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Queiroz Eca_Jose Maria-La Reliquia - Portal Educativo de Medellín

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lugar <strong>de</strong> las camelias, gran<strong>de</strong>s ramos <strong>de</strong> claveles bermejos perfumaban los pies dorados <strong>de</strong><br />

Jesús; <strong>de</strong>spués era el tiempo <strong>de</strong> los baños <strong>de</strong> mar; el padre Casimiro mandaba a la tía un<br />

canastillo <strong>de</strong> uvas <strong>de</strong> su quinta <strong>de</strong> Torres... Yo comencé a estudiar retórica.<br />

Un día, nuestro buen procurador me dijo que no volvería más a los Isidoros: <strong>de</strong>bía acabar<br />

los estudios preparatorios en Coimbra, en casa <strong>de</strong>l doctor Roxo, pasante <strong>de</strong> teología. Me<br />

hicieron ropa blanca. <strong>La</strong> tía me dio un papel en el que había escrito una oración para que<br />

diariamente la rezase a san Luis Gonzaga, patrono <strong>de</strong> la juventud estudiosa, y que <strong>de</strong>bía<br />

conservar en mi cuerpo la frescura <strong>de</strong> la santidad, y en mi alma, el temor <strong>de</strong>l Señor. El<br />

padre Casimiro me llevó a la bella ciudad don<strong>de</strong> dormita Minerva. No tardé en <strong>de</strong>testar al<br />

doctor Roxo. En su casa sufrí vida dura y claustral; así que recibí un inefable placer cuando,<br />

en mi primer año <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho, el <strong>de</strong>sagradable eclesiástico murió miserablemente <strong>de</strong> un<br />

ántrax. Pasé entonces al divertido hospedaje <strong>de</strong> las Pimientas y allí conocí y gusté sin<br />

mo<strong>de</strong>ración todas las in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias y las fuertes <strong>de</strong>licias <strong>de</strong> la vida. Nunca más volví a<br />

murmurar la oración <strong>de</strong> san Luis Gonzaga, ni doblé mi rodilla viril ante imágenes con<br />

aureola en la cabeza. Harté la carne con sabrosos amores en el Terreiro da Herva; vagué a<br />

la luz <strong>de</strong> la luna cantando fados, usaba garrote; y como la barba me salía espesa y negra,<br />

acepté con orgullo el apodo <strong>de</strong> Raposón. Cada quince días, sin embargo, enviaba a la tía<br />

una carta humil<strong>de</strong>, piadosa y <strong>de</strong> buena letra, don<strong>de</strong> le contaba la severidad <strong>de</strong> mis estudios,<br />

el recato <strong>de</strong> mis costumbres, los muchos rezos y los rígidos ayunos, los sermones <strong>de</strong> que<br />

me nutría y los dulces <strong>de</strong>sagravios al corazón <strong>de</strong> Jesús y las novenas con que se consolaba<br />

mi alma en Santa Cruz, las pocas horas que tenía <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso los días <strong>de</strong> trabajo.<br />

Los meses <strong>de</strong> verano en Lisboa eran, <strong>de</strong>spués, harto dolorosos. No podía salir, ni siquiera a<br />

cortarme el pelo, sin implorar <strong>de</strong> la tía un permiso servil. No me atrevía a fumar <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong>l café. Debía recogerme virginalmente al anochecer: y antes <strong>de</strong> acostarme me era forzoso<br />

rezar con la vieja un largo trisagio en el oratorio. Yo mismo me había con<strong>de</strong>nado a esta<br />

<strong>de</strong>testable <strong>de</strong>voción.<br />

—¿Tú, allá en Coimbra, acostumbras rezar el trisagio? —me preguntó, con <strong>de</strong>sconfianza,<br />

mi tía.<br />

Y yo, sonriendo abyectamente:<br />

—Vaya unas cosas que tiene usted. No puedo dormirme sin haber rezado mi trisagio.<br />

Los domingos continuaban las partidas. El padre Pinheiro, más triste que nunca, ahora se<br />

quejaba <strong>de</strong>l corazón y un poco también <strong>de</strong> la vejiga. Había otro comensal, viejo amigo <strong>de</strong>l<br />

comendador Godinho; se llamaba Margari<strong>de</strong>. Vivía jubilado, sin otra ocupación que leer los<br />

periódicos. Como había conocido a mi padre y muchas veces me acompañó al Mosteiro, me<br />

trató, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, con autoridad.

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