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Queiroz Eca_Jose Maria-La Reliquia - Portal Educativo de Medellín

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110<br />

brazo una pálida llama azul. Con los ojos perdidos en aquel brillo trémulo y las manos<br />

cruzadas en el vientre, Eliezer, el benigno doctor <strong>de</strong> la tripa, sonreía beatíficamente,<br />

recostado en almohadones <strong>de</strong> cuero bermejo. Junto a él dos escabeles, cubiertos con tapices<br />

<strong>de</strong> Asiria, esperaban por mí y por el sagaz historiador.<br />

—Sed bien venidos —murmuró Gamaliel—. ¡Gran<strong>de</strong>s son las maravillas <strong>de</strong> Sión! ¡Debéis<br />

venir hambrientos!<br />

Batió levemente las palmas. Dos esclavos, caminando sin ruido, en la punta <strong>de</strong> sus<br />

sandalias <strong>de</strong> fieltro, entraron, alzando muy alto los gran<strong>de</strong>s platos <strong>de</strong> cobre que humeaban.<br />

A un lado teníamos, para limpiar los <strong>de</strong>dos, un bollo <strong>de</strong> harina blanco, fino y blando como<br />

un paño <strong>de</strong> lino; <strong>de</strong>l otro, un plato largo, con cerco <strong>de</strong> perlas, don<strong>de</strong> negreaba un montón <strong>de</strong><br />

cigarras fritas; en el suelo, jarras con agua <strong>de</strong> rosas. Cumplimos las abluciones, y Gamaliel<br />

murmuró la oración ritual sobre la gran fuente <strong>de</strong> plata don<strong>de</strong> el cabrito asado humeaba.<br />

Topsius, gran sabedor <strong>de</strong> las maneras orientales, engulló fuertemente, por cortesía,<br />

<strong>de</strong>mostrando apetito y <strong>de</strong>leite; <strong>de</strong>spués, con una hebra <strong>de</strong> carne entre los <strong>de</strong>dos, afirmó,<br />

sonriendo a los doctores que Jerusalén le parecía magnífica, hermosa <strong>de</strong> caridad y bendita<br />

entre las ciuda<strong>de</strong>s.<br />

Eliezer <strong>de</strong> Silo murmuró, con los ojos cerrados <strong>de</strong> gozo, como si nos acariciasen:<br />

—Es una joya mejor que el diamante, y el Señor la engastó en el centro <strong>de</strong> la Tierra para<br />

que irradiase igualmente su brillo en <strong>de</strong>rredor.<br />

—¿En el centro <strong>de</strong> la tierra? —murmuró el historiador con docto espanto.<br />

—Sí.<br />

Y empapando un pedazo <strong>de</strong> bollo en la salsa, el profundo físico nos explicó que la tierra era<br />

chata, y más redonda que un disco: en el medio, estaba Jerusalén la santa, con un corazón<br />

lleno <strong>de</strong> amor hacia el altísimo; en re<strong>de</strong>dor, Ju<strong>de</strong>a, rica en bálsamos y palmeras, cercada <strong>de</strong><br />

sombras y <strong>de</strong> aromas; <strong>de</strong>spués, los paganos, en regiones duras, don<strong>de</strong> ni la miel ni la leche<br />

abundan; <strong>de</strong>spués, los mares tenebrosos..., y por encima, el cielo sonoro y sólido.<br />

—¿Sólido? —balbuceó mi sabio amigo.<br />

Los esclavos servían en tazas <strong>de</strong> plata cerveza amarilla <strong>de</strong> la Media. Con solicitud,<br />

Gamaliel me aconsejó que, para evitarle el sabor, trincase una cigarra frita. El rabí Eliezer,<br />

sabio entre todos en las cosas <strong>de</strong> la naturaleza, revelaba a Topsius la divina construcción <strong>de</strong>l<br />

cielo.

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