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doctrina social cristiana - Ordo Socialis

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§ 6. El amor altruista<br />

1. A la larga no bastará el eros para soportar todas las pruebas del matrimonio. Pues "todos<br />

esos fuegos se apagan lentamente" (Sigrid Unset). Al eros hay que unir el amor que San Pablo<br />

llama agape, que es "paciente" y "benigno", "no es interesado, no se irrita, no piensa mal (...)<br />

todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera (...) y no pasa jamás" (1 Cor 13, 4-<br />

8). Puede haber matrimonios en los que el agape vaya unido al eros desde el principio. En la<br />

mayoría de los matrimonios el agape tiene que crecer lentamente; de lo contrario fracasa el<br />

matrimonio. Es un mal dicho ese de que "el matrimonio es la tumba del amor".<br />

En el amor conyugal desinteresado, que “une en sí lo humano y lo divino", y lleva a los<br />

esposos “con ternura” a la “donación libre y mutua de sí mismos” (GS 49), el hombre no sale<br />

garante con "algo", sino consigo mismo; no ama "algo" que el otro tenga, sino al otro tal<br />

como es. El agape no persigue como el eros, ensalzar al propio yo, sino al tú. No quiere ser<br />

feliz, sino hacer feliz, y permanece entonces libre de una suerte de "egoísmo a dos". El agape<br />

trata de comprender al otro sintiendo con él; lo acepta como es -incluso con sus límites y<br />

debilidades- y no proyecta en él imágenes ideales inconscientemente glorificadoras del anima<br />

y del animus. Es una "atención pura al ser del otro" (Lavelle), un adentrarse único en el ser<br />

del otro y, a la vez, una disposición a la más íntima comunidad de vida, para "ayudarse<br />

mutuamente a soportar las cargas” (Gal 6, 2) y para "hacerse imitadores de Dios como hijos<br />

amados" (Eph 5, 1). Aunque el amor que se da desinteresadamente es posible como "amor<br />

natural", su plenitud sólo se encuentra en la virtud teologal y sobrenatural de la caridad. En<br />

ese amor altruista, la persona es consciente de que, desde ese momento, ha entregado su vida<br />

toda al otro y a su capacidad de conformar la propia realidad, sin que, como contrapartida,<br />

pueda conocerle nunca del todo.<br />

2. El eros, y sobre todo el amor altruista, tiene una verdadera fuerza transformadora. Ahí<br />

encuentran los demás ámbitos de lo sexual su sentido y elevación. El eros y el agape<br />

encienden y penetran esos ámbitos, no para anularlos, sino para ennoblecerlos. Lo sensualsexual<br />

se convierte en expresión del amor conyugal y así queda preservado de convertirse<br />

egoístamente en fin en sí mismo. También el instinto de preservación encuentra, por obra del<br />

amor, su realización; ya que la persona puede donar -sin miedo a la profanación- lo más<br />

íntimo, secreto y personal de sí misma. También el quererse agradar mutuamente que, de lo<br />

contrario degenera tan fácilmente en coquetería, adquiere su pleno sentido en el amor<br />

auténtico. Como la unidad amorosa de los corazones radica profundamente en los valores<br />

religiosos afirmados y vividos en común, el matrimonio entre personas con creencias<br />

religiosas y cosmovisiones distintas está más amenazado de crisis que otros matrimonios.<br />

§ 7. El despertar de una nueva vida<br />

"El matrimonio y el amor conyugal -enseña el Vaticano II- están ordenados por su propia<br />

naturaleza a la procreación y educación de la prole (GS 50). Donde hay amor, allí hay vida.<br />

Así como la esposa de Cristo, la Iglesia, da vida a nuevos hijos de Dios mediante el<br />

sacramento del Bautismo, así también el matrimonio está bajo la bendición de la fertilidad que<br />

Dios ha impartido sobre él. Por eso, los padres consideran al hijo más como un don, que como<br />

algo engendrado. "Los hijos son, sin duda, el don más excelente del matrimonio" (GS 50). La<br />

expresión actual de que cada hijo debe ser "deseado", no es inofensiva. La nueva vida se<br />

piensa hoy más como un producto que como un don. Y lo que aún es peor, el placer sexual se<br />

busca por sí mismo y se desprecia irónicamente el amor sacrificado que se regala a un hijo.<br />

[...]<br />

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