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doctrina social cristiana - Ordo Socialis

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del empresario directo cuando este último determina concretamente el contrato y las<br />

relaciones laborales" (LE 17).<br />

CAPÍTULO 3: LA DISTRIBUCIÓN DEL PRODUCTO SOCIAL<br />

Preliminares<br />

1. Como enseña la historia de la ética económica, la conciencia <strong>cristiana</strong> no se ha ocupado en<br />

otros siglos tanto de problemas teóricos relativos al sentido y contextura del orden económico,<br />

sino que desde la época de los Padres de la Iglesia ha protestado a menudo apasionadamente<br />

contra la usura, la estafa, la explotación y el engaño en el proceso económico de distribución.<br />

El tratado "Sobre el Justo Precio" ocupa amplio espacio en las obras de los moralistas de<br />

aquellos siglos.<br />

2. Del mismo modo que los ingresos económicamente ponderables de una persona natural o<br />

jurídica –deducidos los gastos– se llaman renta individual o sencillamente renta, al producto<br />

neto económico de una economía nacional obtenida a lo largo del año en forma de nuevos<br />

bienes producidos (en la agricultura, artesanía e industria), de prestaciones de servicios (por<br />

ejemplo, en el comercio y transporte) y de aprovechamiento de bienes duraderos existentes<br />

(por ejemplo, el aprovechamiento de la vivienda) se llama renta nacional.<br />

Frente a la renta nacional como suma de todos los ingresos, adquisitivos y patrimoniales, está<br />

como contravalor material (bienes productivos) de los costes factoriales el producto <strong>social</strong><br />

neto. La renta nacional es aquí la suma de los ingresos brutos del trabajador no autónomo y de<br />

la actividad empresarial y de los ingresos del capital, que suponen beneficio para los<br />

habitantes del país.<br />

3. En la economía de mercado, la formación de la renta, es decir, la distribución del producto<br />

<strong>social</strong>, tiene lugar en el intercambio inmediato de prestación y contraprestación. Sólo quien<br />

realiza prestaciones ponderables económicamente, bien sea como propietario de capital, como<br />

propietario de inmuebles, como empresario o como obrero, gana como contraprestación un<br />

ingreso económico. En la economía de mercado, grandes grupos de población están, por así<br />

decir, puestos entre paréntesis, porque en cuanto "pasivos del mercado" no pueden hacer<br />

prestaciones económicamente ponderables. En primer lugar se podría citar a los niños<br />

incapaces de trabajar, que son mantenidos por la familia a costa de la renta de sus padres. De<br />

donde se deduce que la economía de mercado requiere para su buen funcionamiento a la<br />

familia. Pertenecen además a los "pasivos del mercado" los rentistas, inválidos, enfermos,<br />

parados y mutilados de guerra. Para que puedan vivir esos millones de seres tiene que<br />

producirse –a través de las contribuciones a seguros <strong>social</strong>es e impuestos– una redistribución<br />

de la renta originariamente formada en el proceso del mercado. En la sociedad moderna, esta<br />

redistribución ha alcanzado un enorme volumen.<br />

Según los principios de la Doctrina Social Cristiana, la primitiva distribución de la renta en la<br />

economía de mercado y la redistribución necesaria para llevar a cabo la "seguridad <strong>social</strong>" no<br />

se deben poner al mismo nivel; más bien la primera distribución de la renta debe ser ya<br />

<strong>social</strong>mente satisfactoria en la mayor medida posible. Se impone, en consecuencia, la tarea de<br />

valorar el proceso de distribución en la economía de mercado a la luz de la Doctrina Social<br />

Cristiana. Para ello se hace preciso distinguir cuatro factores: renta del suelo, interés, ingresos<br />

y beneficio.<br />

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