Queiroz Eca_Jose Maria-La Reliquia - Portal Educativo de Medellín
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67<br />
entonces, bajo la flama selvática <strong>de</strong> los ojos, la boca clamorosa y negra se torcía<br />
espumeante <strong>de</strong> furor <strong>de</strong>voto...<br />
Al fin salimos <strong>de</strong> aquel sen<strong>de</strong>ro entre rocas y volvimos a encontrar la calzada romana, larga<br />
y enlosada, que iba a Siquen. Trotando por ella sentíamos el alivio <strong>de</strong> penetrar al fin en una<br />
región culta y piadosa, humana y legal. El agua abundaba; sobre las colinas alzábanse<br />
fortalezas nuevas. Piedras sagradas <strong>de</strong>slindaban los campos. En las eras blancas, los bueyes,<br />
con el testuz adornado <strong>de</strong> anemones, pisaban el trigo <strong>de</strong> la cosecha <strong>de</strong> pascua; en vergeles<br />
don<strong>de</strong> la higuera ya se cubría <strong>de</strong> hojas, el siervo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su atalaya blanqueada, cantando con<br />
una vara en la mano, ahuyentaba las palomas torcaces. A veces, <strong>de</strong>scubríamos un hombre,<br />
<strong>de</strong> pie, cerca <strong>de</strong> su viña o al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> los canales <strong>de</strong> riego, <strong>de</strong>recho, con la punta <strong>de</strong>l manto<br />
echada por encima <strong>de</strong> la cabeza, y los ojos bajos, diciendo una santa oración. Un ollero, que<br />
aguijoneaba su burro cargado <strong>de</strong> cántaros <strong>de</strong> barro amarillo, nos gritó:<br />
—¡Benditas sean vuestras madres! ¡Grata os sea la pascua!<br />
Y un leproso, que <strong>de</strong>scansaba a la sombra <strong>de</strong> un olivar, nos preguntó, gimiendo, y<br />
mostrando las llagas, cuál era en Jerusalén el rabí que curaba.<br />
Nos aproximamos a Betania. Para dar <strong>de</strong> beber a las yeguas hicimos alto en una linda<br />
fuente que un cedro sombreaba. El docto Topsius se admiraba <strong>de</strong> que no hubiésemos<br />
encontrado la caravana que <strong>de</strong> Galilea iba a celebrar la pascua a Jerusalén, y en aquel<br />
momento sonó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros en el camino un rumor lento <strong>de</strong> armas en marcha... Yo<br />
vi, asombrado, aparecer soldados romanos, <strong>de</strong> aquellos que tantas veces había mal<strong>de</strong>cido en<br />
las estampas <strong>de</strong> la pasión.<br />
Barbudos, tostados por el sol <strong>de</strong> Siria, marchaban sólidamente, en ca<strong>de</strong>ncia con un paso<br />
bovino, haciendo resonar sobre las losas las sandalias herradas: todos traían a la espalda los<br />
escudos envueltos en sacos <strong>de</strong> lona y horquilla <strong>de</strong> la que colgaban platos <strong>de</strong> bronce, útiles<br />
diversos y ristras <strong>de</strong> dátiles. Algunas filas, <strong>de</strong>scubiertas, llevaban el casco como un bal<strong>de</strong>;<br />
otras, en las manos velludas, balanceaban un dardo corto. El <strong>de</strong>curión, gordo y rubio,<br />
seguido <strong>de</strong> una gacela familiar, adornada con corales, dormitaba, al paso menudo <strong>de</strong> la<br />
yegua, envuelto en su manto escarlata. Detrás, junto a las mulas cargadas <strong>de</strong> sacos <strong>de</strong> trigo,<br />
cantaban los arrieros al son <strong>de</strong> una flauta <strong>de</strong> barro, tocada por un negro casi <strong>de</strong>snudo que<br />
tenía en el pecho, en caracteres bermejos, el número <strong>de</strong> la legión.<br />
Yo había retrocedido bajo la sombra <strong>de</strong>l cedro. Pero Topsius, como un guerrero servil,<br />
había echado pie a tierra, arrodillándose casi en el polvo, ante las armas <strong>de</strong> Roma; no se<br />
contuvo y gritó, agitando los brazos y la capa: