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doctrina social cristiana - Ordo Socialis

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f) Hay que reconocer que los efectos del colonialismo europeo sobre los antiguos pueblos<br />

coloniales son enormes e imborrables. Incluso después de terminar el imperio colonial, no es<br />

posible en ningún país volver a la situación anterior. Generalmente lo que ocurre con la<br />

independencia de los países que han vivido bajo el dominio colonial es que irrumpe una fuerte<br />

y sensible conciencia nacional que, por una parte, rechaza cualquier tutela y, por otra, trata sin<br />

embargo de que arraigue en el mínimo tiempo posible el progreso técnico de los modernos<br />

países industriales.<br />

3. Si se contempla el imperio colonial europeo a la luz de los principios cristianos hay que<br />

confesar con vergüenza que el colonialismo, en sus principales manifestaciones, no puede ser<br />

aprobado por la conciencia <strong>cristiana</strong>. La violenta supresión de la autonomía política, la<br />

explotación económica y otras humillaciones fueron la situación normal, aunque tampoco se<br />

puede olvidar que diligentes colonizadores "han aportado en tantas regiones abandonadas su<br />

ciencia y su técnica (...), han contribuido a erradicar la ignorancia y la enfermedad, han<br />

establecido comunicaciones beneficiosas y mejorado las condiciones de vida" (PP 7). Hasta el<br />

siglo XIX estuvo vigente la esclavitud de los negros. Se calcula que a lo largo de los siglos<br />

fueron llevados contra su voluntad a América unos treinta millones de negros, cifra cuantiosa<br />

si se tiene en cuenta que otros tantos perecieron en la caza de esclavos y en los buques de<br />

transporte.<br />

De estas peculiaridades se deducen cuatro consecuencias:<br />

a) La era del colonialismo ha terminado. Los países que se empeñen en mantener a duras<br />

penas los restos de su imperio colonial no han comprendido los signos de los tiempos. En<br />

todos los pueblos del mundo está viva la conciencia de la propia libertad y de la dignidad de<br />

cada persona.<br />

b) La cultura y civilización occidentales no pueden ser impuestas como norma a toda la<br />

humanidad. Ciertas manifestaciones de la cultura occidental, por ejemplo, la técnica y la<br />

industrialización, se han difundido por toda la tierra, aunque también hay que tener en cuenta<br />

que incluso estos fenómenos adoptan formas diferentes en cada pueblo. En principio hay que<br />

reconocer el valor propio y el derecho a la existencia de todas las culturas. Sería una locura no<br />

querer ver que Europa ha perdido su puesto directivo en el mundo. Los centros de gravedad<br />

del acontecer mundial se han desplazado a otros continentes. Todos estos acontecimientos y<br />

cambios manifiestan que para el mundo moderno, que se ha convertido en una unidad y es<br />

consciente de esa unidad, tiene que hacerse valer la ley de la recíproca fecundación de las<br />

diversas culturas, pues en caso contrario se llegarían a producir catástrofes mundiales. Es<br />

hasta cierto punto comprensible que los antiguos pueblos coloniales, al conseguir la<br />

independencia, fomenten al principio un nacionalismo exagerado, lo cual es sin duda<br />

perjudicial para el intercambio pacífico entre las culturas. También suele ocurrir en muchos<br />

pueblos coloniales antiguos que sólo haya un pequeño sector de personas formadas y capaces<br />

de gobernar. Pero es de esperar que la situación se normalice con el paso de los años.<br />

c) La Iglesia y sus misiones reconocen el valor y la idiosincrasia de los pueblos y culturas. No<br />

sabemos por cuánto tiempo seguirá la Iglesia su camino por la historia. Tal vez queden<br />

todavía muchos siglos hasta la vuelta del Señor y sólo tengamos detrás nuestro una pequeña<br />

parte de la historia de la Iglesia. La Iglesia de Cristo, "en virtud de su misión y naturaleza, no<br />

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