Queiroz Eca_Jose Maria-La Reliquia - Portal Educativo de Medellín
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Era vaga, no la comprendimos... Parecía que invocaba a su padre y que se quejaba <strong>de</strong> algún<br />
abandono... Después le recorrió un estremecimiento: en las comisuras <strong>de</strong> su boca apareció<br />
un poco se sangre..., ¡y con la cabeza sobre el pecho <strong>de</strong> Nico<strong>de</strong>mo, el rabí quedó muerto!<br />
Gad cayó pesadamente <strong>de</strong> rodillas, sollozando. El hombre, como si todas las cosas hubiesen<br />
sido dichas, dio un paso para buscar su lámpara que había <strong>de</strong>jado en el brocal <strong>de</strong>l pozo.<br />
Topsius le <strong>de</strong>tuvo con avi<strong>de</strong>z:<br />
—Escucha. Necesito saber la verdad. ¿Qué hicisteis <strong>de</strong>spués?<br />
El hombre se <strong>de</strong>tuvo al pie <strong>de</strong> los pilares <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. Luego, alargando los brazos en la<br />
oscuridad y tan cerca <strong>de</strong> nuestros rostros que yo sentía su aliento, murmuró:<br />
—Era necesario para bien <strong>de</strong> la Tierra que se cumpliesen las profecías. Durante dos horas,<br />
José <strong>de</strong> Ramata oró postrado. No sé si el Señor le habló en secreto; pero cuando se alzó, su<br />
faz resplan<strong>de</strong>cía y gritó: "Los tiempos llegarán." Después, por su or<strong>de</strong>n, enterramos al rabí<br />
en una caverna tallada en roca que José <strong>de</strong> Ramata tiene tras el molino.<br />
El galileo atravesó el patio y tomó su lámpara. Se retiraba lentamente, sin un rumor, cuando<br />
Gal, alzando el rostro, le llamó a través <strong>de</strong> sus sollozos:<br />
—Escucha aún. ¡Gran<strong>de</strong> es el Señor en la verdad!... ¿Y el otro túmulo, don<strong>de</strong> las mujeres<br />
<strong>de</strong> Galilea le habían <strong>de</strong>jado envuelto en tela con áloes y con nardos?<br />
El hombre, sin <strong>de</strong>tenerse, murmuró ya sumido en las tinieblas:<br />
—¡Allá quedó abierto! ¡Allá quedó vacío!<br />
Entonces Topsius me arrastró por el brazo tan atropelladamente que tropezamos en la<br />
oscuridad contra los pilares <strong>de</strong> la baranda. Allá en el fondo abrióse una puerta con brusco<br />
estruendo <strong>de</strong> hierros caídos... Vi una plaza ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> pálidos arcos, triste y fría; en la<br />
unión <strong>de</strong> las losas crecía la hierba como en una ciudad abandonada. Topsius se <strong>de</strong>tuvo: sus<br />
anteojos fulguraban.<br />
—¡Teodorico! ¡<strong>La</strong> noche termina! ¡Vamos a partir <strong>de</strong> Jerusalén! Nuestra jornada al pasado<br />
acabó... <strong>La</strong> leyenda inicial <strong>de</strong>l cristianismo está hecha: va a morir el mundo antiguo.<br />
Asombrado y estremecido, miré al docto historiador. Sus cabellos on<strong>de</strong>aban agitados por un<br />
viento <strong>de</strong> inspiración. <strong>La</strong>s palabras que salían <strong>de</strong> sus labios retumbaban terribles y enormes,<br />
cayendo sobre mi corazón.