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doctrina social cristiana - Ordo Socialis

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las autoridades superiores, que no hay autoridad sino por Dios; y las que hay, por Dios han<br />

sido establecidas, de suerte que quien resiste a la autoridad, resiste a la disposición de Dios, y<br />

los que la resisten se atraen sobre sí la condenación" (Rom 13, 1-2).<br />

f) Aunque la Escritura reconoce la importancia y dignidad del Estado, indica sin embargo con<br />

toda seriedad que precisamente el Estado puede degenerar en un poder antidivino. Al final de<br />

los tiempos, el "falso profeta", la "bestia que sube de la tierra" abusará del poder político para<br />

ejercer el terror: "E hizo que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, se<br />

les imprimiese una marca en la mano derecha y en la frente, y que nadie pudiese comprar o<br />

vender sino el que tuviera la marca" (Apoc 13, 16-17). La divinización del Estado es<br />

simplemente una posibilidad real de éste; su atributo bíblico es la "boca" (Apoc 13,5).<br />

La <strong>doctrina</strong> cocial protestante que, a diferencia de la concepción católica, se entiende a sí<br />

misma como exclusivamente teológica y rechaza en consecuencia la filosofía política, ha sido<br />

a lo largo de la historia muy abundante en tensiones y nada unitaria en sus afirmaciones sobre<br />

el Estado, cosa que se explica por la diversidad de los puntos de partida: la <strong>doctrina</strong> luterana<br />

de los dos reinos, la cristocracia de Calvino, la <strong>doctrina</strong> política paleoluterana, la <strong>doctrina</strong> de<br />

los órdenes de conservación, etc. Mientras que la ética <strong>social</strong> protestante actual no ve en la<br />

<strong>doctrina</strong> de Lutero sobre el régimen eclesiástico de los príncipes temporales más que una<br />

solución necesaria para el tiempo en que se escribió y, por tanto, caducada para la moderna<br />

sociedad secularizada, reconoce en cambio en la <strong>doctrina</strong> política de Lutero dos cosas<br />

importantes, incluso para nuestro tiempo: primera, la interpretación del Estado como orden<br />

divino de conservación ("para tu bien"; Rom 13, 4) y, segunda, la <strong>doctrina</strong> de que las<br />

autoridades políticas son "oficios de Dios", "máscaras de Dios" (Lutero) bajo las que "Dios<br />

gobierna secretamente el mundo", aunque por lo demás no hay que olvidar que el poder<br />

político puede, en lugar de evitar el mal, convertirse él mismo en cómplice del mal.<br />

2. Desde el punto de vista filosófico-<strong>social</strong>, el Estado es la forma <strong>social</strong> suprema de un<br />

pueblo, fundada en el derecho natural, al servicio de la consecución del bienestar terreno y<br />

basada en el derecho y en el poder. Al interpretar más en concreto esta afirmación, la Doctrina<br />

Social Cristiana parte de las siguientes reflexiones:<br />

a) La criatura humana no puede por sus propias fuerzas desarrollarse "en toda la plenitud y<br />

riqueza que Dios ha puesto germinalmente en ella" (QA 118). Tampoco la familia puede en<br />

modo alguno satisfacer todas las necesidades de la vida, porque no es autárquica. Son<br />

necesarias otras numerosas comunidades. Con ello tenemos ante nosotros un número casi<br />

incalculable de individuos unidos entre sí, familias, municipios, empresas, instituciones<br />

culturales, etc., cuyas relaciones tienen que ser regidas por el derecho, el orden y la seguridad.<br />

Para cumplir estas tareas se necesita una suprema formación <strong>social</strong> terrena que, basada en el<br />

derecho y en el poder, consiga el bienestar terreno del mejor modo posible como seguridad<br />

suprema y supremo guardián del bien común. Esta suprema formación <strong>social</strong>, el Estado, debe<br />

por tanto facilitar las condiciones para el próspero desarrollo de los individuos, de las<br />

pequeñas comunidades y de toda la sociedad.<br />

Con ello la sociedad y el Estado no quedan separados, pero sí diferenciados. El dualismo de<br />

Estado y sociedad garantiza la libertad de las personas y el desarrollo de los distintos ámbitos<br />

culturales. Defiende del poder totalitario de la colectividad.<br />

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