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Queiroz Eca_Jose Maria-La Reliquia - Portal Educativo de Medellín

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133<br />

Sus labios, agra<strong>de</strong>cidos, rozaron mis barbas tan respetuosamente como si fuesen las barbas<br />

<strong>de</strong> palo <strong>de</strong> la imagen <strong>de</strong> san Teodorico.<br />

A un lado, la criada se limpiaba los ojos con la punta <strong>de</strong>l <strong>de</strong>lantal nuevo. Yo volví a coger<br />

el precioso cajón <strong>de</strong> pino <strong>de</strong> Flan<strong>de</strong>s bendito, y murmuré, con mo<strong>de</strong>stia llena <strong>de</strong> unción.<br />

—¡Aquí está, tía! ¡Aquí está la divina reliquia que perteneció al Señor!<br />

<strong>La</strong>s lívidas y amojamadas manos <strong>de</strong> la hedionda señora temblaron al tocar aquellas tablas<br />

que contenían el principio milagroso <strong>de</strong> su salud y el amparo <strong>de</strong> sus aflicciones.<br />

Después, en el oratorio, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l altar adornado con camelias blancas, fui perfecto. No<br />

me arrodillé, no me santigüé; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos le hice al Jesús <strong>de</strong> oro clavado en la cruz, una seña<br />

familiar y le dirigí una mirada muy risueña y muy <strong>de</strong>licada, como a un antiguo amigo con<br />

quien se tienen antiguos secretos. <strong>La</strong> tía sorprendió esta intimidad mía con el Señor; y<br />

cuando se arrodilló sobre la alfombra, <strong>de</strong>jándome el almohadón <strong>de</strong> terciopelo ver<strong>de</strong>, fue<br />

tanto para su salvador como para su sobrino para quien alzó las manos adoratrices.<br />

Terminados los Padre Nuestro <strong>de</strong> gracias por mi regreso, la tía, postrada aún, murmuró<br />

humil<strong>de</strong>mente:<br />

—Hijo, sería bueno que supiese qué reliquia es. Para las velas, para el respeto...<br />

Le dije, estirándome las rodilleras:<br />

—Luego se verá. Hasta la noche no pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>sencajonarse las reliquias... Fue lo que me<br />

recomendó el patriarca <strong>de</strong> Jerusalén. ¡En todo caso, encienda la tía cuatro luces más, que<br />

hasta la ma<strong>de</strong>ra es santa!<br />

<strong>La</strong>s encendió sumisa; y con <strong>de</strong>voto cuidado puso el cajón sobre el altar; <strong>de</strong>spués le dio un<br />

beso musical y largo y extendió por encima una espléndida toalla <strong>de</strong> encajes. Yo,<br />

episcopalmente, tracé, sobre la toalla, con dos <strong>de</strong>dos, una bendición en cruz.<br />

<strong>La</strong> tía esperaba con los anteojos negros fijos en mí y llena <strong>de</strong> ternura.<br />

—¿Y ahora, hijo, ahora?<br />

—Ahora a comer, tía, que tengo un apetito que no veo.<br />

<strong>La</strong> señora doña Patrocinio, recogiéndose las faldas corrió para apurar a Vicenta.

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