Ruidos y susurros de las vanguardias - Medialab Prado
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dadá (1916-1923)<br />
Mynona La nariz licenciosa<br />
Grotesco Die Lü<strong>de</strong>rliche Nase, 1919<br />
Nació un niño encantador y se <strong>de</strong>sarrollaba también con normalidad para satisfacción <strong>de</strong> su familia. Pero también en esta ocasión, como <strong>de</strong> costumbre,<br />
había un problemilla; este problema era la nariz. Las narices, ¿sabes?, tienen en sí innegablemente algo curioso. Resultan doblemente curiosas cuando<br />
son víctimas <strong>de</strong> un acci<strong>de</strong>nte: cuando a la naturaleza se le va la mano o se equivoca. Este embudo con una doble apertura hacia abajo, pequeñas<br />
pirámi<strong>de</strong>s con base agujereada lo inventó seguro un po<strong>de</strong>roso humorista, un matemático muy ocurrente. ¡Qué grotesca ocurrencia colocar en medio <strong>de</strong><br />
la bonita cara tal hocico! ¿Por <strong>las</strong> gafas? Debemos recordar que la nariz la po<strong>de</strong>mos arrugar y esta era la tragedia <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong>l niño que mencionábamos<br />
anteriormente. El grado <strong>de</strong> arrugabilidad <strong>de</strong> la nariz <strong>de</strong> Richard Pfujek sobrepasaba cualquier fantasía imaginable. A la cocinera le sobrecogió cuando se<br />
dio cuenta <strong>de</strong> la nariz por primera vez. Seguro que existen ojos elocuentes, expresiones <strong>de</strong> cara elocuentes en general, a lo mejor existen incluso manos,<br />
espaldas, gestos elocuentes. ¡Pero pensarse como punto <strong>de</strong> interés <strong>de</strong> la mímica la nariz, <strong>de</strong> manera que el niño hablaba no a través <strong>de</strong> la nariz sino con<br />
la nariz: pensar que el niño tenía una nariz cuya visión, cuando éste la arrugaba parecía (pues no se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>nominar <strong>de</strong> otra manera) una muda pero<br />
claramente perceptible obscenidad, mientras que el pequeño Pfujek era la inocencia en persona! Esto es un lazo <strong>de</strong> la senda <strong>de</strong> tu vida, mi querido<br />
Richard, el cual se tiene que estrechar en un funesto nudo. Los años <strong>de</strong> la infancia hasta entrar en el colegio pasaron para Richard casi sin percances.<br />
Con la excepción <strong>de</strong> que <strong>de</strong> vez en cuando su propia tía, tío o incluso su padre o su madre se estremecían cuando el pequeño los miraba <strong>de</strong> reojo, por así<br />
<strong>de</strong>cirlo, con su nariz. Sí, a lo mejor es ésta la expresión más precisa para dar una i<strong>de</strong>a ilustrativa. Richard bizqueaba con los agujeros <strong>de</strong> la nariz<br />
cruzados <strong>de</strong> manera que uno se sentía examinado por su nariz y olisqueado <strong>de</strong> arriba <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> forma singular, pero precisamente <strong>de</strong> un modo<br />
<strong>de</strong>sagradable y no muy limpio. Una cautivadora niña se puso en una ocasión roja como un tomate cuando el niño, <strong>de</strong> apenas seis años, la abordó <strong>de</strong> este<br />
modo con la nariz… El tío Balduin señalaba cuidadosamente posibles mejoras estéticas con lo que no fastidiaba poco a la madre. “¡Hazlo mejor pronto /<br />
cuanto antes!” le advertía, “no irá a mejor, en todo caso irá a peor, es un <strong>de</strong>clarado napiotas. Se cortó la relación con este hombre <strong>de</strong>masiado honrado<br />
quizá justamente porque se le tenía que dar la razón interiormente. Uno no se <strong>de</strong>cidía a seguir su consejo. Se consi<strong>de</strong>ra toda anomalía innata más<br />
normal que una pauta artificial originada por la apariencia. Richard fue al colegio y cuando <strong>de</strong>jó a su nariz interpretar su papel tragicómico por primera vez<br />
1<br />
lo llamaron para simplificar <strong>las</strong> cosas, Riechard . En el cuerpo docente tampoco hubo pocas risas con respecto a este mote. “El pequeño”, <strong>de</strong>cía el<br />
director Poffeck, “tiene, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, una nariz verda<strong>de</strong>ramente <strong>de</strong>nunciable. Sin embargo, esto no tuvo mucha importancia hasta la confirmación <strong>de</strong>l<br />
alumno. Uno se acostumbra a otros muchos niños <strong>de</strong> aspecto anormal. La inocencia legitima, al fin y al cabo, la carita más grotesca. Pero, en la medida<br />
en que la conciencia <strong>de</strong> los propios rasgos sustituye la inocencia infantil, se le hace a uno cada vez más responsable <strong>de</strong> la propia apariencia. Y <strong>de</strong> este<br />
modo, con la pubertad, tuvo que llegar el momento en que a Richard se le atribuyó moralmente la mímica cínica <strong>de</strong> su nariz. Esto ocurrió ya durante la<br />
c<strong>las</strong>e <strong>de</strong> confirmación con el Pastor Schämel:” ¡Qué asco! ¿Qué haces con la nariz? A ver si ensayas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l espejo una nariz <strong>de</strong>cente antes <strong>de</strong> venir<br />
a c<strong>las</strong>e <strong>de</strong> religión. A partir <strong>de</strong> este momento empezaron para Richard los tormentos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sprecio radical. No solo la inocencia <strong>de</strong> su nariz sino también la<br />
<strong>de</strong> su alma había <strong>de</strong>saparecido. Pero también había <strong>de</strong>saparecido la ignorancia <strong>de</strong> su alma con respecto a su cínico enmascaramiento. La vivencia<br />
estereotipada a la que se enfrentaba era la confusión <strong>de</strong> su expresión facial con su interior. Un día al atar<strong>de</strong>cer, el adolescente iba por la calle y miró<br />
casualmente a una chica a conciencia; ésta cayó en una tremenda pasión y lo secuestró tirando enérgicamente <strong>de</strong>l educado oponente. De este modo<br />
era seducido una y otra vez contra su voluntad; sólo el <strong>de</strong>snudo <strong>de</strong>scaro <strong>de</strong> su nariz y, <strong>de</strong> ninguna manera su voluntad, era culpable. La cosa llegó tan<br />
lejos que ya no podía dirigirse a extraños en absoluto. En cuanto veía simplemente a un agente <strong>de</strong> policía, éste enseguida lo quería multar. O preguntaba<br />
a alguien por el camino y éste respondía con astuta complicidad: “aquí al girar la esquina, … eso <strong>de</strong> la farola roja, …<strong>las</strong> hay muy guapas <strong>de</strong>ntro”. Por<br />
<strong>de</strong>sgracia, no es cierto que el hombre tenga el aspecto <strong>de</strong> lo que es interiormente. Bueno, el caso <strong>de</strong> Richard <strong>de</strong>muestra justamente lo contrario: el<br />
hombre se pue<strong>de</strong> convertir en aquello que parece. Poco a poco Richard se cansó <strong>de</strong> oponer resistencia a su nariz y al continuo <strong>de</strong>sconocimiento que ésta<br />
causaba. En una especie <strong>de</strong> rebel<strong>de</strong> obstinación, vivía con el papel que le había sido asignado por su nariz. Vivía según su licenciosa nariz. Y<br />
curiosamente a todo el mundo le parecía bien. Se sentía más cómodo que antes con la gente, ya que le habían tomado por hipócrita ya que su alma<br />
parecía no haber sabido nada <strong>de</strong> su nariz. Había sido tildado <strong>de</strong> mal bicho casi también por sí mismo. Sólo en el más secreto rincón <strong>de</strong> su interior se<br />
sentía absuelto por sus seguidores, a quienes tenía que ofrecer su nariz si no quería que todo el mundo se enfadase con él. Pero cuando murió a la edad<br />
<strong>de</strong> 37 años, tuvo el valor <strong>de</strong> dar a su rostro e, incluso a su hasta ese momento tan reacia nariz, <strong>las</strong> sublimes y majestuosas líneas. Con el<strong>las</strong> provocó<br />
asombro general y eran suficientemente comprensibles: La inocencia muchas veces ama al incógnito más libertino.<br />
Notas<br />
1 Nota <strong>de</strong>l T. Juego <strong>de</strong> palabras con el verbo “riechen” (oler) y el nombre <strong>de</strong>l protagonista, “Richard”.<br />
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