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doctrina social cristiana - Ordo Socialis

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algún mal, sino que cuando uno te pega en la mejilla derecha, preséntale también la otra [...]<br />

Amad a vuestros enemigos y pedid por aquellos que os persiguen" (Mt. 5, 39.44).<br />

El amor cristiano "no se hincha". "No busca su ventaja, no se deja excitar a la cólera, no<br />

guarda rencor" (1 Cor. 13, 4-5). No se venga mediante represalia, sino que está dispuesto -por<br />

mor de la reconciliación- a renunciar al propio derecho y a soportar la injusticia. Todo<br />

cristiano ha de estar lleno de estos sentimientos, y se pueden recomendar al prójimo. Por ello<br />

no puedo estar de acuerdo con J. B. Metz cuando sostiene que "al cristiano no le es permitido<br />

animar a uno al que se le ha golpeado en la mejilla derecha, a poner también la izquierda"321.<br />

La exhortación a la reconciliación y a renunciar a la revancha es válida no sólo para los<br />

cristianos tomados individualmente, sino también para los estados. San Agustín mostró que el<br />

cruel deseo de venganza" y "los sentimientos de rechazo de la reconciliación" son culpables<br />

también en la guerra322. Puede darse el caso de que un Estado haya de renunciar a legítimas<br />

reivindicaciones en favor de la paz.<br />

La invitación de Jesús a la reconciliación y a renunciar a la venganza no significa con todo<br />

que se suspenda el derecho y el orden. El individuo y también el Estado pueden renunciar a<br />

tal o cual derecho, pero no deben nunca entregar a la injusticia y a la mentira el derecho<br />

mismo y la verdad misma. Cuando Jesús fue abofeteado por el oficial del tribunal de justicia,<br />

no le ofreció la mejilla izquierda, sino que le respondió: "¿Por qué me pegas?" (Io 18. 23). En<br />

otra ocasión, "hizo un látigo con cuerdas" y expulsó a los comerciantes "fuera del templo" (Io<br />

2, 15). Lo cual no contradecía el Sermón de la Montaña.<br />

El poder estatal, que asegura la convivencia de los seres humanos a través del ordenamiento<br />

jurídico, está "puesto por Dios [...] No sin fundamento lleva la espada. Está al servicio de<br />

Dios y ejercita el juicio del que hace el mal" (Rom 13 1. 4). El gobierno está obligado a<br />

defender la vida y la libertad de los ciudadanos ante el injusto agresor. Esto no lo prohíbe el<br />

Sermón de la Montaña. Si el Estado de Israel hubiera existido ya durante la última guerra<br />

mundial y un ejército nacional<strong>social</strong>ista hubiera entrado en el país, los soldados judíos<br />

hubieran podido y debido defender la vida de sus mujeres y niños.<br />

Tercero: no sirve a la paz el que se recomiende el uso de la violencia a los movimientos<br />

revolucionarios. En los últimos decenios han crecido gravemente los actos violentos -<br />

análogos a actos de guerra- de movimientos revolucionarios, sobre todo en el Oriente<br />

Próximo, en Irlanda, en América Latina y en África. Aunque no ha estallado ninguna nueva<br />

guerra mundial, las acciones locales de guerra han sido tan frecuentes que entre los años 1945<br />

y 1980 sólo no hubo guerra en el mundo durante sesenta días323.<br />

La exigencia de la <strong>doctrina</strong> tradicional al servicio de la paz, según la cual los poderes y<br />

movimientos intraestatales, por ejemplo, ciudades y provincias324, no tienen derecho a hacer<br />

guerra, es trasgredida.<br />

d) Diez tesis<br />

Primera tesis: la guerra no es "ningún medio válido y adecuado para resolver disputas entre<br />

Estados". Del mismo modo, tampoco son fundamento junto a una guerra el "prestigio" y el<br />

321J. B. Metz, Laudatio auf Ernesto Cardenal. texto en: Hinweise für Öffentlichkeitsarbeit, ed.<br />

Bundesministerium der Verteidigung, 12. 1. 1981, 12.<br />

322San Agustín, Contra Faustum, lib. 22, c. 74.<br />

323Cfr. Comisión Francesa "Justice et Paix", Le Monde entre deux Eres, Consideraciones sobre guerra y paz en<br />

el tiempo presente 20. 2. 1980, 2.<br />

324Cfr. por ejemplo L. Molina, De Justitia et Jure, Tr. II, disp. , 100, n. 14; y F. de Vitoria, tract. de Caritate, III,<br />

13, sect. 2. n. 2.<br />

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