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Queiroz Eca_Jose Maria-La Reliquia - Portal Educativo de Medellín

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27<br />

Había días en que, sin <strong>de</strong>scansar, corriendo ja<strong>de</strong>ante por las calles, iba a misa <strong>de</strong> siete a<br />

Santa Ana, a la misa <strong>de</strong> nueve a San José, a la misa <strong>de</strong> mediodía a la capilla <strong>de</strong> las Olivas.<br />

Descansaba un instante en una esquina, chupando aprisa el cigarro; <strong>de</strong>spués velaba al<br />

santísimo, expuesto en la parroquial <strong>de</strong> santa Engracia, a la <strong>de</strong>voción <strong>de</strong>l trisagio en el<br />

convento <strong>de</strong> santa Susana, a la bendición <strong>de</strong>l sacramento en la capilla <strong>de</strong> nuestra señora <strong>de</strong><br />

las Piconas.<br />

Por la noche, en casa <strong>de</strong> A<strong>de</strong>lina, estaba tan <strong>de</strong>speado y muerto <strong>de</strong> fatiga, que ella me daba<br />

golpes en los hombros, gritándome furiosa:<br />

—¡Despierta, mochuelo!<br />

¡Ay <strong>de</strong> mí! Llegó un día en que A<strong>de</strong>lina, en vez <strong>de</strong> llamarme "mochuelo", cuando, agotado<br />

en el servicio <strong>de</strong>l Señor, apenas podía ayudarla a <strong>de</strong>sabrocharse el corsé, empezó a<br />

llamarme "carretón". Aconteció esto hacia las alegres vísperas <strong>de</strong> san Antonio, en el quinto<br />

mes <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>voción perfecta.<br />

A<strong>de</strong>lina empezaba a mostrarse cavilosa y distraída. Una noche <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> hacerme la caricia<br />

mejor, aquella que yo más apetecía. ¡El penetrante y regalado beso en la oreja!<br />

Eso sí, todavía continuaba dándome muestras <strong>de</strong> amor... Aún doblaba materialmente mi<br />

gabán; aún me llamaba "riquito"; aún me acompañaba hasta la puerta <strong>de</strong> la escalera en<br />

camisa, dando, al separamos, aquel lento suspiro que era para mí la más precisa evi<strong>de</strong>ncia<br />

<strong>de</strong> su pasión. ¡Ay, pero no me favorecía con el beso en la oreja!<br />

Una noche <strong>de</strong> julio, llegando a su casa más temprano que <strong>de</strong> costumbre, encontré la puerta<br />

abierta. El farol <strong>de</strong> petróleo, colgado sobre la puerta, alumbraba la escalera. Entré. Hallé a<br />

A<strong>de</strong>lina en falda blanca conversando con un mozalbete <strong>de</strong> bigote rubio, envuelto en una<br />

capa española. Ella pali<strong>de</strong>ció y él me pareció acobardado al verme aparecer, gran<strong>de</strong> y<br />

barbudo, con mi bastón en la mano. Después, A<strong>de</strong>lina, sonriendo, amable y veraz, me<br />

presentó a su sobrino A<strong>de</strong>lino. Era hijo <strong>de</strong> su hermana Ricardina, la que vivía en Viseo, y<br />

hermano <strong>de</strong> Teodoriquito... Sacando el sombrero apreté en la palma, gran<strong>de</strong> y leal, los<br />

<strong>de</strong>dos fugitivos <strong>de</strong>l joven A<strong>de</strong>lino.<br />

—Me alegro mucho <strong>de</strong> conocerle. ¿Su mamá y su hermano están buenos?<br />

Aquella noche, A<strong>de</strong>lina resplan<strong>de</strong>ciente, tornó a restituirme el beso en la oreja. Toda<br />

aquella semana fue <strong>de</strong>liciosa como un noviazgo. El verano prometía ser caluroso; ya había<br />

comenzado en la Concepción Vieja la novena <strong>de</strong> san Joaquín. Salía <strong>de</strong> casa a la hora<br />

<strong>de</strong>sagradable en que se riegan las calles, pero más contento que los pájaros que cantaban en<br />

los árboles <strong>de</strong>l Campo <strong>de</strong> Santa Ana. En la salita clara, con todas las sillas cubiertas <strong>de</strong> dril<br />

blanco, encontraba a mi A<strong>de</strong>lina en chambra blanca, fresca <strong>de</strong> haberse lavado, oliendo a

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