Queiroz Eca_Jose Maria-La Reliquia - Portal Educativo de Medellín
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Crispín y Compañía admiraba la pasión y el i<strong>de</strong>al. Yo iba a <strong>de</strong>cir que adoraba a la señora<br />
doña Jesuina como a una estrella remota... Pero recordé la voz altiva <strong>de</strong>l Cristo. Mordí la<br />
mentira que palpitaba ya en mis labios, y dije con coraje:<br />
—Amor..., amor... no... Pero me parece una hermosa mujer. A<strong>de</strong>más me agrada mucho su<br />
dote. Y yo creo que había <strong>de</strong> ser un buen marido.<br />
—¡Trae esa mano honrada! —gritó la firma.<br />
Me casé. Soy padre. Tengo coche, la consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong>l barrio en que vivo y la encomienda<br />
<strong>de</strong>l Cristo. El doctor Margari<strong>de</strong>, que come a mi mesa todos los domingos, afirma que el<br />
Estado, por mi ilustración, mis portentosos viajes y mi patriotismo, me <strong>de</strong>be el título <strong>de</strong><br />
barón <strong>de</strong> Mosteiro. Porque yo compré el Mosteiro. El digno magistrado, una tar<strong>de</strong>, a la<br />
mesa, anunció que el horrendo Negrón, <strong>de</strong>seando ensanchar sus posesiones <strong>de</strong> Torres, había<br />
<strong>de</strong>cidido ven<strong>de</strong>r el viejo solar <strong>de</strong> los con<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Lindoso.<br />
—¡Aquellos árboles, Teodorico —recordó el benemérito hombre—, dieron sombra a su<br />
madre! ¡<strong>La</strong>s mismas sombras cobijaron a su respetable padre, Teodorico!... ¡Yo <strong>de</strong> mí sé<br />
<strong>de</strong>cir que, si tuviese la honra <strong>de</strong> ser Raposo, no me contenía, compraba el Mosteiro y<br />
levantaba allí un torreón con almenas!<br />
Crispín y Compañía exclamó:<br />
—¡Cómpralo! Es cosa <strong>de</strong> familia.<br />
Y en una víspera <strong>de</strong> pascua, firmé la escritura que me hacía, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tantas esperanzas y<br />
<strong>de</strong> tantos <strong>de</strong>salientos, el señor <strong>de</strong>l Mosteiro.<br />
—¿Qué hace ahora ese imbécil <strong>de</strong> Negrón? —indagué yo <strong>de</strong>l buen Justino, allí presente,<br />
apenas salió el apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong>l sórdido sacerdote.<br />
El fiel amigo hizo crujir sus <strong>de</strong>dos. El Negrón había heredado la fortuna <strong>de</strong>l padre<br />
Casimiro, cuyo cuerpo estaba en lo alto <strong>de</strong> san Juan y el alma en el seno <strong>de</strong> Dios. Y ahora<br />
era íntimo <strong>de</strong>l padre Pinheiro, que por allá andaba, chupadito, indigestándose con las<br />
tremendas comidas <strong>de</strong>l Negrón, echando la lengua fuera ante cada espejo. ¡Y no duraría<br />
mucho! De suerte que el Negrón venía a reunir, con excepción <strong>de</strong> lo que fuera para el señor<br />
<strong>de</strong> los Pasos <strong>de</strong> la Gracia que no podía tornar a morir, lo mejor <strong>de</strong> la fortuna <strong>de</strong> G. Godinho.<br />
Yo exclamé, pálido:<br />
—¡Qué bestia!