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Queiroz Eca_Jose Maria-La Reliquia - Portal Educativo de Medellín

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86<br />

constantemente palomas. Fue así como yo he visto a Jesús <strong>de</strong> Galilea, preso <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l<br />

pretor <strong>de</strong> Roma.<br />

En tanto, Sareas que había terminado la lectura <strong>de</strong> un pergamino, saludó a Pilatos y<br />

comenzó en griego una arenga verbosa y aduladora. Hablaba <strong>de</strong>l tetrarca <strong>de</strong> Galilea, <strong>de</strong>l<br />

noble Antipas; loaba su pru<strong>de</strong>ncia; celebraba a su padre Hero<strong>de</strong>s el Gran<strong>de</strong>, restaurador <strong>de</strong>l<br />

templo. Su hijo Antipas era generoso y fuerte... Pero, reconociendo su sabiduría, Sareas<br />

extrañaba que el tetrarca se negase a confirmar la sentencia <strong>de</strong>l Sanedrín que con<strong>de</strong>naba a<br />

Jesús... ¿No estaba aquella sentencia fundada en las leyes que dio el Señor? El justo Anás<br />

había interrogado al rabí y el rabí habíase encerrado en un silencio ultrajante. ¿Era aquella<br />

la manera <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r al puro, al sabio, al piadoso Anás? Por eso, un celoso, sin<br />

contenerse, abofeteó el rostro <strong>de</strong>l rabí... ¿Dón<strong>de</strong> estaba el respeto <strong>de</strong> los antiguos tiempos y<br />

la veneración al pontificado?<br />

Su voz, grave y hueca, resonaba bajo las arcadas. Yo, aburrido, bostezaba. Sareas <strong>de</strong>spués<br />

proclamó los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong>l templo. ¿Y aquel templo cómo lo respetaba el rabí?<br />

Amenazando <strong>de</strong>struirlo... ¡Y la blasfemia, arrojada al santuario, subía hasta el seno <strong>de</strong> Dios!<br />

Bajo el toldo, los fariseos, los escribas, los natenitas <strong>de</strong>l templo, esclavos sórdidos,<br />

susurraban como arbustos silvestres que un viento comienza a agitar. Y Jesús permanecía<br />

inmóvil, abstraídamente indiferente, con los ojos cerrados como para abismarse mejor en<br />

un sueño continuo y hermoso. Se levantó el asesor romano; <strong>de</strong>jó en el escabel su abanico <strong>de</strong><br />

hojas, recogió con arte el manto forense y saludó tres veces al pretor; su mano <strong>de</strong>licada<br />

comenzó a ondular en el aire, haciendo brillar una joya.<br />

—¿Qué dice?<br />

—Cosas muy hábiles —murmuró Topsius—. Es un pedante, pero tiene razón. Dice que el<br />

pretor no es judío; que nada sabe <strong>de</strong> Jehová; que no le importan los profetas que se alzan<br />

contra Jehová, y que la espada <strong>de</strong>l César no venga a dioses que no protegen al César.<br />

Terminó el asesor, y lánguidamente, <strong>de</strong>jóse caer en su escabel. De nuevo habló Sareas.<br />

Ahora, más retumbante, no acusaba a Jesús <strong>de</strong> su revuelta contra Jehová y el templo, sino<br />

<strong>de</strong> sus pretensiones como príncipe <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> David. Toda la gente en Jerusalén habíale<br />

visto llegar por la Puerta <strong>de</strong> Oro en falso triunfo, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> lumas ver<strong>de</strong>s, en medio <strong>de</strong> una<br />

multitud <strong>de</strong> galileos que gritaban: "¡Hosanna al hijo <strong>de</strong> David! ¡Hosanna al rey <strong>de</strong> Israel!"<br />

—¡Es el hijo <strong>de</strong> David que viene para hacernos mejores! —gritó a lo lejos la voz <strong>de</strong> Gad,<br />

llena <strong>de</strong> persuasión y <strong>de</strong> amor.

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