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doctrina social cristiana - Ordo Socialis

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Éste no es ni resultado de la educación o la costumbre, ni efecto del miedo o el asco, sino una<br />

energía protectora natural que, al modo de un sentimiento originario humano, debe defender<br />

"de caer en la esfera de lo meramente instintivo"100. Con la madurez sexual despierta<br />

también el pudor, aunque el medio ambiente trate de inculcar al joven conscientemente otras<br />

concepciones. En muchos niños comienza a los cinco años, en otros hacia los diez. Hasta qué<br />

punto la irrupción brutal en la esfera sexual íntima resulta una profanación, lo muestra el<br />

lenguaje que a la violencia en este terreno la llama sin más "violación".<br />

El pudor sexual distancia y une a la vez. Es "reserva" en el doble sentido de la palabra: como<br />

recato defensivo y como acopio de valores que luego serán objeto de donación en el<br />

matrimonio. En cuanto defensa, el pudor es una "protección contra una irreflexiva vida<br />

instintiva"101. A la vez, en esa reserva, el pudor deja tiempo al amor para crecer y madurar,<br />

"estando de pie como ángel del respeto a las puertas del misterio que algún día se abrirá"102.<br />

El instinto de protección está especialmente referido al matrimonio donde, aunque en otra<br />

forma, conserva su sentido.<br />

2. Aunque las formas externas de expresión del pudor están sometidas al cambio histórico,<br />

por ejemplo, en la moda, en la sociedad moderna impera, sin embargo, un clima sexualmente<br />

sobre-excitado. En el ocio y en las diversiones, así como en la publicidad, en ciertas películas<br />

y revistas ilustradas, la indecencia se expande por doquier. Incluso intelectualmente esos<br />

"productos" son tan elementales que sexualización e imbecilidad se dan la mano. Hoy en día<br />

se ha desencadenado un ataque refinado contra todo tipo de pudor, también contra el<br />

espiritual, pero especialmente contra el sexual. Este impudor escandaloso e indiscreción que<br />

trata de disfrazarse de “emancipación”, pone en peligro sobre todo a las personas más jóvenes<br />

y derriba los muros que levantados por la naturaleza para la protección del matrimonio y de la<br />

familia.<br />

§ 5. El amor concupiscente del eros<br />

1. En muchos pueblos imperó durante siglos la costumbre patriarcal de que los padres<br />

determinaran al cónyuge sin preguntar a los hijos. En esa designación desempeñaban un papel<br />

decisivo los intereses agrícolas, económicos, dinásticos o políticos. Es preciso tener en cuenta<br />

que entonces los prometidos eran muy jóvenes, con frecuencia sólo entre doce y quince años.<br />

Por lo demás, se suponía que la atracción entre ambos sexos conduciría pronto a la simpatía y<br />

el afecto. No raras veces los esposos se veían por vez primera el día de la boda. Es el caso de<br />

Felipe II y su prometida de quince años, Isabel de Valois, que fueron presentados el 31 de<br />

enero de 1560 en el salón principal del Palacio del Infantado de Guadalajara, en cuya capilla<br />

se celebró inmediatamente después la boda. El matrimonio de Felipe e Isabel fue muy feliz e<br />

incluso se puede decir que entonces "probablemente hubo muchos menos matrimonios<br />

desgraciados que hoy", porque "en lugar de la atracción individual actuaría la atracción de las<br />

familias y estirpes"103. Entonces se decía: "Puesto que eres mi mujer, te quiero"; actualmente<br />

se dice: "Puesto que te quiero, serás mi mujer".<br />

100 T. Müncker, Die psychologischen Grundlagen der katholischen Sittenlehre, Düsseldorf, (4ª ed.), 1953, 285.<br />

101 Ibidem. , 288.<br />

102 E. Masure, "Die Vergeistung der Ehe", en: J. Viollet, Vom Wesen und Geheimnis der Familie, Salzburgo, s.<br />

a. , 255.<br />

103 W. Morgenthaler, en: Die Psychohygienie, Berna, 1949, 124.<br />

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