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Queiroz Eca_Jose Maria-La Reliquia - Portal Educativo de Medellín

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64<br />

Por la noche, para mayor festividad, encendimos una hoguera. <strong>La</strong>s mujeres árabes <strong>de</strong><br />

Jericó vinieron a danzar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nuestras tiendas. Nos recogimos tar<strong>de</strong>. El envoltorio <strong>de</strong><br />

la corona <strong>de</strong> espinas estaba al lado <strong>de</strong> mi catre. Apagóse la hoguera y nuestro campamento<br />

se durmió en el infinito silencio <strong>de</strong>l valle <strong>de</strong> la Escritura... Tranquilo, regalado, me dormí<br />

también.<br />

III<br />

Llevaría, aproximadamente, dos horas <strong>de</strong> sueño, cuando me pareció que una claridad<br />

trémula, como la <strong>de</strong> una antorcha humeante, penetraba en mi tienda, y que a través <strong>de</strong> ella,<br />

una voz me llamaba, lamentosa y doliente:<br />

—Teodorico, Teodorico, levántate y parte para Jerusalén.<br />

Arrojé la manta, asustado, y vi al doctísimo Topsius que a la luz mortecina <strong>de</strong> una vela se<br />

calzaba rápidamente una espuela <strong>de</strong> hierro, apoyado el pie sobre la mesa don<strong>de</strong> yacían las<br />

botellas <strong>de</strong> champaña. Era él quien me <strong>de</strong>spertaba apresurado y fervoroso.<br />

—¡Arriba, Teodorico, arriba! ¡Ya están ensilladas las yeguas! Al amanecer <strong>de</strong>bemos llegar<br />

a las puertas <strong>de</strong> Jerusalén.<br />

Incorporándome en el catre, miré con pasmo al sesudo doctor:<br />

—¡Topsius! Pero ¿vamos a partir así, bruscamente, sin alforjas, saliendo <strong>de</strong> las tiendas<br />

como quien huye? El erudito alemán alzó sus anteojos <strong>de</strong> oro que resplan<strong>de</strong>cían con una<br />

<strong>de</strong>susada e irresistible intelectualidad. Una capa blanca que yo no le había visto hasta<br />

entonces le envolvía en pliegues graves y puros <strong>de</strong> toga latina. Lento y solemne, alzó los<br />

brazos y me dijo, con labios que parecían clásicos y <strong>de</strong> mármol:<br />

—¡Don Raposo!... Esta aurora, que en breve tocará las cimas <strong>de</strong>l Hebrón, es la <strong>de</strong>l quince<br />

<strong>de</strong>l mes <strong>de</strong> nisán y no hubo en toda la historia <strong>de</strong> Israel, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que las tribus volvieron <strong>de</strong><br />

Babilonia, ni lo habrá, hasta que Tito venga a ponerle el último cerco al templo, un día más<br />

interesante. Yo necesito estar en Jerusalén para ver viva y claramente esta página <strong>de</strong>l<br />

Evangelio. Vamos, pues, a hacer la santa pascua en casa <strong>de</strong> Gamaliel, que es un amigo <strong>de</strong><br />

Hilel y un amigo mío, un conocedor <strong>de</strong> las letras griegas, patriota fuerte y miembro <strong>de</strong>l<br />

sanedrín. Fue él quien dijo: "Para librarte <strong>de</strong>l tormento <strong>de</strong> la duda, imponte una autoridad."<br />

Por lo tanto, arriba, arriba, Raposo.<br />

Así murmuró mi amigo, erguido y lento. Sumisamente, como ante un mandato celeste,<br />

comencé a calzarme, en silencio, mis gruesas botas <strong>de</strong> montar. Después, apenas me<br />

arrebujé en el albornoz, Topsius me empujó con impaciencia fuera <strong>de</strong> la tienda, sin <strong>de</strong>jarme

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