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Queiroz Eca_Jose Maria-La Reliquia - Portal Educativo de Medellín

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56<br />

—¡Paz, cristianos y amigos, paz!<br />

Topsius y yo nos sentamos <strong>de</strong>spués en el diván, teniendo apretadas las manos<br />

gallardamente y con honra.<br />

Fatmé, en tanto, juraba que Alá era gran<strong>de</strong> y que ella era nuestra esclava. Si nosotros<br />

queríamos entregarle siete piastras <strong>de</strong> oro, ella, en compensación <strong>de</strong> Rosa <strong>de</strong> Jericó, nos<br />

ofrecía una joya inapreciable, una circasiana, más blanca que la luna llena, más airosa que<br />

los lirios que nacen en Galgalá.<br />

—¡Venga la circasiana! —grité, excitado—. ¡<strong>La</strong>rga esas piastras, Potte! ¡Caramba, quiero<br />

regalar mi carne!<br />

Fatmé salió andando <strong>de</strong> espaldas. El festivo Potte sentóse entre nosotros, abriendo su bolsa<br />

perfumada <strong>de</strong> tabaco <strong>de</strong> Alepo. Entonces, una puerta blanca, sumida en el muro enlucido<br />

rechinó levemente, y una figura entró, velada, blanca, vaporosa. Amplios calzones turcos<br />

<strong>de</strong> seda carmesí caían con langui<strong>de</strong>z <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su cintura ondulante, hasta los tobillos, don<strong>de</strong> se<br />

plegaban sujetos por una liga <strong>de</strong> oro; sus pies apenas se posaban, albos y alados, en las<br />

chinelas <strong>de</strong> tafilete amarillo; a través <strong>de</strong>l velo <strong>de</strong> gasa que envolvía su cabeza, el pecho y<br />

los brazos, brillaban recamos <strong>de</strong> oro, fulguraban joyas, y centelleaban las dos estrellas<br />

negras <strong>de</strong> sus ojos. Me <strong>de</strong>sperecé, entumecido <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo.<br />

Detrás <strong>de</strong> ella, Fatmé, con la punta <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos, alzóle el velo, lenta, lentamente, y <strong>de</strong> entre<br />

la nube <strong>de</strong> gasa surgió una carota color <strong>de</strong> queso, cadavérica, nariguda, con un ojo bizco y<br />

los dientes podridos que negreaban en la langui<strong>de</strong>z necia <strong>de</strong> la sonrisa. Potte se levantó <strong>de</strong>l<br />

diván injuriando a Fatmé: ella gritaba por Alá, golpeándose en los senos que sonaban<br />

blandamente como odres medio vacíos.<br />

Desaparecieron empujándose, arrastrados por una ráfaga <strong>de</strong> ira. <strong>La</strong> circasiana, con su<br />

sonrisa pútrida, se acercó extendiendo la mano y pidiéndonos "presentes" con una voz<br />

ronca <strong>de</strong>l aguardiente. <strong>La</strong> rechacé con enojo. Ella llevóse una mano a la ca<strong>de</strong>ra, y<br />

recogiéndose tranquilamente su velo, salió arrastrando las chinelas.<br />

—¡Oh, Topsius; esto me parece una burla!<br />

El sabio hizo consi<strong>de</strong>raciones sobre la voluptuosidad. Yo me sentía feroz, con <strong>de</strong>seos <strong>de</strong><br />

romper el bandolín.<br />

—Esto no pue<strong>de</strong> tolerarse. Si estuviéramos en la calle <strong>de</strong>l Arco <strong>de</strong> Ban<strong>de</strong>ira, a esta Fatmé<br />

ya le habría roto los dientes.

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