Versión completa en pdf - IES La Arboleda
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Por<br />
<strong>La</strong> Lechuza de Minerva<br />
Afirma uno de los filósofos<br />
norteamericanos más conocidos que<br />
la historia de la filosofía occid<strong>en</strong>tal<br />
no es más que notas a pie de página a<br />
la obra de Platón. Como toda s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>cia,<br />
la frase resulta contund<strong>en</strong>te pero<br />
algo exagerada. No obstante incide <strong>en</strong><br />
la <strong>en</strong>orme influ<strong>en</strong>cia de Platón no ya<br />
<strong>en</strong> la filosofía occid<strong>en</strong>tal, sino también<br />
<strong>en</strong> la cultura occid<strong>en</strong>tal.<br />
Hubo una vez un tiempo <strong>en</strong> que<br />
existían los dioses, pero no había razas<br />
mortales. Cuando también a estas<br />
les llegó el tiempo destinado a su nacimi<strong>en</strong>to,<br />
las forjaron los dioses<br />
d<strong>en</strong>tro de la tierra con una mezcla de<br />
tierra y fuego, y de las cosas que se<br />
mezclan a la tierra y el fuego. Y cuando<br />
iban a sacarlas a la luz, ord<strong>en</strong>aron<br />
a Prometeo y a Epimeteo que las<br />
aprestaran y les distribuyeran las capacidades<br />
a cada una de forma conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te.<br />
A Prometeo le pidió permiso<br />
Epimeteo para hacer él la distribución.<br />
[...] En esta, a las unas les concedía<br />
la fuerza sin la rapidez, y a las<br />
más débiles las dotaba con la velocidad.<br />
A unas las armaba y a las que<br />
les daba una naturaleza inerme las<br />
proveía de alguna otra capacidad<br />
para su salvación. A aquellas que<br />
<strong>en</strong>volvía <strong>en</strong> su pequeñez les proporcionaba<br />
una fuga alada o un habitáculo<br />
subterráneo. Y a las que aum<strong>en</strong>tó<br />
<strong>en</strong> tamaño, con esto mismo las ponía<br />
a salvo. Y así, equilibrando las<br />
demás cosas, hacía su reparto. Planeaba<br />
esto con la precaución de que<br />
ninguna especie fuera aniquilada.<br />
[...]<br />
Pero, como no era del todo sabio<br />
Epimeteo, no se dio cu<strong>en</strong>ta de que<br />
había gastado las capacidades <strong>en</strong> los<br />
animales, <strong>en</strong>tonces todavía le quedaba<br />
sin dotar la especie humana, y no<br />
sabía qué hacer.<br />
Mi<strong>en</strong>tras estaba perplejo, se<br />
le acercó Prometeo que v<strong>en</strong>ía a<br />
inspeccionar el reparto, y que vio a<br />
los demás animales que t<strong>en</strong>ían<br />
cuidadosam<strong>en</strong>te de todo, mi<strong>en</strong>tras<br />
que el hombre estaba desnudo y<br />
descalzo y sin coberturas ni armas.<br />
[...] Así que Prometeo, apurado por<br />
la car<strong>en</strong>cia de recursos, tratando de<br />
<strong>en</strong>contrar una protección para el<br />
hombre, robó a Hefesto y a At<strong>en</strong>ea su<br />
sabiduría profesional junto con el<br />
fuego -ya que era imposible que sin el<br />
fuego aquella pudiera adquirirse o<br />
ser de utilidad a algui<strong>en</strong>- y, así luego<br />
la ofreció como regalo al hombre. De<br />
este modo, pues, el hombre consiguió<br />
tal saber para su vida; pero carecía<br />
del saber político, pues este dep<strong>en</strong>día<br />
de Zeus. [ ..]<br />
Puesto que el hombre tuvo<br />
participación <strong>en</strong> el dominio divino a<br />
causa de su par<strong>en</strong>tesco con la<br />
divinidad, fue, <strong>en</strong> primer lugar, el<br />
único de los animales <strong>en</strong> creer <strong>en</strong> los<br />
dioses, e int<strong>en</strong>taba construirles<br />
altares y esculpir sus estatuas.<br />
Después, articuló rápidam<strong>en</strong>te, con<br />
conocimi<strong>en</strong>to, la voz y los nombres, e<br />
inv<strong>en</strong>tó sus casas, vestidos, calzados,<br />
coberturas y alim<strong>en</strong>tos del campo.<br />
Una vez equipados de tal modo, <strong>en</strong> un<br />
principio habitaban los humanos <strong>en</strong><br />
dispersión, y no existían ciudades. Así<br />
que se veían destruidos por las fieras,<br />
por ser g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te más débiles que<br />
aquellas; y su técnica manual<br />
resultaba un conocimi<strong>en</strong>to sufici<strong>en</strong>te<br />
como recurso para la nutrición, pero<br />
insufici<strong>en</strong>te para la lucha contra las<br />
OJAS PERENNES<br />
fieras. Pues aún no poseían el arte de<br />
la política, a la que el arte bélico<br />
pert<strong>en</strong>ece. Ya int<strong>en</strong>taban reunirse y<br />
ponerse a salvo con la fundación de<br />
ciudades. Pero, cuando se reunían, se<br />
atacaban unos a otros, al no poseer<br />
la ci<strong>en</strong>cia política; de modo que de<br />
nuevo se dispersaban y perecían.<br />
Zeus, <strong>en</strong>tonces, temió que<br />
sucumbiera toda nuestra raza, y<br />
<strong>en</strong>vió a Hermes que trajera a los<br />
hombres el s<strong>en</strong>tido moral y la<br />
justicia, para que hubiera ord<strong>en</strong> <strong>en</strong><br />
las ciudades y ligaduras acordes de<br />
amistad. Le preguntó, <strong>en</strong>tonces,<br />
Hermes a Zeus, de qué modo daría el<br />
s<strong>en</strong>tido moral y la justicia a los<br />
hombres: «¿Los reparto como están<br />
repartidos los conocimi<strong>en</strong>tos? Están<br />
repartidos así: uno solo que domine<br />
la medicina vale para muchos<br />
particulares, y lo mismo los otros<br />
profesionales. ¿También ahora la<br />
justicia y el s<strong>en</strong>tido moral los<br />
infundiré así a los humanos, o los<br />
reparto a todos?». «A todos», dijo<br />
Zeus «Y que todos sean partícipes.<br />
Pues no habría ciudades, si solo<br />
algunos de ellos participaran, como<br />
de los otros conocimi<strong>en</strong>tos. Además<br />
impón una ley de mi parte: que al<br />
incapaz de participar del honor y<br />
justicia lo elimin<strong>en</strong> como a una<br />
<strong>en</strong>fermedad de la ciudad».<br />
Platón, Protágoras<br />
El texto que recogemos pret<strong>en</strong>de<br />
poner de manifiesto lo que <strong>en</strong> el<br />
ser humano hay de específico, de difer<strong>en</strong>te<br />
a otras especies. Inicialm<strong>en</strong>te<br />
la difer<strong>en</strong>cia radica <strong>en</strong> la capacidad<br />
técnica: la capacidad –deliberada,<br />
premeditada, conciénciate- de modificar<br />
la naturaleza <strong>en</strong> función de sus<br />
intereses y necesidades. En un segundo<br />
mom<strong>en</strong>to se ocupa del carácter<br />
social de la vida humana para lo cual<br />
ha de ser dotado del arte de la política,<br />
esto es, de la organización de la<br />
vida común. Dos son las habilidades<br />
con las que el ser humano es dotado<br />
para ello: el s<strong>en</strong>tido moral y la justicia.<br />
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