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EMANA SANTA
Sentir en Semana Santa
Era por la mañana muy
temprano, cuando me levantaba
para ver salir a Padre Jesús por la
puerta de la Iglesia; era un día muy
especial para mí. Ese día me estrenaba
como costalero de la Virgen
de los Dolores, y no podía salir
vestido de penitente como otros
años con Padre Jesús.
Cuando lo vi en la calle
peatonal frente al Ayuntamiento, se
me saltaron las lágrimas, y solo,
vestido de los Dolores, me senté en
un escalón y me harté de llorar.
Sabía que no acompañaría a Padre
Jesús ese año, pero tenía la esperanza
de que cogería a los Dolores
como costalero.
Llorando se me pasó la hora
y tenía que ir a la Iglesia a prepararme
para salir.
Todos contentos se preparaban
el costal y la faja, mientras que
yo sentía algo, me sentía vacío aunque
en el fondo muy contento.
Llegó la hora y todos se
meten debajo del paso. Yo allí esperando.
El capataz llama y levanta
el paso por primera vez para comenzar
su salida. ¡Esa salida no se
me olvidará nunca!
Hice parte del recorrido
detrás del paso, y por fin llegó la
hora. Arriba de la calle Paso, en la
esquina de la calle Monjas, el capataz
detiene el paso y lo echa a tierra.¡
Llegó el momento! Uno de los
costaleros sale y me dice: te toca.
(Dándome una palmadita en la
espalda). Yo estaba nervioso y me
sentía feliz pero creía que Padre
Jesús me podía castigar si no me
comprendía lo que yo estaba sintiendo.
Hice toda la calle Monjas y
parte de la calle de las heladerías.
Cuando me salí de debajo del paso
vi venir desde lo lejos a mi tío Juan
Valentín; no venía sólo, venía empujando
la silla de mi abuela Patrocinia,
¡qué alegría al verlos!. Fui
hacia ellos y les di un beso; mi madre
y mi padre también estaban allí,
todos estaban juntos. Una vez que
los saludé me fui de nuevo detrás
del paso.
Ya una vez en el porche
girando para cuadrar el paso, el
capataz bajó el paso y sale un costalero
y me llama: “entra, entra,
que tienes que meterlo.” Yo no
reaccionaba, ¿quién faltaba?
¿Quién había salido? Lo cierto es
que lo metí en la Iglesia.
Cuando el capataz bajó el
paso dentro de la Iglesia y dijo:
“hasta el año que viene”, todos empezamos
a salir de debajo del paso.
Yo empecé a llorar y a recordar
todo lo que había vivido ese día,
todo me pasaba por la mente:
-Ver a Padre Jesús en la
calle y yo allí solo llorando.
-Cuando me metí en la calle
Monjas en el paso.
-Cuando salí en frente de
las heladerías y vi a mi tío tan feliz
con mi abuela y mis padres.
-Cuando me metí por última
vez debajo del paso para meterlo en
la Iglesia.
Esa Semana Santa fue tan
bonita que ya no viviré ninguna así.
Este año ya estoy aquí otra
vez, pero este año todo es distinto.
Este año ya tengo sitio en el paso y
lo podré llevar todo el tiempo si
Dios quiere. Pero así y todo no es
lo mismo. Cuando llegue a la heladería
y salga, no veré a mi tío empujando
la silla de mi abuela. Para
verlo tendré que mirar al cielo fijamente
a ver si Dios me lo deja ver.
Quizás ni vea a mi abuela,
porque mis tías no tienen ni fuerza
para empujar la silla hasta allí.
¡Dios mío! Sólo te pido que
les des fuerzas para a ver si por lo
menos las veo a ellas y a mis padres,
ya que no puedo ver a mi tío,
al que tanto echaré de menos cuando
llegue a ese punto.
José M. Moreno,
2º Bach. IES El Sur
(antiguo alumno de
nuestro centro)
Falta de hermanos
acompañando a la
procesión de
Las Angustias
Hace tan sólo cuatro años que soy hermano,
pero son los suficientes para darme
cuenta de un problema. La procesión de Jesús
Nazareno tiene muchos hermanos vestidos de
penitentes, mientras que Las Angustias se tiene
que conformar con unos pocos.
Demostrar solidaridad y amor hacia los
demás es una de las normas del cristianismo.
Pues bien, yo propongo a los penitentes que
van con Jesús Nazareno se incorporen a Las
Angustias y demuestren parte de la solidaridad
del ser hermano. Sólo hace falta un poco de
esfuerzo. ¡Ánimo y haced lo mismo que yo!
Cristóbal Zamorano, 2º F
Daniel Toscano Días. 1º E