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doctrina social cristiana - Ordo Socialis

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experiencia enseña, en efecto, que un partido político unitario de los católicos es fácilmente<br />

equiparado a la Iglesia y al cristianismo, por más que se intente acentuar su carácter no<br />

eclesial.<br />

c) Cuando un partido político persigue fines que contradicen la <strong>doctrina</strong> y moral <strong>cristiana</strong>s, a<br />

los católicos les está prohibido votarlo o ser incluidos en sus candidaturas. El lema superficial<br />

de que "la religión nada tiene que ver con la política" es falso. Pío XI respondió<br />

acertadamente que "hay una política que penetra en las iglesias y derriba los altares". Los<br />

partidos políticos determinan a través de su programa y de su política su cercanía o distancia<br />

de la Iglesia.<br />

d) Cuando en una sociedad ideológicamente pluralista ocurra que los programas de los<br />

partidos políticos existentes contradigan en puntos esenciales la <strong>doctrina</strong> y moral católicas,<br />

podrá resultar necesario que los ciudadanos católicos se reúnan en un partido político propio o<br />

formen un partido junto con los cristianos no católicos. Tal partido no es una "institución<br />

eclesial", no es un partido confesional y clerical, sino político, que tiene que ser responsable<br />

del bien de todo el pueblo. El hecho de que quizá se llame "cristiano" no significa que esté<br />

sometido a la tutela eclesiástica, sino que profesa principios de la Doctrina Social Cristiana.<br />

No pocos defienden hoy –consciente o inconscientemente– la tesis de que sólo los partidarios<br />

del liberalismo, del <strong>social</strong>ismo, del humanismo o de cualquier otra orientación secularizada<br />

tienen derecho a ser políticamente activos. Según esta opinión no tienen ese mismo derecho<br />

los partidarios de la fe <strong>cristiana</strong>, o en todo caso no lo tienen para actuar según los principios<br />

de su fe; si los ciudadanos católicos quisieran actuar políticamente, tendrían entonces que<br />

renunciar, en cierto modo, a su fe –en el ámbito político– y obrar según las ideas liberales y<br />

<strong>social</strong>istas. Según la mencionada opinión, la actuación política de ciudadanos católicos<br />

conforme a su fe sería "clericalismo político". A este ofensivo reproche hay que responder<br />

que en la moderna sociedad ideológicamente pluralista también el cristiano tiene derecho y<br />

está obligado a colaborar desde su fe en la organización política del Estado, de la sociedad y<br />

de la economía. Como enseña el Concilio Vaticano II, el católico debe ser un modelo de cómo<br />

se obra en conciencia y de cómo se preocupa uno del bien común. Así, los católicos<br />

"demostrarán también en los hechos cómo pueden armonizarse la autoridad y la libertad, la<br />

iniciativa personal y la necesaria solidaridad del cuerpo <strong>social</strong>, las ventajas de la unidad<br />

combinada con la provechosa diversidad" (GS 75). Sin embargo aquí hay que "distinguir<br />

netamente entre la acción que los cristianos, aisladamente o dentro de asociaciones, llevan a<br />

cabo a título personal como ciudadanos de acuerdo con su conciencia <strong>cristiana</strong>, por un lado, y<br />

la acción que realizan en nombre de la Iglesia, en comunión con sus pastores, por otro" (GS<br />

76).<br />

En la sociedad moderna, por lo demás, la Iglesia llega sólo hasta donde alcanza "el testimonio<br />

de los cristianos" (GS 76), un testimonio que ha de repercutir "en el ámbito del trabajo, de la<br />

profesión, del estudio, del hogar, del tiempo libre o de la convivencia entre amigos" (AA 13).<br />

De faltar este testimonio, la Iglesia ya no ocupará el espacio espiritual de la sociedad, donde<br />

penetrarán y se impondrán otras fuerzas, conmoviendo también la posición jurídicamente<br />

asegurada de la Iglesia dentro del Estado. La carencia de fe no puede ser sustituida<br />

subsidiariamente por privilegios estatales.<br />

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