doctrina social cristiana - Ordo Socialis
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o es insuficiente "la debida actividad político-económica del Estado", que "orienta, estimula, coordina, suple e integra", "reina un desorden irremediable, se abusa de los débiles por parte de los fuertes, menos escrupulosos, que arraigan en todas las tierras y en todos los tiempos, como la cizaña entre el trigo" (MM 58). Por otra parte, la competencia "es justificada y de indudable utilidad" en una economía orientada al bien común (QA 88). Pues "donde falta la iniciativa personal de los particulares hay tiranía política; pero hay además estancamiento de los sectores económicos destinados a producir, sobre todo, la gama indefinida de bienes de consumo y de servicios que se refieren no sólo a las necesidades materiales, sino también a las exigencias del espíritu: bienes y servicios que ocupan de un modo especial la genialidad creadora de los individuos” (MM 57). Aun cuando la economía sea capaz y esté necesitada de una dirección, no por ello es mera función del Estado; como zona cultural pertenece, más bien, al espacio social que hay entre el individuo y el Estado. De ahí que la subsidiariedad exija "que los organismos intermedios y las múltiples iniciativas sociales, en las cuales tiene ante todo lugar el proceso de la socialización, gocen de una autonomía efectiva respecto de los poderes públicos y vayan tras sus intereses específicos con relaciones de leal colaboración mutua y con subordinación a las exigencias del bien común" (MM 65). [La encíclica "Centesimus annus" ofrece un desarrollo importante de la doctrina anterior de la Iglesia sobre el orden de la economía. Ella supera el prejuicio de Karl Marx según el cual una sociedad ha de ser o "capitalista" o "socialista". Y lo hace en referencia a los hechos históricos ocurridos en los años 1945 y 1989 respectivamente: en primer lugar, el Papa se muestra contento de que se pueda ver "en algunos países (...) después de las destrucciones de la guerra, un esfuerzo positivo por reconstruir una sociedad democrática inspirada en la justicia social, que priva al comunismo de su potencial revolucionario". Estas iniciativas "tratan, en general, de mantener los mecanismos de libre mercado" (CA 19). El especialista hubiera esperado encontrar la expresión "economía social de mercado". El Papa evita, sin embargo, utilizar esta denominación específicamente alemana, aunque describe las cosas hasta en los detalles según los principios del orden ético y las consecuencia político económicas de la economía social de mercado: con los conceptos de "libertad" y "justicia social" queda definido el fundamento ético, con las expresiones "mecanismo de mercado" y "control público", los dos elementos fundamentales de orden. Con una "rica oferta proporcional de posibilidades de trabajo" y un "sólido sistema de seguridad social y laboral", así como con la superación del "carácter mercantil" del trabajo a través de la seguridad mediante la legislación laboral de su "dignidad", quedan formulados los fines fundamentales de la economía social de mercado. El segundo momento histórico es 1989. El Papa pregunta: "¿se puede decir quizá que, después del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo, y que hacia él estén dirigidos los esfuerzos de los países que tratan de reconstruir su economía y su sociedad?" (CA 42). La encíclica responde: "Si por capitalismo se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente que es positiva" (CA 42). Con ello el Papa no ha dado simplemente una buena definición de una economía libre, sino que ha puesto en evidencia, que la valoración de qué sea el capitalismo no es totalmente aproblemática: "quizás fuera más apropiado hablar de 'economía de empresa', 'economía de mercado' o simplemente de 'economía libre'". La segunda parte de la respuesta aclara que se puede entender por capitalismo algo totalmente distinto: "Pero si por 'capitalismo' se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está enmarcada dentro de un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa" (CA 42). 104
Una economía de mercado no ordenada jurídicamente, por así decir, salvaje y libre de valores, es negada en la encíclica. Por otra parte la "papel del Estado en el sector de la economía" es representado de modo diferenciado. En último término, lo importante es la afirmación de principio: "La actividad económica, en particular la economía de mercado, no puede desenvolverse en medio de un vacío institucional, jurídico y político. Por el contrario, supone una seguridad que garantiza la libertad individual y la propiedad, además de un sistema monetario estable y servicios públicos eficientes". Aquí reside "la tarea fundamental del Estado" (CA 48). Junto a los mencionados fines clásicos de la economía social de mercado menciona el Papa como tarea añadida la responsabilidad ecológica de todas las acciones económicas, y la exigencia ética en el intercambio de bienes a nivel de economía mundial para todos los pueblos: "Es deber del Estado proveer la defensa y tutela de los bienes colectivos, como son el ambiente natural y el ambiente humano, cuya salvaguardia no puede estar asegurada por los simples mecanismos del mercado. Así como en tiempos del viejo capitalismo el Estado tenía el deber de defender los derechos fundamentales del trabajo, así ahora, con el nuevo capitalismo, el Estado y la sociedad tienen el deber de defender los bienes colectivos que, entre otras cosas, constituyen el único marco dentro del cual es posible para cada uno conseguir legítimamente sus fines individuales" (CA 40). Justamente en este punto nos encontramos con "un nuevo límite del mercado: existen necesidades colectivas y cualitativas que no pueden ser satisfechas mediante sus mecanismos; hay exigencias humanas importantes que escapan a su lógica; hay bienes que, por su naturaleza, no se pueden ni se deben vender o comprar. Ciertamente, los mecanismos de mercado ofrecen ventajas seguras; ayudan, entre otras cosas, a utilizar mejor los recursos; favorecen el intercambio de los productos y, sobre todo, dan la primacía a la voluntad y a las preferencias de la persona que, en el contrato, se confrontan con las de otras personas. No obstante, conllevan el riesgo de una 'idolatría' del mercado, que ignora la existencia de bienes que, por su naturaleza, no son ni pueden ser simples mercancías" (CA 40) Con estas importantes distinciones, la teoría de una economía de mercado socialmente orientada profundiza de modo considerable en su fundamentación antropológica y en el alcance de su aplicación. Desde las reflexiones de Pío XI en la "Quadragesimo anno" (1931) es ésta la puntualización más importante del "magisterio social" de la Iglesia en relación al orden económico]. § 2. El orden socialista de la economía Del mismo modo que el paleoliberalismo piensa sobre el orden económico de modo distinto que el neoliberalismo, también se distinguen esencialmente las ideas que tiene el socialismo comunista-colectivista del mundo oriental sobre el sentido y función del orden económico, de las del socialismo liberal-democrático del mundo occidental. 1. En la doctrina sobre el orden de la economía, tal como es defendida por el socialismo comunista-colectivista, pueden distinguirse dos puntos capitales: a) En la órbita del materialismo histórico-sociológico, fundado por Karl Marx, el socialismo comunista-colectivista defiende la tesis de que todo ordenamiento económico está determinado, por una parte, por el respectivo grado de dominio técnico de las fuerzas naturales, condicionando, por otra, la "superestructura ideológica" (derecho, filosofía, arte, religión, etc.). Es célebre el texto "clásico" del prólogo de la obra de Marx Crítica de la economía política (1859): "En la manifestación social de su vida las personas entran en determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un determinado grado de desarrollo de sus fuerzas materiales. El conjunto 105
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o es insuficiente "la debida actividad político-económica del Estado", que "orienta, estimula,<br />
coordina, suple e integra", "reina un desorden irremediable, se abusa de los débiles por parte<br />
de los fuertes, menos escrupulosos, que arraigan en todas las tierras y en todos los tiempos,<br />
como la cizaña entre el trigo" (MM 58). Por otra parte, la competencia "es justificada y de<br />
indudable utilidad" en una economía orientada al bien común (QA 88). Pues "donde falta la<br />
iniciativa personal de los particulares hay tiranía política; pero hay además estancamiento de<br />
los sectores económicos destinados a producir, sobre todo, la gama indefinida de bienes de<br />
consumo y de servicios que se refieren no sólo a las necesidades materiales, sino también a las<br />
exigencias del espíritu: bienes y servicios que ocupan de un modo especial la genialidad<br />
creadora de los individuos” (MM 57). Aun cuando la economía sea capaz y esté necesitada de<br />
una dirección, no por ello es mera función del Estado; como zona cultural pertenece, más<br />
bien, al espacio <strong>social</strong> que hay entre el individuo y el Estado. De ahí que la subsidiariedad<br />
exija "que los organismos intermedios y las múltiples iniciativas <strong>social</strong>es, en las cuales tiene<br />
ante todo lugar el proceso de la <strong>social</strong>ización, gocen de una autonomía efectiva respecto de<br />
los poderes públicos y vayan tras sus intereses específicos con relaciones de leal colaboración<br />
mutua y con subordinación a las exigencias del bien común" (MM 65).<br />
[La encíclica "Centesimus annus" ofrece un desarrollo importante de la <strong>doctrina</strong> anterior de la<br />
Iglesia sobre el orden de la economía. Ella supera el prejuicio de Karl Marx según el cual una<br />
sociedad ha de ser o "capitalista" o "<strong>social</strong>ista". Y lo hace en referencia a los hechos históricos<br />
ocurridos en los años 1945 y 1989 respectivamente: en primer lugar, el Papa se muestra<br />
contento de que se pueda ver "en algunos países (...) después de las destrucciones de la guerra,<br />
un esfuerzo positivo por reconstruir una sociedad democrática inspirada en la justicia <strong>social</strong>,<br />
que priva al comunismo de su potencial revolucionario". Estas iniciativas "tratan, en general,<br />
de mantener los mecanismos de libre mercado" (CA 19). El especialista hubiera esperado<br />
encontrar la expresión "economía <strong>social</strong> de mercado". El Papa evita, sin embargo, utilizar esta<br />
denominación específicamente alemana, aunque describe las cosas hasta en los detalles según<br />
los principios del orden ético y las consecuencia político económicas de la economía <strong>social</strong> de<br />
mercado: con los conceptos de "libertad" y "justicia <strong>social</strong>" queda definido el fundamento<br />
ético, con las expresiones "mecanismo de mercado" y "control público", los dos elementos<br />
fundamentales de orden. Con una "rica oferta proporcional de posibilidades de trabajo" y un<br />
"sólido sistema de seguridad <strong>social</strong> y laboral", así como con la superación del "carácter<br />
mercantil" del trabajo a través de la seguridad mediante la legislación laboral de su<br />
"dignidad", quedan formulados los fines fundamentales de la economía <strong>social</strong> de mercado.<br />
El segundo momento histórico es 1989. El Papa pregunta: "¿se puede decir quizá que, después<br />
del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo, y que hacia él estén<br />
dirigidos los esfuerzos de los países que tratan de reconstruir su economía y su sociedad?"<br />
(CA 42). La encíclica responde: "Si por capitalismo se entiende un sistema económico que<br />
reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada<br />
y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre<br />
creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente que es positiva" (CA<br />
42). Con ello el Papa no ha dado simplemente una buena definición de una economía libre,<br />
sino que ha puesto en evidencia, que la valoración de qué sea el capitalismo no es totalmente<br />
aproblemática: "quizás fuera más apropiado hablar de 'economía de empresa', 'economía de<br />
mercado' o simplemente de 'economía libre'". La segunda parte de la respuesta aclara que se<br />
puede entender por capitalismo algo totalmente distinto: "Pero si por 'capitalismo' se entiende<br />
un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está enmarcada dentro de un<br />
sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere<br />
como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la<br />
respuesta es absolutamente negativa" (CA 42).<br />
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