doctrina social cristiana - Ordo Socialis

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08.05.2013 Views

cosiendo y repasando"142. Como es usual entre amigos y compañeros se hacen planes, se compra y se ahorra en común. El cambio de funciones de la familia moderna se manifiesta con especial claridad en el empleo del ocio, que aumenta continuamente en importancia y, en muchos casos, es expresión de una depurada cultura familiar. Pensemos en el trabajo en el jardín o en el bricolage, en la música, en la vida en sociedad, en las vacaciones y en las fiestas familiares. 3. Con la pérdida y cambio de funciones de la familia está relacionado -en parte como consecuencia suya y en parte como condición- el trabajo de las mujeres casadas fuera de casa. Tampoco en la época preindustrial la mujer era únicamente esposa y madre. Trabajaba en la empresa familiar, bien fuera agrícola, artesana o comercial (ver Prov 31, 10-31). Hoy, la igualdad de derechos de ambos sexos en las modernas instituciones escolares y de formación, la liberación del hombre de los trabajos corporales pesados gracias a la técnica, y el constante incremento de los puestos de trabajo adecuados para la mujer en el "sector terciario" o de prestación de servicios, ha llevado a que se haya convertido en algo natural la incorporación de las mujeres a la vida profesional y económica. Aunque algunos indicios muestran que el trabajo de las mujeres fuera de casa parece desarrollarse con preferencia en dos periodos, uno antes del matrimonio y el otro, después de los cuarenta y cinco años, hay, sin embargo, numerosas mujeres casadas que trabajan también durante los años típicos de la maternidad (desde los veintidós a los cuarenta años) [...] Se pide demasiado a la mujer cuando trabaja fuera de casa en un trabajo fijo y por un tiempo determinado y tiene además que cumplir los deberes de ama de casa y madre. Investigaciones recientes permiten reconocer que también actualmente muchas mujeres casadas, especialmente las jóvenes, que tienen que "ayudar" a pagar y a amueblar la casa, trabajan por necesidad económica. Otras lo hacen porque quieren hacer la casa más confortable, porque el coche les ocasiona gastos elevados, porque así pueden permitirse más lujos en las vacaciones, porque le atrae el ambiente de su empresa, porque quieren huir del aburrimiento de la casa, porque antes de casarse estaban acostumbradas al ritmo del dinero ganado personalmente y porque las mujeres que no trabajan, sino que simplemente crían a sus hijos, pierden con ello la propia jubilación. El Papa Pío XII advertía el 21 de octubre de 1945 que cuando la madre trabaja, el hogar "tal vez de suyo sombrío y estrecho ..., se hace todavía más miserable por la falta de cuidados". Si las familias no se reúnen ni para comer ni para rezar en común, "¿qué queda de la vida familiar? ¿qué atractivos puede tener todavía para los hijos?" ¿cómo una muchacha que va creciendo va entonces a querer convertirse en señora de su casa, en ama de casa de una familia feliz, floreciente y digna?"143 El Papa Juan Pablo II declaró que: "la verdadera promoción de la mujer exige también que sea reconocido el valor de su función materna y familiar en comparación con todas las tareas públicas y las demás profesiones". La Iglesia exige por eso incansablemente "que el trabajo de la mujer en casa sea reconocido por todos y estimado por su valor insustituible". "Si se debe reconocer también a las mujeres, como a los hombres, el derecho a acceder a las diversas funciones públicas, la sociedad debe, sin embargo, estructurarse de manera tal que las esposas y madres no sean de hecho obligadas a trabajar fuera de casa y que sus familias puedan vivir y prosperar dignamente, aunque ellas se dediquen totalmente a la propia familia"144. 142 W. F. Ogburn, The Family and its Functions, Nueva York, 1934, 671. 143 Pío XII, 21. 10. 1945 (UG 1358, 1360). 144 Exhortación Apostólica "Familiaris Consortio", 23. 68

§ 4. Tareas de la política familiar en la sociedad moderna 1. A la sociedad de la era preindustrial la caracterizaban las empresas familiares agrícolas y artesanas como unidades más importantes de producción y consumo. La familia, la "casa", era una fortaleza económica, moral y religiosa, un lugar donde los hombres vivían y se preocupaban en común, rezaban y trabajaban juntos, y en la enfermedad y en la vejez encontraban cuidados y manutención. La posición de la familia dentro de la sociedad feudal era sólida y respetada, y todo padre de familia participaba, en cierto modo, de la autoridad y dignidad del monarca. Un gran número de hijos se consideraba un honor y significaba una considerable ayuda para la economía familiar, aunque se debe ser prudente al hacer estas afirmaciones. Alberto Durero, al comentar los grandes sufrimientos de su madre, sitúa el número de hijos al mismo nivel que la peste. A veces el producto de una finca no alcanzaba a cubrir generaciones de familias numerosas, en las que no había hecho presa la peste, por lo que para salir de la miseria debían roturar nuevas tierras o emigrar. También en la era industrial la familia es la "célula de la sociedad", de valor insustituible; pero su situación económica se ha hecho muy inestable. La familia no es ya el lugar de producción; tampoco en lo económico aparece en cuanto familia, puesto que en la sociedad comercializada "sólo" gana el individuo. Así, la familia no es productora de ingresos, sino sólo consumidora. La consecuencia es que el número de hijos representa una carga económica. Mientras que en la sociedad preindustrial la verdadera política familiar era desconocida y superflua, actualmente es una exigencia social. "Las cargas para sacar a flote la nueva generación, sin la que ningún pueblo ni cultura puede conservar y transmitir sus valores, tienen que ser justamente repartidas de forma que el pueblo no ponga en peligro su existencia por el falso reparto de las cargas"145 2. Hasta comienzos de la era industrial la población occidental había permanecido más o menos constante, a pesar de los muchos nacimientos, debido a la alta mortalidad, especialmente entre los niños recién nacidos y los niños pequeños. Pero después la medicina y la higiene comenzaron a vencer la mortalidad infantil y las pestes. El control de nacimientos era casi todavía desconocido, de forma que la población de Europa ascendió en la primera mitad del siglo XIX, de 187 millones a 266 y, en la segunda mitad, de 266 a 400. Hacia finales del siglo XIX comenzó una nueva fase, que hay que llamar típica de la primera mitad del siglo XX. Mientras que el número de defunciones permaneció bajo y siguió descendiendo, comenzaron a disminuir los nacimientos. Se pueden enumerar varias causas de este fenómeno de tipo económico, social, cultural, intelectual, moral y religioso: el sistema salarial fijado individualmente y no familiarmente; el crecimiento del trabajo femenino; la escasez de viviendas; la pérdida del prestigio social de las familias numerosas; la irrupción de la ratio en el matrimonio; el pensar en el standard de vida; el desarraigo religioso; el deseo de posibilitar a los hijos el ascenso social. Una exacta valoración del descenso de nacimientos tiene que considerar también el exceso proporcional de mujeres, el aumento de la media de edad en las mujeres y los frecuentes abortos. Sin embargo, no debe pasar inadvertido el hecho de que también la persona en la llamada sociedad del bienestar debe respetar la originalidad e integridad del niño. En el cada vez más amplio tiempo libre, el contacto con le niño significa para los esposos felicidad y alegría. La crianza de los hijos está muy facilitada por la industria moderna de productos prefabricados. Da mucho que pensar que en esta situación haya seres en una relación negativa 145G. Mackenroth, Die Reform der Sozialpolitik durch einen deutschen Sozialplan. Berlín, 1952, 57. 69

§ 4. Tareas de la política familiar en la sociedad moderna<br />

1. A la sociedad de la era preindustrial la caracterizaban las empresas familiares agrícolas y<br />

artesanas como unidades más importantes de producción y consumo. La familia, la "casa", era<br />

una fortaleza económica, moral y religiosa, un lugar donde los hombres vivían y se<br />

preocupaban en común, rezaban y trabajaban juntos, y en la enfermedad y en la vejez<br />

encontraban cuidados y manutención. La posición de la familia dentro de la sociedad feudal<br />

era sólida y respetada, y todo padre de familia participaba, en cierto modo, de la autoridad y<br />

dignidad del monarca. Un gran número de hijos se consideraba un honor y significaba una<br />

considerable ayuda para la economía familiar, aunque se debe ser prudente al hacer estas<br />

afirmaciones. Alberto Durero, al comentar los grandes sufrimientos de su madre, sitúa el<br />

número de hijos al mismo nivel que la peste. A veces el producto de una finca no alcanzaba a<br />

cubrir generaciones de familias numerosas, en las que no había hecho presa la peste, por lo<br />

que para salir de la miseria debían roturar nuevas tierras o emigrar.<br />

También en la era industrial la familia es la "célula de la sociedad", de valor insustituible;<br />

pero su situación económica se ha hecho muy inestable. La familia no es ya el lugar de<br />

producción; tampoco en lo económico aparece en cuanto familia, puesto que en la sociedad<br />

comercializada "sólo" gana el individuo. Así, la familia no es productora de ingresos, sino<br />

sólo consumidora. La consecuencia es que el número de hijos representa una carga<br />

económica. Mientras que en la sociedad preindustrial la verdadera política familiar era<br />

desconocida y superflua, actualmente es una exigencia <strong>social</strong>. "Las cargas para sacar a flote la<br />

nueva generación, sin la que ningún pueblo ni cultura puede conservar y transmitir sus<br />

valores, tienen que ser justamente repartidas de forma que el pueblo no ponga en peligro su<br />

existencia por el falso reparto de las cargas"145<br />

2. Hasta comienzos de la era industrial la población occidental había permanecido más o<br />

menos constante, a pesar de los muchos nacimientos, debido a la alta mortalidad,<br />

especialmente entre los niños recién nacidos y los niños pequeños. Pero después la medicina y<br />

la higiene comenzaron a vencer la mortalidad infantil y las pestes. El control de nacimientos<br />

era casi todavía desconocido, de forma que la población de Europa ascendió en la primera<br />

mitad del siglo XIX, de 187 millones a 266 y, en la segunda mitad, de 266 a 400. Hacia<br />

finales del siglo XIX comenzó una nueva fase, que hay que llamar típica de la primera mitad<br />

del siglo XX. Mientras que el número de defunciones permaneció bajo y siguió descendiendo,<br />

comenzaron a disminuir los nacimientos. Se pueden enumerar varias causas de este fenómeno<br />

de tipo económico, <strong>social</strong>, cultural, intelectual, moral y religioso: el sistema salarial fijado<br />

individualmente y no familiarmente; el crecimiento del trabajo femenino; la escasez de<br />

viviendas; la pérdida del prestigio <strong>social</strong> de las familias numerosas; la irrupción de la ratio en<br />

el matrimonio; el pensar en el standard de vida; el desarraigo religioso; el deseo de posibilitar<br />

a los hijos el ascenso <strong>social</strong>. Una exacta valoración del descenso de nacimientos tiene que<br />

considerar también el exceso proporcional de mujeres, el aumento de la media de edad en las<br />

mujeres y los frecuentes abortos. Sin embargo, no debe pasar inadvertido el hecho de que<br />

también la persona en la llamada sociedad del bienestar debe respetar la originalidad e<br />

integridad del niño. En el cada vez más amplio tiempo libre, el contacto con le niño significa<br />

para los esposos felicidad y alegría.<br />

La crianza de los hijos está muy facilitada por la industria moderna de productos<br />

prefabricados. Da mucho que pensar que en esta situación haya seres en una relación negativa<br />

145G. Mackenroth, Die Reform der Sozialpolitik durch einen deutschen Sozialplan. Berlín, 1952, 57.<br />

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