Queiroz Eca_Jose Maria-La Reliquia - Portal Educativo de Medellín
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Me incorporé, estirando con terror los brazos en el aire. ¡Acompañar al rabí! ¿No yacía,<br />
pues, muerto, ligado y perfumado, bajo una piedra, en un huerto <strong>de</strong>l Gareb? ¡Vivía! ¡Al<br />
nacer <strong>de</strong> la luna, entre sus amigos, iba a partir para Engadí! Agarré ansiosamente el hombro<br />
<strong>de</strong> Topsius, amparándome en su saber fuerte y en su autoridad.<br />
Mi docto amigo parecía envuelto en una pesada incertidumbre.<br />
—Sí, tal vez... Nuestro corazón es fuerte; pero... A<strong>de</strong>más, no tenemos armas.<br />
—¡Venid conmigo! —insistió Gad, ardientemente—. Pasaremos por casa <strong>de</strong> alguien que<br />
nos dirá las cosas que nos conviene saber y que os dará armas...<br />
Aún trémulo, sin <strong>de</strong>sasirme <strong>de</strong>l sapiente historiador, osé balbucir:<br />
—¿Y Jesús, dón<strong>de</strong> está?<br />
—En casa <strong>de</strong> José <strong>de</strong> Ramata —respondió el esenio, dirigiendo en <strong>de</strong>rredor una mirada<br />
inquisidora como el avaro que habla <strong>de</strong> algún tesoro—. Para que nada sospechase la gente<br />
<strong>de</strong>l templo, en su presencia misma hemos <strong>de</strong>positado el cuerpo <strong>de</strong>l rabí en el túmulo nuevo<br />
que está en el huerto <strong>de</strong> José. Tres veces las mujeres lloraron sobre la piedra que, conforme<br />
a los ritos, como sabéis, no cierra enteramente el túmulo, <strong>de</strong>jando una larga hendidura por<br />
don<strong>de</strong> se veía el rostro <strong>de</strong>l rabí. Algunos sirvientes <strong>de</strong>l templo lo reconocieron, diciendo:<br />
"Está bien", y se retiraron luego a sus moradas... Yo entré por la Puerta <strong>de</strong> Genat. Nada más<br />
he visto. Pero apenas anochezca, José y otro, fiel enteramente, <strong>de</strong>ben ir a buscar el cuerpo<br />
<strong>de</strong> Jesús, y con las recetas <strong>de</strong>l libro <strong>de</strong> Salomón, hacerlo salir <strong>de</strong>l <strong>de</strong>smayo en que le postró<br />
el narcótico y el sufrimiento... ¡Venid, pues, vosotros que lo amáis también y creéis en él!...<br />
Impresionado, <strong>de</strong>cidido, Topsius envolvióse en su amplia capa; y <strong>de</strong>scendimos con cauto<br />
silencio por la escalera que <strong>de</strong> la terraza conduce a un camino <strong>de</strong> menuda piedra, pegado a<br />
la muralla <strong>de</strong> Hero<strong>de</strong>s.<br />
<strong>La</strong>rgo tiempo caminamos en la oscuridad guiados por las blancas vestiduras <strong>de</strong>l esenio. De<br />
entre casuchas en ruinas, a veces, un perro saltaba aullando. Sobre las altas almenas<br />
pasaban mortecinas luces <strong>de</strong> ronda. Después, una sombra que tosía alzóse <strong>de</strong>l pie <strong>de</strong> un<br />
árbol, triste y en calma, como si saliese <strong>de</strong> una sepultura; y rozando mi brazo, sacudiendo la<br />
capa <strong>de</strong> Topsius, nos rogaba, a través <strong>de</strong> gemidos y entre tufaradas <strong>de</strong> ajo, que fuésemos a<br />
dormir a un lecho que había perfumado <strong>de</strong> nardo.<br />
Paramos, por fin, ante un muro cuya entrada cerraba una gruesa estera <strong>de</strong> esparto. Un<br />
corredor, rezumante <strong>de</strong> agua, nos llevó a un patio ro<strong>de</strong>ado por una baranda que se asentaba<br />
sobre rudas vigas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra; el suelo, blando como lodo, apagaba el rumor <strong>de</strong> nuestras<br />
pisadas.