doctrina social cristiana - Ordo Socialis
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2. Como célula de la sociedad humana, la familia está bajo la ley de la partida. A la alegría de poder llevar al propio hijo hasta la madurez, autonomía y aptitud para la vida, se une la dolorosa conciencia de que, como se deduce de la esencia misma de la familia, los hijos dirán un día adiós. La indisolubilidad sólo vale para el matrimonio, pero no para la familia. La moderna familia de trabajadores tiene, especialmente, un carácter muy caduco. Mientras que las familias campesinas se asentaban a menudo durante siglos en la misma hacienda, de forma que el hogar familiar pervivía sin interrupciones de generación en generación, la moderna familia ciudadana se funda para desaparecer después de algunos decenios. La estirpe ya no tiene hogar fijo, lo cual supone sin duda una pérdida. El paulatino crecimiento de los hijos no debe llevar a alejarse espiritualmente de los padres. No debe haber tampoco por parte de éstos, un despreocupado "quitarse del medio", sino un separarse desinteresado y sin celos. San Agustín llama por eso a la familia "vivero de la sociedad"141. Dios concedió fecundidad a la familia no sólo para que los muertos tuvieran sucesores, sino para que los vivos tuvieran compañeros. No raras veces ocurre, cosa incomprensible, que tanto el padre como la madre se oponen a la independización de los hijos. En el padre quizás influyan incluso motivos patriarcales. Por parte de la madre existe el peligro de querer vincular exageradamente el hijo a sí misma, y más en especial cuando se trata de un hijo único y falta el padre, como sucede en el caso de la madre soltera o de la mujer separada o viuda. Tales vinculaciones exageradas influyen no raras veces desfavorablemente en el posterior matrimonio de estos hijos, ya que impedimentos inconscientes obstaculizan la entrega espiritual al otro cónyuge. En otros casos, los padres tratan de retener en casa a los hijos mayores por razones económicas; por ejemplo como fuerza barata de trabajo. En una encuesta a hijas de campesinos se expresaban del modo siguiente: tenían que "ayudar en casa", eran "insustituibles en la casa" y se encontraban por ello profesionalmente "sin salida". Es terrible que las familias de campesinos no den una sólida formación profesional a sus hijos y también a sus hijas. Y con mucha menos razón debe presionarse la conciencia de los hijos cuando se trata de la elección matrimonial o de la profesión sacerdotal y religiosa. Un refrán árabe dice: "Tu eres el arco, desde el cual tu hijo ha de ser lanzado como flecha viva". § 3. Atrofia y cambio funcional de la familia en la sociedad industrial 1. La atrofia funcional. Con frecuencia oímos lamentarse acerca de la crisis y decadencia de la familia en la sociedad industrial: el número de divorcios se ha multiplicado por cinco en los últimos cincuenta años. Los nacimientos han decrecido a un tercio en el mismo tiempo. Una terrible pérdida de sus funciones ha socavado a la familia. No es ningún milagro que marido, mujer e hijos vivan unos junto a otros sin hablarse y tristes, y nada harían con mayor gusto que separarse. Ahora bien, este juicio generalizador es falso. En medio de todas las amenazas y a pesar de la necesaria adaptación a la nueva situación, la mayoría de las familias ha permanecido fiel -como por una misteriosa fuerza interior- a su forma esencial. Al valorar objetivamente la atrofia de funciones hay que distinguir dos cosas: a) En la situación social primitiva, por ejemplo entre los pastores nómadas, la gran familia a la que pertenecían bajo la dirección patriarcal del padre, los hijos casados con sus mujeres e hijos y los siervos y siervas, tenía muchas funciones que son ajenas a la familia moderna. El padre de familia dictaba sentencias, celebraba el culto religioso y hacía la guerra. No había 141 De Civitate Dei, lib. 15, cap. 16 (II, 95). 66
todavía Estados, ni tribunales de justicia, ni escuelas, ni comunidades religiosas organizadas. La imagen cambió inmediatamente en cuanto el Estado, el derecho, la economía, la religión, la ciencia y el arte se destacaron como zonas culturales específicas y alcanzaron su autonomía. Este proceso no representaba propiamente una pérdida de las funciones de la familia, sino que la familia tuvo que renunciar a tareas que hasta entonces había cumplido sustitutivamente. Por lo demás, la familia de la era preindustrial siguió siendo muy rica en funciones. Económicamente era en gran medida autárquica ya que producía lo que necesitaba, y consumía lo que producía. También la educación y formación profesional de los hijos tenía lugar especialmente dentro de la familia. Es indudable que el desarrollo industrial ha limitado muchas de estas funciones o las ha desplazado a instituciones extrafamiliares. Ya hace tiempo que la familia ha dejado de ser el lugar de producción, puesto que la economía moderna se ha apropiado casi totalmente de esta función en su perfecta división del trabajo. Incluso la mayoría de las reparaciones caseras son hechas actualmente por mecánicos especializados. La formación escolar y profesional plantea exigencias tan altas que sólo pueden ser satisfechas por instituciones extrafamiliares. Mientras que en la era preindustrial parecía evidente que el enfermo, el incapacitado para el trabajo y el anciano encontraban mantenimiento y cuidado en la comunidad de bienes y ahorros de la familia y a costa de ella -aunque a menudo, por ejemplo en caso de "peste, hambre y guerra", de modo muy deficiente-, actualmente se han hecho cargo de estas tareas las grandes organizaciones de la seguridad social. Tampoco esta pérdida de función debe ser exagerada en sus consecuencias. No es esencial para la familia que en ella se hile o se teja o se haga una matanza o que (en lugar de las estufas de gas o eléctricas) arda un llameante fuego de leña. La liberación de cooperar en el trabajo de producción, así como las facilidades técnicas, dan por el contrario a la madre, la posibilidad de dedicarse más intensamente a la educación de los hijos y al cuidado del hogar y la mesa. b)Sólo hay pérdida de funciones en sentido propio, cuando se pierden las funciones esenciales de la familia -hogar, mesa, economía, cultivo de los valores intelectuales, éticos y religiosos. En algunas familias ha desaparecido la comunidad de mesa prácticamente del todo, porque el padre o la madre comen en el lugar de trabajo y los hijos en la escuela o en las guarderías. Muchas veces ha desaparecido también el último resto de comunidad ritual, porque no se reza ya en común y las grandes fiestas cristianas pasan casi inadvertidas en la vida familiar. Muchas familias no conocen ya la sociabilidad doméstica, porque padre e hijos han desplazado el centro de gravedad de su vida fuera de la familia y consideran el hogar como un mero lugar donde se duerme. Naturalmente con ello, se ha paralizado también, casi del todo, la función educativa. 2. El cambio funcional. La situación de la sociedad industrial ha causado, sin duda, una pérdida de funciones en la familia, pero en otros terrenos no ha originado más que un cambio de ellas. Cierto es que ya no se producen bienes dentro de la familia, pero se presta mucho más cuidado -incluso en las familias trabajadoras- al adorno del hogar, a la preparación de las comidas y a la educación y formación de los hijos, especialmente en forma de colaboración con las escuelas. Lo que escribe William F. Ogburn sobre los Estados Unidos de América vale también para Alemania: a pesar de la irrupción de la técnica en el hogar, la familia moderna "pasa una parte considerable de su tiempo cocinando las comidas, cuidando la casa, lavando, 67
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La imagen cambió inmediatamente en cuanto el Estado, el derecho, la economía, la religión,<br />
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Por lo demás, la familia de la era preindustrial siguió siendo muy rica en funciones.<br />
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que en ella se hile o se teja o se haga una matanza o que (en lugar de las estufas de gas o<br />
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producción, así como las facilidades técnicas, dan por el contrario a la madre, la posibilidad<br />
de dedicarse más intensamente a la educación de los hijos y al cuidado del hogar y la mesa.<br />
b)Sólo hay pérdida de funciones en sentido propio, cuando se pierden las funciones esenciales<br />
de la familia -hogar, mesa, economía, cultivo de los valores intelectuales, éticos y religiosos.<br />
En algunas familias ha desaparecido la comunidad de mesa prácticamente del todo, porque el<br />
padre o la madre comen en el lugar de trabajo y los hijos en la escuela o en las guarderías.<br />
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Muchas familias no conocen ya la sociabilidad doméstica, porque padre e hijos han<br />
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la función educativa.<br />
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pérdida de funciones en la familia, pero en otros terrenos no ha originado más que un cambio<br />
de ellas. Cierto es que ya no se producen bienes dentro de la familia, pero se presta mucho<br />
más cuidado -incluso en las familias trabajadoras- al adorno del hogar, a la preparación de las<br />
comidas y a la educación y formación de los hijos, especialmente en forma de colaboración<br />
con las escuelas. Lo que escribe William F. Ogburn sobre los Estados Unidos de América vale<br />
también para Alemania: a pesar de la irrupción de la técnica en el hogar, la familia moderna<br />
"pasa una parte considerable de su tiempo cocinando las comidas, cuidando la casa, lavando,<br />
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