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doctrina social cristiana - Ordo Socialis

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CAPÍTULO 2: EL PODER ESTATAL<br />

§ 1. Carácter iusnaturalista del poder estatal<br />

1. Según la <strong>doctrina</strong> <strong>cristiana</strong>, el poder político está dado naturalmente al Estado, "incluso<br />

contra la voluntad de los ciudadanos"294. Sin una autoridad política unitaria y ordenada al<br />

bien común es imposible la realización del fin del Estado, "ya que los individuos persiguen<br />

cada uno sus ventajas privadas, que frecuentemente están en contradicción con el bien<br />

común"295.<br />

2. Como el Estado es el supremo guardián del bien común, su poder tiene que ser unitario,<br />

general, soberano y coactivo. Cierto que está en contradicción con el pensamiento cristiano<br />

ver en la soberanía política un poder totalmente ilimitado, e incluso ilimitable, interna y<br />

exteriormente. Según la <strong>doctrina</strong> <strong>cristiana</strong>, no hay –excepto en el infierno– ninguna sociedad<br />

"totalmente cerrada". El Estado no debe ser víctima del intolerante exclusivismo que conduce<br />

al terror y a la guerra, y que no respeta ni a Dios ni al prójimo, ni a la dignidad humana. Tiene<br />

que estar más bien, "abierto" a la vida propia de los individuos y de las pequeñas<br />

comunidades, al derecho a la vida de los demás pueblos y, sobre todo, al orden que está por<br />

encima de todos los estados, porque ha sido dado por Dios.<br />

Desde hace años se extiende en muchos estados un error amenazador en las convicciones<br />

éticas. Naturalmente existe un pluralismo justificado, por ejemplo en el ámbito de la política<br />

exterior, de la economía política, de la política <strong>social</strong>. Los grupos <strong>social</strong>es y los partidos<br />

políticos tendrán frecuentemente en estos terrenos opiniones diferentes, sin por ello dañar la<br />

creencia común en los valores éticos fundamentales. Un Estado que no reconozca valores<br />

éticos fundamentales, sino que se conforme con cualquier orden exterior que funcione, caerá a<br />

la larga.<br />

§ 2. El sujeto del poder político<br />

1. Según la <strong>doctrina</strong> <strong>cristiana</strong>, Dios es el autor de todo poder y autoridad, de lo que resulta que<br />

la <strong>doctrina</strong> política <strong>cristiana</strong> está lejos de sospechar del poder político en cualquier caso; por<br />

ejemplo, en el sentido del principio de igualdad de la Revolución francesa, que propugnaba<br />

una sociedad de hermanos iguales, sin padres. De esta actitud fundamental, que afirma la<br />

autoridad, tal vez deduzcan algunos que la Doctrina Social Cristiana fomenta un<br />

conservadurismo rígido y derechista, y que sólo ve propiamente la forma política justa en la<br />

monarquía fundada en la gracia de Dios. Tal supuesto es erróneo, ya que la libertad política<br />

tiene en la <strong>doctrina</strong> <strong>social</strong> política un espacio sorprendentemente amplio, cosa que puede<br />

verse sobre todo en la <strong>doctrina</strong> sobre el sujeto original del poder político, que puede resumirse<br />

en dos afirmaciones:<br />

a) Según la concepción católica, tal como la defienden sobre todo los grandes iusnaturalistas<br />

españoles del siglo XVI, el poder político descansa originalmente en el pueblo, es decir, no en<br />

el individuo en cuanto tal ni en la masa, sino en el pueblo políticamente unido.<br />

294F. de Vitoria, op. cit., 188.<br />

295F. Suárez, De Legibus, III, c. 3, n. 4.<br />

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