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Queiroz Eca_Jose Maria-La Reliquia - Portal Educativo de Medellín

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59<br />

Posdata. Si usted supiese, querida tía, qué asco me ha dado hoy la casa <strong>de</strong> Pilatos.<br />

¡Hasta le escupí! Y he dicho a la santa Verónica que la tía tenía mucha <strong>de</strong>vodón por<br />

ella. Me pareció que la santa quedaba muy agra<strong>de</strong>cida... Es lo que yo digo aquí a<br />

todos los eclesiásticos y a los patriarcas: es necesario conocer a mi tía para saber lo<br />

que es virtud.<br />

Antes <strong>de</strong> acostarme fui a escuchar, pegando la oreja al tabique <strong>de</strong> rameados azules. <strong>La</strong><br />

inglesa dormía, serena, insensible. Blandiendo el puño cerrado y amenazando hacia el<br />

corredor, bramé:<br />

—¡Bestia!<br />

Después abrí el armario, y saqué el <strong>de</strong>licado envoltorio que contenía la camisita <strong>de</strong> Mary y<br />

lo besé con un beso largo y alegre como un repique.<br />

Temprano, cuando alboreaba el día, partimos para el <strong>de</strong>voto Jordán.<br />

Aburrida y lenta fue nuestra marcha entre las colinas <strong>de</strong> Ju<strong>de</strong>a, que se suce<strong>de</strong>n lívidas,<br />

redondas, como cráneos, calcinadas, yermas por un viento <strong>de</strong> maldición. En el fulgor duro<br />

<strong>de</strong>l cielo, rondaba sobre nuestras cabezas, lento y negro, un buitre. Al <strong>de</strong>clinar el sol,<br />

alzamos nuestras tiendas en las ruinas <strong>de</strong> Jericó.<br />

Sabroso fue entonces <strong>de</strong>scansar sobre blandos tapices, bebiendo limonada en la dulzura <strong>de</strong><br />

la tar<strong>de</strong>. <strong>La</strong> frescura <strong>de</strong> un riachuelo que corría entre arbustos silvestres, mezclábase al<br />

aroma <strong>de</strong> la flor que ellos daban, amarilla como la retama. Más lejos ver<strong>de</strong>aba un prado <strong>de</strong><br />

hierbas altas, avivado por la blancura <strong>de</strong> esbeltos lirios. Cerca <strong>de</strong>l agua pasaban en parejas<br />

pensativas cigüeñas. Del lado <strong>de</strong> Judá erguíase el monte <strong>de</strong> la Cuarentena, torvo y hosco en<br />

su tristeza <strong>de</strong> eterna penitencia; y mirando hacia Moab, mis ojos se perdían en la vieja y<br />

sagrada tierra <strong>de</strong> Canaán, arenal ceniciento y <strong>de</strong>solado que se extien<strong>de</strong> como la lívida<br />

mortaja <strong>de</strong> una raza olvidada hasta las soleda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Mar Muerto. Al día siguiente, con las<br />

alforjas bien repletas, nos dirigimos allí en romería. El erudito Topsius me contaba cómo<br />

aquella planicie <strong>de</strong> Canaán había sido en otro tiempo cubierta <strong>de</strong> rumorosas ciuda<strong>de</strong>s, <strong>de</strong><br />

blancos caminos entre viñedos, y <strong>de</strong> aguas <strong>de</strong> regadío, refrescando los muros <strong>de</strong> los agros.<br />

<strong>La</strong>s mujeres, adornadas las trenzas con anemones, pisaban la uva cantando; y el perfume <strong>de</strong><br />

los jardines era más grato al cielo que el incienso. <strong>La</strong>s caravanas que entraban en el valle<br />

por el lado <strong>de</strong> Segor, encontraban más abundancia que en el rico Egipto, y <strong>de</strong>cían que aquél<br />

era en verdad el vergel <strong>de</strong>l Señor.<br />

—Pero —agregaba Topsius, sonriendo con infinito sarcasmo—, un día, el altísimo se<br />

aburrió y lo arrasó todo.

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