Queiroz Eca_Jose Maria-La Reliquia - Portal Educativo de Medellín
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<strong>La</strong> faz <strong>de</strong> Pilatos se oscureció con una nube <strong>de</strong> cólera. Aquella tortuosidad <strong>de</strong> los judíos<br />
que, execrando a Roma, pregonaban ahora un celo ruidoso por el César para po<strong>de</strong>r, en<br />
nombre <strong>de</strong> su autoridad, saciar un odio sacerdotal, sublevó la rectitud <strong>de</strong>l romano.<br />
—Callad. Los procuradores <strong>de</strong>l César no vienen a apren<strong>de</strong>r, en una colonia bárbara <strong>de</strong>l<br />
Asia, sus <strong>de</strong>beres para con el César.<br />
Manasés, que estaba a mi lado, y se tiraba impaciente la barba, alejóse con indignación.<br />
Pero el rabí prosiguió tan indiferente a la ira <strong>de</strong> Poncio como a los balidos <strong>de</strong> un cor<strong>de</strong>ro<br />
que condujese a las aras.<br />
—Tu amo te da a guardar una viña y tu <strong>de</strong>jas que entren en ella y que la vendimien. ¿Para<br />
qué estás en Ju<strong>de</strong>a? ¿Para qué está la sexta legión en la torre Antonia? Poncio, ten presente<br />
que nuestra voz es lo bastante clara y lo bastante alta para que el César la oiga. Poncio dio<br />
un paso lento hacia la puerta; y dijo, con los ojos clavados en aquellos judíos que<br />
lentamente le iban enlazando en la trampa sutil <strong>de</strong> sus rencores religiosos:<br />
—No temo vuestras intrigas. Elio <strong>La</strong>mna es mi amigo... ¡Y César me conoce bien!<br />
El rabí Roban repuso, sereno y apacible como si conversase a la sombra <strong>de</strong> un vergel:<br />
—Tú ves lo que no está en nuestros corazones, Poncio; pero nosotros vemos lo que está en<br />
el tuyo. Tú quieres la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> Judá.<br />
Un estremecimiento <strong>de</strong> cólera <strong>de</strong>vota pasó entre los fariseos. El rabí Roban continuaba<br />
<strong>de</strong>nunciando al pretor con serenidad y lentitud.<br />
—Tú quieres <strong>de</strong>jar impune al hombre que pregonó la insurrección <strong>de</strong>clarándose rey en una<br />
provincia <strong>de</strong>l César, para tentar, con tal impunidad, otras ambiciones más fuertes y hacer<br />
que un nuevo Judas <strong>de</strong> Gamala ataque las guarniciones <strong>de</strong> Samaria. Así preparan un<br />
pretexto para <strong>de</strong>scargar sobre nosotros la espada imperial, y extinguir completamente la<br />
vida nacional <strong>de</strong> Ju<strong>de</strong>a. Tú quieres una revolución para ahogaría en sangre, y presentarte<br />
ante el César como soldado victorioso y administrador sabio, digno <strong>de</strong> un proconsulado y<br />
<strong>de</strong> un gobierno <strong>de</strong> Italia. Nosotros estamos en paz con el César y cumpliremos nuestro<br />
<strong>de</strong>ber, con<strong>de</strong>nando al hombre que se levantó contra el César... ¿Tú no quieres confirmar el<br />
tuyo confirmando esta con<strong>de</strong>na? ¡Bien! Mandaremos emisarios a Roma para que lleven<br />
nuestra sentencia y tu negativa. Salvando ante el César nuestra responsabilidad,<br />
mostraremos al César cómo proce<strong>de</strong> en Ju<strong>de</strong>a aquel que representa la ley <strong>de</strong>l imperio... Y<br />
ahora, pretor, pue<strong>de</strong>s volver al pretorio.<br />
Poncio frunció las cejas e inclinó la frente. El César, <strong>de</strong>sconfiado y siempre inquieto, tal<br />
vez sospecharía un pacto entre él y aquel rey <strong>de</strong> los judíos. ¡Tal vez su justicia y su orgullo