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Queiroz Eca_Jose Maria-La Reliquia - Portal Educativo de Medellín

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66<br />

la fachada, se <strong>de</strong>sarrollaba una inscripción grabada rudamente en la piedra: la <strong>de</strong>scifré con<br />

trabajo. En ella Apolo prometía salud al huésped, y Septimanus, el hospe<strong>de</strong>ro, garantizaba<br />

risueña acogida, baño reparador, vino fuerte <strong>de</strong> Campania y todas las comodida<strong>de</strong>s a la<br />

manera <strong>de</strong> Roma. Murmuré, <strong>de</strong>sconfiado:<br />

—¡A la manera <strong>de</strong> Roma!<br />

Entonces, ¿qué extraños caminos eran aquéllos? ¿Qué hombres tan diferentes <strong>de</strong> mí en la<br />

lengua y en el traje bebían allí, bajo la protección <strong>de</strong> otros dioses, el vino en ánforas <strong>de</strong> los<br />

tiempos <strong>de</strong> Horacio?...<br />

Pero nuevamente Topsius siguió galopando, solemne y vago en la noche. Había terminado<br />

la calzada <strong>de</strong> basalto sonoro. Subíamos paso a paso un brusco camino, abierto entre rocas,<br />

don<strong>de</strong> gruesos pedruscos resonaban, rodando bajo los cascos <strong>de</strong> las yeguas: parecía el lecho<br />

<strong>de</strong> un torrente que el largo agosto había secado. El erudito doctor, sacudido en la silla,<br />

mal<strong>de</strong>cía contra el sanedrín y contra la dura ley judaica, opuesta tenazmente a toda obra<br />

culta que intentase el procónsul... Siempre el fariseo miraba con rencor el acueducto<br />

romano que le traía el agua, la calzada romana que le curaba las pústulas.<br />

—¡Maldito sea el fariseo!<br />

Soñoliento, recordando viejas impresiones <strong>de</strong>l Evangelio, murmuraba arrebujado en mi<br />

albornoz:<br />

—Fariseo, sepulcro blanqueado... ¡Maldito seas!<br />

Era la hora silenciosa en que los lobos <strong>de</strong> los montes van a beber. Cerré los ojos: las<br />

estrellas pali<strong>de</strong>cían.<br />

Breves hace el Señor las noches <strong>de</strong>l mes <strong>de</strong> nisán cuando se come en Jerusalén el cor<strong>de</strong>ro<br />

blanco <strong>de</strong> la pascua: bien temprano el cielo se vistió <strong>de</strong> luz por el lado <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Moab.<br />

Desperté. Ya los ganados balaban en los cerros. El aire fresco olía a tomillo. Entonces<br />

divisé, vagando por los oteros que dominaban el camino, un hombre extraño, bravío,<br />

cubierto con una piel <strong>de</strong> carnero que me hizo recordar a Elías y todas las cóleras <strong>de</strong> la<br />

Escritura: el pecho y las piernas parecían <strong>de</strong> granito bermejo; por entre la greña y las<br />

barbas, rudas, enmarañadas, como una selva feroz, los ojos refulgían <strong>de</strong>svariados... Nos<br />

<strong>de</strong>scubrió, y agitando los brazos <strong>de</strong>spidió sobre nosotros todas las maldiciones <strong>de</strong>l Señor.<br />

Nos llamó "paganos", "perros"; gritaba: "¡Maldita sean vuestras madres, secos sean los<br />

pechos que os amamantaron!" Crueles y llenas <strong>de</strong> presagios caían sus maldiciones <strong>de</strong> lo<br />

alto <strong>de</strong> las rocas; retardado por el lento andar <strong>de</strong> la yegua, Topsius se encogió bajo la capa;<br />

hasta que yo, enfurecido, me volví llamándole "borracho" y diciéndole obscenida<strong>de</strong>s;

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