doctrina social cristiana - Ordo Socialis
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d) Tanto la hostil separación de Iglesia y Estado, que frecuentemente se manifiesta en la<br />
forma de persecución de la Iglesia (imperio romano pagano, estados bolcheviques), como la<br />
"separación neutral", en la que Iglesia y Estado viven casi sin relaciones entre sí (EE.UU.),<br />
desconocen que Estado e Iglesia están esencialmente referidos el uno al otro. Por lo demás, en<br />
una sociedad pluralista, desde el punto de vista de la opinión pública puede ser conveniente,<br />
bajo determinados supuestos, la "separación neutral".<br />
e) En los países donde Iglesia y Estado han estado desde siglos estrechamente unidos se ha<br />
producido una parcial o desigual separación, en expresión de U. Stutz, que reconoce, es cierto,<br />
la independencia y autonomía del Estado y de la Iglesia, pero vincula institucionalmente<br />
ambos sectores, por ejemplo, al reconocer a la Iglesia como corporación de derecho público,<br />
el derecho a cobrar impuestos, a fundar escuelas confesionales, facultades teológicas, etc. En<br />
la República Federal de Alemania se da este sistema, aunque algunos preferirían hablar, más<br />
que de desigual separación, de "Iglesia libre en un Estado libre". Por lo demás, en cierto<br />
sentido también se reconoce la misión pública de la Iglesia de proteger y predicar el orden<br />
moral, razón por la cual se la denomina la "insobornable conciencia moral del Estado y de la<br />
economía": "no ancilla, no domina, pero sí conscientia rei publicae et rerum publicarum"360.<br />
f) El caso ideal –concorde colaboración de Iglesia y Estado bajo la garantía de la<br />
independencia de ambas instituciones– ha sido muy pocas veces realizado en la historia. Por<br />
lo demás, el paso a la desigual separación debería ser fluido, ya que la organización concreta<br />
de las relaciones entre Iglesia y Estado es potencialmente un gran campo de tensiones.<br />
§ 3. Iglesia y partido<br />
1. La posición de la Iglesia frente a los partidos políticos, iimprescindibles en la democracia<br />
representativa, es determinada por los principios que regulan en general las relaciones de la<br />
Iglesia con el Estado y la política. Los partidos políticos son de suyo instituciones "terrenas"<br />
que no están sometidas al gobierno de la Iglesia. Muchos puntos programáticos y muchas<br />
decisiones de los partidos políticos serán "indiferentes" a la luz de la fe y moral católicas. En<br />
este punto es válido la amonestación del Concilio Vaticano II, de que "en las cuestiones sobre<br />
el orden de las cosas terrenas", también entre cristianos puede haber "diferencias de opinión<br />
lícitas" (GS 75). En esos casos, nadie tiene derecho "a invocar la autoridad de la Iglesia<br />
exclusivamente para sí y para su propia opinión" (GS 43). En la sociedad ideológicamente<br />
pluralista de hoy, la Iglesia se encontrará a veces también con programas de partidos políticos<br />
contra los que tendrá que alzarse en cuanto guardiana de la <strong>doctrina</strong> de la fe y de la ética.<br />
2. De estas reflexiones se pueden deducir cuatro consecuencias:<br />
a) Si se supone el caso de que en un Estado ningún partido atenta –ni programática ni<br />
políticamente– contra la <strong>doctrina</strong> y moral católicas, los católicos pueden elegir el partido que<br />
quieran.<br />
b) Para prevenir de la errónea opinión de que partido e Iglesia son lo mismo, sería<br />
conveniente, desde el punto de vista de la Iglesia, que la actitud de todos o al menos de varios<br />
partidos permitiera que los católicos pudieran afiliarse a ellos sin problemas de conciencia. La<br />
360Ministro Adolf Grimme en la toma de posesión del obispo Hanna Lilje, 1947.<br />
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