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doctrina social cristiana - Ordo Socialis

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Tercera. La propiedad privada satisface la necesidad humana de seguridad y previsión, cosa<br />

importante sobre todo para la familia. Una "sagrada ley de la naturaleza" obliga al padre de<br />

familia a asegurar responsablemente el sustento de los suyos (RN 10), de forma que la<br />

propiedad privada puede considerarse como la "condición para el sostén de la familia"239.<br />

Cuarta. Del ordenamiento de la propiedad privada se sigue un fecundo intercambio<br />

económico que vincula entre sí a las ramas de la economía y a los pueblos pacífica y<br />

voluntariamente –no oficialmente y por medio de funcionarios. La tradición <strong>cristiana</strong> ha<br />

indicado siempre que la providencia de Dios ha repartido las riquezas y tesoros naturales por<br />

partes desiguales entre los pueblos, para luego, mediante el intercambio de mercancías, tender<br />

un vínculo de amor hacia los hombres de países y razas distintas (Teodoreto de Ciro, Enrique<br />

de Langenstein, Juan Mayor). Los comerciantes no deben ser mensajeros de la codicia, sino<br />

de la comprensión entre los pueblos.<br />

Quinta. La propiedad privada da a la persona la posibilidad de hacer a otros el bien en ayuda<br />

desinteresada. "¿Dónde quedaría, si nadie poseyera nada, la posibilidad de dar algo a los<br />

demás?(...) ¿cómo podría alguien pedir, recibir, prestar, cuando no hay nadie que tenga, dé o<br />

preste?" (Clemente de Alejandría). La previsión estatal actúa siempre fría y<br />

despersonalizadamente.<br />

b) Las cinco razones "negativas"<br />

Comparadas con los argumentos que se basan en las ventajas del orden de la propiedad<br />

privada, las cinco razones "negativas", que apuntan a las funestas consecuencias de la<br />

supresión de la propiedad privada, podrían ser más decisivas. Por lo demás, hay que tener en<br />

cuenta que las diez razones están íntimamente ligadas y que sólo tienen su pleno efecto en<br />

conjunto.<br />

Primera. La comunidad de bienes lleva a la pereza y a la desgana en el trabajo, ya que todos<br />

intentarán cargar el trabajo sobre los demás240. "Quitando todo estímulo al ingenio y<br />

diligencia de cada uno, se secarían necesariamente las fuentes mismas de la riqueza" (RN 12).<br />

El colectivismo tiene que acudir, por tanto, al trabajo forzado o introducir elementos típicos<br />

del orden de la propiedad privada, por ejemplo, salarios, primas, horas extras, etc. Lenin tuvo<br />

que confesar que los bolcheviques estaban todavía "muy lejos" del ethos laboral bolchevista<br />

que nace de la "costumbre" de trabajar por el bien común y mueve a la gente "sin norma, sin<br />

contar con el salario, sin convenir el salario", a trabajar desinteresadamente por la comunidad.<br />

Por eso hay que obligar a la gente a trabajar: "¡Abajo (..) con aquéllos que piensan en evadirse<br />

del trabajo (...)! ¡viva la disciplina del trabajo y el celo laboral! (...) ¡eterna gloria para quienes<br />

ahora arrastran consigo a millones de obreros!"241.<br />

Segunda. Mientras que la propiedad privada sirve para dividir y delimitar claramente las<br />

competencias y responsabilidades dentro de la economía, la comunidad de bienes conduciría<br />

al desorden y confusión, porque todos se ocuparían indistintamente de todas las cosas<br />

comunes posibles, y se ocuparían de ellas según su capricho. Para evitar este desorden –<br />

Tomás de Aquino habla de confusio– hay que introducir una administración central, la cual<br />

necesita un enorme aparato burocrático. Tal sistema, opinaba Tomás de Aquino242, puede<br />

llevarse a cabo sobre todo cuando se convierte a los trabajadores en esclavos, a los que se<br />

puede manejar a capricho desde una dirección central.<br />

239 Pío XII, 13. 6. 1943 (UG 687)<br />

240 Tomás de Aquino, S th II-II, 66, 2.<br />

241 W. I. Lenin, Ausgewählte Werke, II, 646, 666 y ss.<br />

242 Tomás de Aquino, Pol., II, 4.<br />

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