doctrina social cristiana - Ordo Socialis
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las leyes y a todas las medidas políticas se las podrá tachar de algo con más o menos razón;<br />
pero más angustioso es que estados y gobiernos presenten no sólo este o aquel defecto, como<br />
bien enseña la experiencia, sino que puedan degenerar en una verdadera tiranía criminal.<br />
Desde Aristóteles se suelen distinguir dos tipos de tiranos: el usurpador o invasor que se<br />
apropia ilegalmente el poder político y después gobierna, tal vez, legalmente, y el tyrannus<br />
regiminis, que abusa de su poder, aunque lo haya alcanzado legalmente, para aniquilar el bien<br />
común, esclavizando las conciencias, asesinando y saqueando en el interior o maquinando<br />
guerras también en el extranjero, amontonando crimen sobre crimen. Actualmente no se trata<br />
como en la Antigüedad, de un tirano individual, sino de movimientos o partidos que, con<br />
horror y terror, imponen un gobierno tiránico. Cualquier ciudadano con recta conciencia<br />
padecerá bajo tal sistema, y no sólo cuando sea inmediatamente afectado él mismo, sino<br />
porque tiene que contemplar la injusticia que se inflige a los demás, sobre todo a los<br />
ciudadanos de otros pueblos, en nombre del Estado al que él mismo pertenece. La Doctrina<br />
Social Cristiana distingue en tal situación dos modos de actuar:<br />
a) El medio más fácil de defenderse, y sin duda menos reprochable moralmente, es la<br />
resistencia pasiva: no se cumplen las leyes criminales, sino que se obra expresamente contra<br />
la tendencia de las medidas políticas injustas. Se niega la obediencia a las disposiciones<br />
criminales, negándose, por ejemplo -por citar un caso que no es fruto de la invención-, a<br />
fusilar niños judíos, y se está dispuesto a aceptar las consecuencias. La persona puede llegar a<br />
situaciones en las que no exista ningún cómodo camino intermedio entre el heroísmo y el<br />
crimen. Por otra parte, la resistencia pasiva sólo puede tener éxito políticamente cuando el<br />
boicot es apoyado por una parte tan grande de la población, que el gobierno tiene que ceder.<br />
En los modernos sistemas totalitarios de la tiranía, con sus refinados métodos de propaganda y<br />
la tupida red de vigilancia policial, existe peligro de que la resistencia pasiva sea vacilante y<br />
aislada y quede sin efecto. Los acontecimientos de los últimos años en Hungría, en<br />
Checoslovaquia y en Polonia, apuntan en esa dirección.<br />
b) Con ello se plantea la cuestión de si frente a un sistema tiránico de gobierno es también<br />
posible la resistencia activa. Pueden distinguirse dos formas de esta resistencia:<br />
Primera: la protesta pública contra las medidas del gobierno. Heroicamente se sirvió de este<br />
medio el cardenal Galen, de Münster. Recordemos también la carta pastoral de los obispos<br />
alemanes, publicada en Octubre de 1943, que de la mano de los Diez Mandamientos<br />
recriminó sus abusos a los gobernantes de entonces: "Ningún poder terreno puede herir ni<br />
aniquilar criminalmente la vida de un inocente. Quien ataca a tal vida ataca a Dios mismo. La<br />
matanza (de inocentes) es mala en sí, aunque se haga por un supuesto interés del bien común:<br />
de débiles y enfermos mentales, inocentes e indefensos; de enfermos incurables y heridos de<br />
muerte; de tarados por herencia y recién nacidos ineptos para vivir; de rehenes inocentes,<br />
prisioneros de guerra desarmados y reclusos comunes; de personas de raza y estirpe distintas".<br />
Segunda: el verdadero problema está en la segunda forma de la resistencia activa, el<br />
derrocamiento del gobierno criminal. Friedrich Paulsen opinó en 1899 que, en principio, "la<br />
concepción absolutista del Estado estaba dentro del derecho", ya que "ni el poder político<br />
puede ser concebido como limitado por los derechos del individuo ni el fin del Estado como<br />
limitado por la mera finalidad jurídica". Por tanto, el cambio violento de la constitución de un<br />
Estado jamás "es construido como un derecho". El derecho a la resistencia y a la revolución<br />
tendrían como presupuesto, sin duda, "la soberanía del individuo, es decir, la negación del<br />
Estado". La revolución es "siempre injusta". Pero con ello no se ha dicho que una revolución<br />
"no pueda ser a veces históricamente necesaria y moralmente justificada". Una "temeraria<br />
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