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El despertar de la medianoche

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<strong>la</strong>ra adrian<br />

cidad cuando el tipo se introdujo en un comercio. Fue hasta <strong>la</strong><br />

puerta <strong>de</strong> vidrio y miró a través <strong>de</strong>l logo <strong>de</strong>l servicio <strong>de</strong> mensajería<br />

pintado, alcanzando a ver al secuaz, que esperaba junto al<br />

mostrador.<br />

—Disculpe, señorita —dijo alguien <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> el<strong>la</strong>, sorprendiéndo<strong>la</strong><br />

con el sonido <strong>de</strong> una voz verda<strong>de</strong>ra, en lugar <strong>de</strong>l<br />

zumbido <strong>de</strong> pa<strong>la</strong>bras que llenaba su cabeza—. ¿Va a entrar o<br />

no?<br />

<strong>El</strong> hombre que estaba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> el<strong>la</strong> empujó <strong>la</strong> puerta mientras<br />

le hab<strong>la</strong>ba, y <strong>la</strong> sostenía expectante. <strong>El</strong><strong>la</strong> no tenía intenciones<br />

<strong>de</strong> entrar, pero ahora todo el mundo <strong>la</strong> estaba mirando, incluido<br />

el secuaz, y si se negaba l<strong>la</strong>maría más <strong>la</strong> atención. <strong>El</strong>ise<br />

entró en el comercio bril<strong>la</strong>ntemente iluminado, e inmediatamente<br />

fingió interés en una exposición <strong>de</strong> cajas para enviar por<br />

barco que había en el escaparate principal.<br />

De reojo observó al secuaz, que esperaba su turno en <strong>la</strong> fi<strong>la</strong>.<br />

Estaba tenso y violento, maldiciendo en sus pensamientos a los<br />

clientes que tenía <strong>de</strong><strong>la</strong>nte. Finalmente llegó hasta el mostrador<br />

e ignoró el saludo que le dirigió el empleado.<br />

—Un paquete a nombre <strong>de</strong> Raines.<br />

<strong>El</strong> empleado tecleó algo en su or<strong>de</strong>nador y luego vaciló por<br />

un segundo.<br />

—Aguar<strong>de</strong> un momento. —Se dirigió a un cuarto trasero y<br />

volvió un momento más tar<strong>de</strong> sacudiendo <strong>la</strong> cabeza—. Todavía<br />

no ha llegado. Lo siento.<br />

La furia invadió al secuaz, apretándose como un tornillo en<br />

<strong>la</strong>s sienes <strong>de</strong> <strong>El</strong>ise.<br />

—¿Qué quiere <strong>de</strong>cir con que todavía no ha llegado?<br />

—Anoche nevó en casi toda Nueva York, por eso hoy muchos<br />

envíos se han retrasado...<br />

—Se suponía que estaba garantizado —<strong>la</strong>dró el secuaz.<br />

—Sí, lo está. Pue<strong>de</strong> recuperar su dinero, pero tendrá que<br />

rellenar una rec<strong>la</strong>mación...<br />

—¡Que te jodan con tu rec<strong>la</strong>mación, maldito idiota! Necesito<br />

ese paquete. ¡Ahora!<br />

«Mi amo me dará una patada en el culo si no vuelvo con esa<br />

entrega, y si me revienta el culo volveré aquí y te <strong>de</strong>sgarraré<br />

tus malditos pulmones.»<br />

<strong>El</strong>ise contuvo <strong>la</strong> respiración ante <strong>la</strong> virulencia <strong>de</strong> <strong>la</strong> amena-<br />

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