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Queiroz Eca_Jose Maria-La Reliquia - Portal Educativo de Medellín

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142<br />

—Aquella noche me retiré al hotel para rezar... Y ahora, señores, hay aquí un punto<br />

<strong>de</strong>sagradable...<br />

Y, contritamente, confesé que, forzado por la religión, por el nombre honrado <strong>de</strong> Raposo y<br />

por la dignidad <strong>de</strong> Portugal, tuve un disgusto en el hotel con un inglés corpulento y<br />

barbudo.<br />

—¡Una riña! —exclamó con perversidad el vil Negrón, ansiando empañar el brillo <strong>de</strong><br />

santidad con que yo había <strong>de</strong>slumbrado a la tía—. ¡Una riña en la ciudad <strong>de</strong> Jesucristo!<br />

¡Qué <strong>de</strong>sacato!<br />

Con los dientes cerrados dije al torpísimo padre:<br />

—¡Sí, señor, una pelea! Mas sepa vuestra señoría que el patriarca <strong>de</strong> Jerusalén dijo que la<br />

razón estaba toda <strong>de</strong> mi parte. Hasta me dijo más; me dijo, dándome palmaditas en el<br />

hombro: "Mil parabienes, Teodorico: usted se portó como <strong>de</strong>bía." ¿Qué tiene vuestra<br />

señoría ahora que alegar?<br />

Negrón inclinó la cabeza, don<strong>de</strong> la corona extendía una pali<strong>de</strong>z azulada <strong>de</strong> luna en tiempo<br />

<strong>de</strong> peste:<br />

—Si su eminencia aprobó...<br />

—Sí, señor. Y ahora sabrá la tía la causa <strong>de</strong> aquella pelea. En el cuarto contiguo al mío<br />

había una inglesa, una hereje, que tan pronto como yo me ponía a rezar, comenzaba a tocar<br />

el piano y a cantar fados, tonterías y cosas inmorales <strong>de</strong>l "Barba-Azul", <strong>de</strong> los teatros.<br />

Imagínese la tía una persona que dice con todo fervor y <strong>de</strong> rodillas: "¡Oh, Santa María <strong>de</strong>l<br />

Patrocinio, conce<strong>de</strong> a mi buena tía muchos años <strong>de</strong> vida", y que, <strong>de</strong> pronto, oye una voz <strong>de</strong><br />

excomulgada viniendo <strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong>l tabique, cantando cosas in<strong>de</strong>centes... ¡Vaya! De<br />

modo que una noche, <strong>de</strong>sesperado, no me contuve: salí al corredor, y dando un golpe a la<br />

puerta, grité:<br />

—Haz el favor <strong>de</strong> callarte, pues un cristiano quiere rezar...<br />

—Y obró usted con todo el <strong>de</strong>recho —afirmó el doctor Margari<strong>de</strong>—. <strong>La</strong> ley estaba <strong>de</strong> parte<br />

<strong>de</strong> usted.<br />

—Así me lo dijo el patriarca. Pues, señores, como iba contando, grité aquello a la mujer, y<br />

cuando me retiraba muy serio a mi cuarto, he ahí que vi aparecer al padre, un gigante<br />

barbudo, con el bastón en la mano. Yo fui muy pru<strong>de</strong>nte: crucé los brazos y con buenos<br />

modos le dije que no quería escándalos al pie <strong>de</strong>l sepulcro <strong>de</strong> nuestro señor y que lo que<br />

<strong>de</strong>seaba era rezar sosegadamente... ¿Y creerán uste<strong>de</strong>s que me contesta que a él el Santo

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