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Queiroz Eca_Jose Maria-La Reliquia - Portal Educativo de Medellín

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36<br />

Después <strong>de</strong> apuntar en la cartera estas piadosas incumbencias, me volví hacia la tía,<br />

risueño, cariñoso, humil<strong>de</strong>.<br />

—Yo —dijo ella, sentada en mitad <strong>de</strong>l sofá, como en un altar, y tiesa en sus sedas<br />

domingueras—, lo que <strong>de</strong>seo es que hagas este viaje con toda <strong>de</strong>voción, sin <strong>de</strong>jar piedra<br />

que besar, ni per<strong>de</strong>r novena... A<strong>de</strong>más, también <strong>de</strong>seo que tengas salud.<br />

Me acerqué, y en su mano, brillante <strong>de</strong> anillos, <strong>de</strong>posité un beso <strong>de</strong> gratitud. <strong>La</strong> tía, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> pasar el pañuelo <strong>de</strong> encajes por los labios sumidos, prosiguió con más autoridad y con<br />

una emoción creciente:<br />

—Ahora quiero <strong>de</strong>cirte para tu gobierno una sola cosa.<br />

Todos, en pie, reverentes, esperamos, suponiendo que la tía se preparaba a proferir una<br />

palabra suprema. En aquella hora <strong>de</strong> separación, ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> sus sacerdotes, ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> sus<br />

magistrados, doña Patrocinio <strong>de</strong> las Nieves iba, seguramente, a revelar cuál era el motivo,<br />

hasta entonces secreto, por que me mandaba como sobrino y como romero a la ciudad <strong>de</strong><br />

Jerusalén.<br />

—Óyeme atentamente —empezó diciendo la tía—. Si entien<strong>de</strong>s que merezco alguna cosa<br />

por lo que tengo hecho por ti <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que murió tu madre, ya educándote, ya vistiéndote, ya<br />

dándote yegua para que paseases, ya cuidando <strong>de</strong> tu alma, entonces tráeme <strong>de</strong> estos santos<br />

lugares una santa reliquia, una reliquia milagrosa que pueda llevar siempre conmigo y que<br />

me consuele en mis penas y me cure en mis enfermeda<strong>de</strong>s.<br />

Por vez primera, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cincuenta años <strong>de</strong> ari<strong>de</strong>z, una lágrima breve corrió por las<br />

mejillas <strong>de</strong> doña Patrocinio <strong>de</strong> las Nieves.<br />

El doctor Margari<strong>de</strong>, vuelto hacia mí, exclamó arrebatadamente:<br />

—¡Teodorico, qué amor le tiene su tía! ¡Rebusque esas ruinas; escudriñe ese sepulcro!<br />

¡Traiga una reliquia a su tía!<br />

Yo prometí, exaltado:<br />

—Tía, palabra <strong>de</strong> Raposo que he <strong>de</strong> traerle una gran reliquia.<br />

Por la severa sala <strong>de</strong> damascos se <strong>de</strong>sbordó, ruidosa, la conmoción <strong>de</strong> nuestros corazones.<br />

Yo me hallé con los labios <strong>de</strong> Justino, almibarados <strong>de</strong> la tostada, pegados a mi barba.<br />

Temprano, muy temprano, a la mañana siguiente, domingo, 6 <strong>de</strong> septiembre y día <strong>de</strong> santa<br />

Libania, fui a llamar al cuarto <strong>de</strong> la tía, aún adormecida en su lecho castísimo. Sentí sobre

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