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Untitled - José María Álvarez

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11 de Septiembre - Miércoles - Villa Gracia<br />

AL OTRO LADO DEL ESPEJO<br />

Qué noche. Parecía, como dice la gente, que los cielos se<br />

venían abajo de agua.<br />

Estuve leyendo hasta muy tarde. Empecé la HISTORIA DE<br />

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL de Hart. Luego me dormí,<br />

y de nuevo he soñado. El escenario era nuestra antigua finca<br />

«Las Conquetas» –la que depredó el fervor populista del<br />

Franquismo–, el espacio entre los corrales de caballos y mulas<br />

y la gran puerta de madera que abría el patio central de la Casa<br />

por su parte posterior. Algo –que no termino de recordar bien–<br />

sucedía allí (rostros; esta vez reconocidos; viejos trabajadores,<br />

algunos niños que eran compañeros de juegos). De ahí pasaba<br />

a uno de los graneros que había en el interior de ese patio. Pero<br />

de pronto se convertía en un paisaje de acantilados. Yo trepaba<br />

por ellos y me aferraba a los salientes rocosos mirando con<br />

espanto el mar, abajo, con un oleaje embravecido. Lo curioso,<br />

ahora que lo pienso, es que el comienzo del sueño, o lo que de<br />

él recuerdo, en esa explanada frente a la enorme puerta de madera<br />

del patio, empieza donde terminó el de la otra noche. Lo<br />

que me lleva a pensar cosas extrañas. Es como si todo esto<br />

sucediera en otra parte. Bien. Sigo. Estaba aterrado apretando<br />

mi cuerpo contra las rocas, con esa mar abajo que parecía llamarme.<br />

En ese momento empezó una tormenta con muchos<br />

rayos y lluvia. Di un saldo y caí en el granero de donde había<br />

salido antes de encontrarme en el despeñadero. Están jugando<br />

unos niños, pero ahora no los reconozco. Por la escalera –una<br />

escalera que existía, la que subía a la terraza donde se secaban<br />

los pimientos– baja una joven muy bella. Sólo lleva puesta una<br />

braguita que no sé si es de algodón o de seda, pero es blanca.<br />

Voy hacia ella, la abrazo en la escalera, y mi mano acaricia su<br />

entrepierna por encima de la braguita. En ese momento me he<br />

despertado. Un segundo antes de despertar, ella había apartado<br />

mi mano de su pubis y me decía: «No. Estoy embarazada».<br />

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