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Untitled - José María Álvarez

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AUTOR<br />

18 de Febrero - Martes - Venezia<br />

Qué luz tan extraordinaria la de esta mañana. He estado un<br />

rato tomando café en el «Quadri», sintiendo el asombro como<br />

si fuera la lengua de una mujer en mi boca. Trataba de imaginar<br />

cómo sería esa Piazza, allá por el siglo XI, cuando era una isla<br />

entre el Canal Batario y el rio di Zecca, y ese palacio un castillo,<br />

y ese Campanile una torre vigía... o acaso un faro. Verdaderamente,<br />

es la Piazza más bella del mundo. La Procuratie de<br />

Codussi, Bon y Gugliemo Grigi - y cómo se nota el Sansovino<br />

en la Vecchie– y la de Scamozzi y Longhena. El ala Napoleónica<br />

es como si siempre hubiera estado ahí. Y esos Moros de la torre,<br />

resplandecientes. Los Pili de bronce, que jamás nadie repara<br />

en su base –he estado fijándome bien: nadie–, cuando son<br />

tan hermosos, sobre todo el Neptuno que recibe la ofrenda del<br />

sátiro, del más cercano al Reloj, una obra perfecta de Leopardi.<br />

Pasa lo mismo con las puertas de bronce de la Loggeta del<br />

Campanile: nadie se detiene a contemplar la obra de Antonio Gai.<br />

Después he paseado un poco por la Piazzetta. Vuelve a estar<br />

llena de turistas. Me fascina la fachada de la Librería Sansovina.<br />

El Aretino decía que su belleza estaba «más allá de la envidia».<br />

Siempre que miro la estatua de San Teodoro, ahí en su columna,<br />

pienso en el original, esa especie de criatura del Dr.<br />

Frankenstein, con la cabeza de Adriano sobre un cuerpo diferente.<br />

Esta mañana me apetecía «descansar en la belleza», y la he<br />

pasado contemplando una vez más, desde el vaporetto –ida y<br />

vuelta–, tranquilamente, el Canal Grande. Barrès escribió que la<br />

entrada entre la Aduana y el Giardinetto era «tibia y turbadora<br />

como la garganta de una doncella». Ese viaje por el Canal no<br />

tiene precio. Es inefable la cantidad (casi irrespirable) y altura<br />

de la belleza que se acumula en ese espacio. Los palacios Barozzi-<br />

Emo, fueron de Gianfranco. Y ese milagro de Rialto; quedaría<br />

mal en cualquier otro sitio, hasta con el diseño de cinco arcos<br />

del Palladio, pero que aquí, como cualquier cosa, «cuaja», y ya<br />

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