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Queiroz Eca_Jose Maria-La Reliquia - Portal Educativo de Medellín

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130<br />

<strong>La</strong>s ruedas <strong>de</strong>l Caimán rompieron el agua. Topsius, quitándose la gorra <strong>de</strong> seda, saludó a<br />

Jafa, que oscurecía en la pali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> entre sus peñascales tristes y sus cipreses<br />

ver<strong>de</strong>s, casi negros.<br />

—Adiós, adiós para siempre, tierra <strong>de</strong> Palestina. Yo también saludé con el salacot.<br />

—Adiós, adiós para siempre, tierra <strong>de</strong> nuestra santa religión.<br />

Me alejaba <strong>de</strong> la borda cuando el hábito <strong>de</strong> una religiosa pasó rozando a mi lado. Entre la<br />

sombra púdica <strong>de</strong>l capuz, que se volvió levemente, un fulgor <strong>de</strong> ojos negros buscó mis<br />

barbas potentes. ¡Oh, maravilla! Era aquella misma religiosa que había llevado sobre sus<br />

castas rodillas, a través <strong>de</strong> las aguas <strong>de</strong> la Escritura, la camisa inmunda <strong>de</strong> Mary.<br />

¡Era la misma! ¿Por qué el <strong>de</strong>stino colocaba <strong>de</strong> nuevo cerca <strong>de</strong> mí, en el entrepuente <strong>de</strong>l<br />

Caimán, aquel lirio <strong>de</strong> capilla, todavía cerrado y ya marchito? ¡Quién sabe! Tal vez para<br />

que el calor <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>seo rever<strong>de</strong>ciese y no quedase para siempre estéril y núbil, caído a los<br />

pies <strong>de</strong>l cadáver <strong>de</strong> un dios. Y ahora no venía guardada por la otra religiosa regor<strong>de</strong>ta y <strong>de</strong><br />

anteojos. <strong>La</strong> suerte me la abandonaba in<strong>de</strong>fensa.<br />

Estalló entonces en mi alma la esperanza fulgurante <strong>de</strong> un amor <strong>de</strong> monja más fuerte que el<br />

miedo <strong>de</strong> Dios. Decidí hablarle: "¡ Oh, hermana, hermanita, no me había olvidado <strong>de</strong><br />

usted!" E, inflamado, torciendo los bigotes, caminé hacia la religiosa, que se había<br />

refugiado en un banco, pasando los <strong>de</strong>dos pálidos por las cuentas <strong>de</strong> su rosario.<br />

Pero súbitamente pareció que la cubierta <strong>de</strong>l Caimán huía bajo mis pies... ¡Oh, miseria!<br />

Eran las náuseas <strong>de</strong>l mareo... Corrí a la borda y manché inmundamente el azul <strong>de</strong>l mar <strong>de</strong><br />

Tiro; <strong>de</strong>spués, dando traspiés, bajé a mi camarote. Sólo alcé la cabeza <strong>de</strong> la almohada<br />

cuanto sentí las anclas <strong>de</strong>l Caimán caer en las tranquilas aguas, don<strong>de</strong> en otro tiempo,<br />

huyendo <strong>de</strong> Accio, habían caído las anclas doradas <strong>de</strong> las galeras <strong>de</strong> Cleopatra. Otra vez,<br />

pálido y <strong>de</strong>speinado, volvía a verte, tierra <strong>de</strong> Egipto, caliente y color <strong>de</strong> león. En <strong>de</strong>rredor<br />

<strong>de</strong> los finos alminares volaban las palomas serenas. El lánguido palacio dormía a orillas <strong>de</strong>l<br />

agua entre palmeras. <strong>La</strong> pálida religiosa ya había <strong>de</strong>jado el Caimán, paloma <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto<br />

escapada al gavilán, porque el gavilán en su vuelo había plegado el ala un poco mareado.<br />

Aquella misma tar<strong>de</strong>, en el hotel <strong>de</strong> las Pirámi<strong>de</strong>s, supe que un vapor <strong>de</strong> ganado, el Cid<br />

Campeador, partía <strong>de</strong> madrugada para las tierras benditas <strong>de</strong> Portugal. Pasé la noche en una<br />

calle <strong>de</strong>liciosa. ¡Oh compatriotas míos! Si queréis conocer los <strong>de</strong>leites ásperos <strong>de</strong> oriente, id<br />

allí; todo apesta a sándalo y a ajo, y mujeres sentadas sobre esteras, y en camisa, murmuran<br />

suavemente: "¡Eh, mossiuú! ¡Eh, milord!..." Me recogí tar<strong>de</strong>, <strong>de</strong>sfallecido y exhausto. Al<br />

pasar por la calle <strong>de</strong> <strong>La</strong>s Dos Hermanas distinguí, sobre la puerta <strong>de</strong> una tienda cerrada, la

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