporal fue despreciado en la Antigüedad como obra de esclavos. Estas ideas fueron superadas por el cristianismo. El mundo no es un depósito de demonios, sino la obra de Dios Padre que dentro de él ha dado a la criatura humana espacio para obrar y actuar. Henri de Lubac dice con razón: "Nuestro Dios es un Dios celoso; pero sus celos se distinguen muchísimo de los celos de los dioses de la mitología. Dios no envidia a sus criaturas, ni al fuego, ni a ningún invento posterior (...). El ser humano obra rectamente cuando quiere salir de las servidumbres cósmicas y sociales de todo tipo ... Puede haber, por tanto -arriesguemos la paradoja- un Prometeo cristiano"155. Trabajando las cosas encontramos a Dios, que, al crearlas, las llamó a la existencia y las conserva en el ser a través de la creatio continua. "Al comienzo del trabajo humano está el misterio de la creación", escribe Juan Pablo II (LE 12). La distinción metodológica entre ciencias naturales y teología fue señalada correctamente por Roberto Belarmino quien, en la discusión en torno a Galileo, adoptó una actitud benevolente hacia el sabio y escribió: "Si realmente está demostrado que (...) el sol no gira alrededor de la tierra, sino la tierra alrededor del sol, al interpretar los textos de las Sagradas Escrituras que parecen contradecirlo, hay que proceder con mucha cautela y estar antes dispuestos a decir que no los comprendemos que a decir que es falso lo que está demostrado"156. 4. Trabajo y profesión como servicio. Según la interpretación cristiana, el trabajo es un servicio para y con los demás. Es servicio al prójimo, a la familia y al pueblo y, por ello, noble, aun cuando apenas contenga un elemento de conformación creadora. Johannes Tauler (†1361) cuenta de un campesino, al que llama "supremo amigo de Dios": "Ha sido todos sus días labrador, más de cuarenta años, y lo es todavía. Una vez preguntó a Nuestro Señor si quería que dejara su trabajo y fuera a sentarse a la Iglesia. Y el Señor le contestó que no, que no debía hacerlo; debía ganar su pan con el sudor de su frente para honor de su noble sangre". Tauler añade: "Uno puede tejer, otro hacer zapatos ... Si yo no fuera sacerdote ni estuviera en una comunidad, me parecería gran cosa poder hacer zapatos ... Todos deben tener su oficio"157. Las múltiples tareas a realizar en la sociedad requieren gran número de servicios y profesiones que, según sus áreas pueden dividirse en cuatro grupos: a) El intelectual, que sirve a lo espiritual (sacerdotes, religiosos); a la verdad (sabios, investigadores); al bien (educadores, maestros) y a la belleza (artistas). Muchos de estos servicios están frecuentemente unidos en la misma persona y en la misma profesión, si bien siempre puede reconocerse un determinado predominio de uno de ellos. 155 H. de Lubac, Der Mensch in marxistischer und christlicher Schau, Ossenburg, 59. 156 Cit. en "Sint unum" (Pont. Univ. Gregoriana). Roma 1930, 72. 157 Cit. en F. Vetter, Die Predigter Taulers. Berlín, 1910, 179. 75
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no debía hacerlo; debía ganar su pan con el sudor de su frente para honor de su noble sangre".<br />
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Las múltiples tareas a realizar en la sociedad requieren gran número de servicios y<br />
profesiones que, según sus áreas pueden dividirse en cuatro grupos:<br />
a) El intelectual, que sirve a lo espiritual (sacerdotes, religiosos); a la verdad (sabios,<br />
investigadores); al bien (educadores, maestros) y a la belleza (artistas). Muchos de estos<br />
servicios están frecuentemente unidos en la misma persona y en la misma profesión, si bien<br />
siempre puede reconocerse un determinado predominio de uno de ellos.<br />
155 H. de Lubac, Der Mensch in marxistischer und christlicher Schau, Ossenburg, 59.<br />
156 Cit. en "Sint unum" (Pont. Univ. Gregoriana). Roma 1930, 72.<br />
157 Cit. en F. Vetter, Die Predigter Taulers. Berlín, 1910, 179.<br />
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