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Queiroz Eca_Jose Maria-La Reliquia - Portal Educativo de Medellín

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136<br />

—Y otra cosa, tía. ¿Los amigos cómo van?<br />

Ella me dio la <strong>de</strong>sconsoladora noticia. El mejor y más agradable, el bondadoso Casimiro,<br />

guardaba cama <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el domingo, con las piernas hinchadas.<br />

—¡<strong>La</strong> falta que me ha hecho! Lo que me ha valido ha sido el sobrino, el padre Negrón.<br />

—-¡El padre Negrón! —murmuré, extrañando aquel nombre.<br />

—¡Ah! Cierto que tú no le conoces...<br />

El padre Negrón vivía cerca <strong>de</strong> Torres, y sólo <strong>de</strong> tar<strong>de</strong> en tar<strong>de</strong> venía a Lisboa, que le era<br />

antipática por su relajación... Solamente por la tía, y para ayudarla en sus negocios, aquel<br />

santo había <strong>de</strong>jado la paz <strong>de</strong> su al<strong>de</strong>a. ¡Era tan <strong>de</strong>licado, tan servicial!<br />

—No pue<strong>de</strong>s figurarte lo que me ha valido, hijo... ¡Lo que él ha rezado por ti para que Dios<br />

te protegiese en esas tierras <strong>de</strong> turcos!... ¡Y la compañía que me hace! Todos los días come<br />

aquí... Hoy no ha querido. Me dijo: "No, señora, no; <strong>de</strong>jemos libertad para las<br />

expansiones..." Verás, es un santo.<br />

Sacudí la ceniza <strong>de</strong>l cigarro con mal humor. ¿Por qué, contra todas las costumbres, venía<br />

aquel padre todos los días a comer el cocido <strong>de</strong> la tía? Murmuré con autoridad:<br />

—Allá, en Jerusalén, los padres y los patriarcas solamente comen convidados los<br />

domingos... parece que es <strong>de</strong> más virtud.<br />

Había oscurecido. Vicenta encendió luz en el corredor. Los amigos <strong>de</strong> la casa, avisados por<br />

mi tía, no tardarían en llegar para dar la bienvenida al peregrino. Subí a mi cuarto para<br />

arreglarme un poco. Allí, consi<strong>de</strong>rando ante el espejo el rostro tostado por el sol, sonreí<br />

graciosamente y pensé: "¡Ah Teodorico, venciste!"<br />

Pero rechinó la puerta y la tía entró con un antiguo chal <strong>de</strong> Tonquín por los hombros. Caso<br />

extraño: me pareció que volvía a ver a la doña Patrocinio <strong>de</strong> otros tiempos, seca, adusta,<br />

<strong>de</strong>sabrida, odiando el amor como cosa inmunda, y arrojando <strong>de</strong> su lado para siempre a los<br />

hombres que se mezclan con faldas. Efectivamente, sus anteojos, otra vez secos, relucían,<br />

se clavaban <strong>de</strong>sconfiadamente en mi maleta... ¡Santos cielos! Era la antigua doña<br />

Patrocinio. Temblé: pero me visitó luego una inspiración <strong>de</strong>l Señor. Delante <strong>de</strong> la maleta<br />

abrí los ojos con santidad.<br />

—Aquí tiene usted la maleta que anduvo por Jerusalén... Aquí está bien abierta para que<br />

todo el mundo vea que es la maleta <strong>de</strong> un hombre <strong>de</strong> religión... Huélala usted, tía... ¿No<br />

huele a religión?

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